Son Jarocho, alegría y ayuda para niños autistas

Este tratamiento funciona a base percusiones y cuerdas, cuyos sonidos ayudan a los menores a responder al mundo que los rodea.

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Imagen del niño Emir Yosimar Mendoza con su madre, Victoria Cosme, quien también participa en el taller, quienes al ritmo del son jarocho superan sus deficiencias. (Jesús Quintanar/Milenio)
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Emiliano Balerini Casal/Milenio
XALAPA, Veracruz.- Emir Yosimar Mendoza Cosme tiene siete años y nació con autismo. Cuando tenía un año y ocho meses, su mamá, Victoria Cosme López, detectó que tenía problemas para comunicarse y relacionarse con los demás, por lo que lo llevó al Centro de Rehabilitación y Educación Especial del Estado de Veracruz (Crever) y de ahí al Centro Estatal para la Detección y Atención del Autismo (Cedaa).

En ese lugar recibe, desde hace dos años, distintas terapias, una de ellas es un taller de son jarocho, el cual según cuenta Victoria, le ha permitido a Emir pronunciar su nombre, convivir con otros niños y soportar ruidos que antes no toleraba, como el de la guitarra, violín y jarana: “También soporta que le toquen sus bracitos, algo que antes era impensable”.

Cada miércoles, a eso de las seis de la mañana, Emir y Victoria salen de su casa para ir al Cedaa.

A las siete llegan al Crever. Suben una larga rampa e ingresan al Cedaa. Emir toma sus clases de rehabilitación, y espera a las 10:30 a que inicie el Taller de Son Jarocho que imparten los músicos Camil Meneses y Sael Bernal.

Victoria cuenta que su hijo tardó un año en decir su nombre: “En el taller hacemos una ronda, en la que los niños pronuncian su nombre. A Emir le costó mucho, pero ya lo dice. Al ver que sus amiguitos lo hacían, se dio cuenta que tenía que pronunciar el suyo”.

Esto les ayudó mucho a los padres, porque también han aprendido a distinguir a algunos de los niños de su grupo. En el taller los maestros les enseñan a convivir por medio de las canciones, explica la mamá de Emir, quien es vendedora de Yakult los fines de semana, pues de esa manera puede atender a su hijo de lunes a viernes.

El taller de Son Jarocho ayuda a los niños a estar más alegres, a compartir y soportar ruidos que antes no toleraban

La mejoría de Emir ha sido tan evidente que en su familia decidieron sacarlo del kínder para infantes especiales: “Actualmente va a uno normal porque cuando estaba en uno para niños con problemas solía copiar conductas de pequeños que estaban un poco más afectados. Emir tenía una compañerita que no caminaba, y a él le dio por no querer caminar”.

Según Victoria, el taller le ayudó a su hijo a estar más alegre, a compartir, porque antes estaba muy encerrado en sí mismo; sin embargo, recordó que en las primeras clases no soportaba la música.

“Se dice que no hay una cura específica, porque no se maneja como una enfermedad. Es un trastorno del desarrollo neurológico que hace que el niño funcione de manera diferente. En lugar de cura hay tratamientos que vuelven más independiente al niño, logran que interactúe más y que sea más accesible a los cambios”, señaló Jonathan Martínez, psicoanalista del Cedaa.

El Taller de Son Jarocho, dijo el especialista, se encuentra dentro de un modelo global de atención. Cuando se planeó cómo se iba a atender a los niños con autismo, se planificaron ciertas áreas que tenían que tener una atención integral: la psicoterapia, la de comunicación y lenguaje y la de médico nutricional. Además, se pensó en crear distintos talleres que impulsaran el desarrollo de las vías motoras de los niños. Uno de ellos es el de son jarocho.

El Cedaa fue el primer lugar creado para atender a niños con autismo. A este lugar acuden menores de todo el estado para comprobar que tengan este padecimiento. Actualmente atienden a 180, distribuidos en distintos grupos. Los padres de familia solo tienen que pagar un donativo que va de 50 a 150 pesos, dependiendo de sus posibilidades, explicó.   

Adaptación a variaciones

Rafael Figueroa, especialista en Son Jarocho por la Universidad Veracruzana, explicó que este género tiene algunos elementos que pueden funcionar para que los niños autistas puedan tener un mejor desarrollo. Entre ellos destaca que es una música orgánica y predominantemente acústica, que funciona a partir de maderas y cuerdas.

Actualmente el son jarocho tiene mucha flexibilidad. El hecho de que sea una música de tradicional oral permite que los ejecutantes se adapten a cualquier variación mínima en el ambiente y en el ánimo de quien lo está oyendo.

Sael Bernal, maestro del Taller de Son Jarocho, cuenta que la experiencia ha sido parte de un proceso lento. Las primeras veces, como todos los niños son diferentes, hubo quien hizo las actividades rápido, pero otros lo hicieron más lento, pues llevan otro proceso.

“Al principio había niños que no querían hacer las actividades, que se jalaban los cabellos, salían corriendo y lloraban; no podían soportar el sonido de la jarana. Conforme pasó el tiempo se fueron adaptando. Un factor importante en este sentido son los papás. Los padres de familia que cantan y bailan con entusiasmo enfocándose en su hijo logran que el niño lo acepte.

Camil Meneses, otro maestro del taller, dice que idearon este proyecto, con esta música, porque es la que se toca en Veracruz hace más de 300 años: “Es un género que habla de nuestro entorno”.  

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