Solitaria oreja para Garibay en la corrida del Coliseo Yucatán

Michelito Lagravere se vio un tanto medroso e inseguro. Aficionados ocuparon solo un tercio de el lugar, que se estrenó como coso taurino.

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Ignacio Garibay salvó la tarde taurina en el Coliseo de Yucatán. (Milenio Novedades)
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Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- El sábado, la nueva “plaza de toros” el Coliseo Yucatán puso a prueba a la afición taurina, que solo ocupó un tercio de la capacidad del lugar.

El Coliseo Yucatán estrenó el ruedo arenoso y duro con tablas endebles. El juez de plaza fue Ulises  Zapata León, quien se apegó a lo que marcan los tiempos de la lidia y giró órdenes para pitar apenas los diestros entraban a matar a sus bureles.

Los ocho astados de la ganadería “La Estancia” fueron faltos de fuerza y sus contrapartes lucharon para sacarles apenas unos cuantos derechazos que entibiaron el ambiente del Día de Muertos, que comenzó con la petición de un minuto de aplausos en memoria del recién fallecido coleta hispano José María Manzanares.

Lo más rescatable del encierro resultó el quinto de la tarde, de nombre “Buen Hermano”, con 511 kilogramos sobre los lomos. Un cárdeno girón cornicorto al que Ignacio Garibay recibió con gahoneras que le valió el coro de “olés” de los tendidos, luego lo entregó al piquero que le clavó un puntazo en el primer viaje, empero, el bicho regresa por sus fueros y desmonta al del castoreño que apuradamente sube a su montura. 

Garibay ejecutó tres “arruzinas” en el centro del redondel para pasar al tercio de banderillas que se colgó como Dios le dio a entender; en el tercio de muleta, Nacho ejecutó derechazos un tanto templados con cambios de mano, expuso el cuerpo guardando el trapo ante un toro parado.

Michelito  pudo sacar más provecho a su presentación, pues era dúctil y sedeño como para hacer que sonaran las “dianas”, pero no pudo

Sufrió un desarme y un achuchón, lo que le hizo pensar en la hora de poner punto final a su segundo enemigo corrido en quinto sitio.  

Se perfiló con el acero y metió una estocada vertical y delantera, o sea, un bajonazo que surtió efecto con derrame del líquido bermejo, por lo que el multicéfalo se emocionó y sacó pañuelos, para que el Usía le entregue un regalito: una oreja, con la que el diestro se tomó la vuelta en forma veloz.

Su primer toro se llamó “Mezquite”, de 478 kg de peso, un negro mulato, paliabierto, tocado del derecho al que finalmente despachó de dos pinchazos y una entera. Silencio.

La primera figura del cartel, Joselito Adame, quien vino precedido de varios triunfos en la Madre Patria y en plazas mexicanas, en la tarde sabatina no fue ni se prestó para su lucimiento.

Incluso, con el toro que le tocó en primer término corrido en segundo lugar, de nombre Pluma Blanca, lo desperdició por la impericia del puntillero Erasmo Fernández, quien le paró al bicho y Adame se apachurró materialmente y se sentó en el estribo de las tablas a esperar que su enemigo doblara, pero el Juez le recetó dos pitos, hasta que finalmente tomó la corta para asestar un marrazo y colorín colorado, lo hecho se fue al caño. Nada y silencio.

En su segundo enemigo, Carcelero, sexto de la tarde, con 516 kg, un cárdeno oscuro, Adame cortó por lo sano ante la sosedad del burel, el desgano de su parte y a pesar de haberle brindado la faena al capitán Carlos Erosa Correa, alcalde espiteño, nada de nada.

Mientras, el que cargó con lo peor de la vacada fue el más tierno de la dinastía Silveti, de nombre Diego y de quien se esperaba sacara la casta. Sus dos astados, como aquellos del xtokoy solar de Palomeque, ni para el bistec. Hizo lo que pudo y punto.

En cambio, al  huerejo meridano con sangre francesa, Michelito Lagravere Peniche, lo vimos un tanto mejorado en sus faenas, aunque un algo medroso e inseguro con las zapatillas en la arena, bailando sin fijar pases y buscando desde lejos el corrimiento del ganado que le tocó en suerte… su primero, corrido en cuarto sitio, de nombre “Luna Mía”, con 472 kg y de pinta negro entrepelado.

Michelito le pudo haber sacado más provecho, pues era dúctil y sedeño como para hacer que sonaran las “dianas”, mas no pudo y lo despachó al más allá con una delantera que hace rodar al toro bordeando las tablas.

En su segundo y octavo del festejo, que tuvo una duración de tres horas con 45 minutos, se enfrentó a Aluxe, un berrendo capirote ensabanado que hacía las veces de animal taurino, mas no se le pudo sacar nada del pelaje.

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