Emotivo adiós de Manolo Mejía

La despedida no fue lo triunfal que soñó el matador capitalino, pero estuvo llena de emotivos matices.

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Con buena técnica y por momentos toreo suave, realizó la última faena de su vida en la Plaza México. (Agencia Reforma)
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Guillermo Leal/Agencia Reforma
MÉXICO, DF.- La despedida de los ruedos de un importante torero como Manolo Mejía no fue lo triunfal que él soñó, pero sí llena de emotivos matices de tantos años en los que el matador capitalino entregó su tauromaquia honesta al público de la Plaza México, que ayer no le dejó de aplaudir desde que apareció en el ruedo.

Los dos toros de Marco Garfias de su lote tampoco colaboraron, e inclusive el clima metió la mano dejando soplar un fuerte y molesto viento toda la tarde. Sin embargo, la técnica, oficio y las muchas horas de vuelo del capitalino le permitieron disfrutar íntimamente de su última tarde vistiendo de luces, por cierto de azul marino y oro, traje que ayer desempacó y que hoy guardará para siempre.

Es de agradecerle a Mejía que, pese a la nula colaboración de sus astados, y siendo coherente como en toda su carrera, no recurrió al polémico recurso del toro de regalo, lo que elevó aún más en categoría su adiós. El primero fue muy soso y su segundo, que brincó al callejón, muy áspero.

Sin embargo, con éste, "Alicoche", con 525 kilos, el último de los más de 130 astados que lidió en la México, Manolo hizo gala de todo su repertorio. Bregó como maestro; quitó por Chicuelinas con lucimiento y luego sorprendió al toro con muletazos llenos de técnica, algunos con muy sabroso temple y otros con poderío y valor.

La oreja que recibió tras un pinchazo y una estocada no fue por su faena, sino por su trayectoria y por su adiós.

Una emotiva despedida en la que destacó el brindis merecido a un hombre, su padre "Panchito", con dos inigualables cualidades: su fidelidad y su apoyo como mozo de espadas siempre luciendo su inseparable camisa floreada.

El corte de la coleta a la que se unieron sus hijos Imanol y Paloma, el cariño con el que el público le gritó "¡torero, torero!" cuando besó la arena contenida en su puño, cuando soltó una paloma en señal de adiós, Las Golondrinas que sonaron y sus dos finales vueltas al ruedo, de seguro harán saber a Manolo que sus triunfos y fracasos de casi 40 años valieron mucho la pena.

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