La vida de Ginobili, después de la NBA

El basquetbolista argentino de los Spurs, homenajeado, 'advierte' a su esposa que le quedan unos 40 años para compensarla

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Manu Ginobili es considerado por muchos el mejor jugador latinoamericano en la historia de la NBA (Foto: marca)
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Agencias
Manu Ginobili era homenajeado en la NBA. Bastó con mirar hacia los costados y hacia abajo para advertir que el público lo tomó como el momento más emotivo de la noche. A la salida, camino al estacionamiento, un grupo de amigos argentinos conversaba y se escuchó la pregunta: “¿Y, lloraste?”. La respuesta, un poco tímida, fue bajita: “Sí. Me emocioné cuando le agradeció a la mujer”.

Otra chica le comentaba sensaciones similares a su novio. Quizás se imaginó en sus oídos una dedicatoria similar de su amado.“Gracias por aguantar mis obsesiones durante 20 años y ayudarme a que todo esto sea más fácil. Calculo que tendré unos 40 o 50 años más para retribuirte”. Las palabras de Emanuel Ginóbili para su esposa Marianela, última y más importante destinataria del agradecimiento del bahiense en la noche en que en realidad todos fueron a agradecerle a él, hicieron eco en un AT&T Center repleto que lo escuchaba con atención.

Manu con su familia.

Y muchos, en el estadio pero también a la distancia, comenzaron a preguntarse por esa muchacha que supo ganarse el corazón de Manu hace más de dos décadas.Si hay que buscar "culpables", bien podría decirse que el básquetbol, así como le dio un sinfín de alegrías dentro de la cancha, le dio también su mayor tesoro afuera.

Manu Ginóbili ya se transformó en una leyenda: nadie más usará la 20 de los Spurs.

Dónde se conocieron

El deporte es el máximo responsable de la unión entre Manu y Many.

Primero, porque ella vivía en La Emilia, un pueblo cercano a San Nicolás, donde su papá, Luis Oroño, de larga trayectoria en la Liga Nacional y en la Selección, jugó y conoció a Analía, quien sería su esposa.Segundo, porque en la vecina ciudad jugaba el reconocido Regatas en la máxima categoría del país y lo dirigía un íntimo amigo de los Oroño: el bahiense Sergio Hernández, actual entrenador de la Selección argentina. Entonces, los aproximadamente 70 kilómetros que había entre ambas localidades se recorrían asiduamente para diversos encuentros.La familia del básquetbol de Bahía se conocía de larga data.

Todos saben quién es cada uno en la Capital del Básquetbol y, claro, los Ginóbili, que ya empezaban a hacer ruido en la escena nacional, no eran la excepción.Allá por 1997, cuando a nadie se le podía ocurrir organizar una cita a través de una aplicación para teléfonos celulares y todo quedaba reducido a los encuentros cara a cara, a Elizabeth -esposa de Hernández- se le ocurrió que, conociendo a ambos, Marianela y Emanuel podrían llevarse más que bien. Y organizó una juntada en la casa convocando a ambos.

Esta historia en particular la cuenta con lujo de detalles el periodista Diego Morini en la biografía “Manu, el héroe“.En ese encuentro, apenas conversaron, pero quedó claro en sus miradas que había un interés mutuo. Por lo que ya con la confianza que les dio aquella primera interacción, terminaron pasándose sus números de teléfono (de la casa, claro) y comenzaron a hablar seguido. No pararon más.

Ginobili y su mujer, a quien durante su homenaje agradeció tantos años de amor y paciencia (Foto: clarin)

La partida, la boda y los babies

El noviazgo llevó a un todavía juvenil Ginóbili a preguntarle a Many si se animaba a irse con él a Italia. Y ahí empezó esa historia de sacrificios que ponderó el argentino en su discurso de agradecimientos en el estadio.

Ella no tuvo demasiado que pensar y, aún con sus miedos a cuestas, hizo lo que le dictó su corazón: se fue a Reggio Calabria con su enamorado.Y si el básquetbol los juntó, otra casualidad relacionada al deporte reforzó el vínculo: se casaron en 2004 -en Bahía-, justo en el año en que Emanuel se colgó la histórica medalla de oro olímpica en Atenas.Además de los sacrificios, también estuvieron los tiempos difíciles, como cuando tomaron la decisión de ser papás y perdieron el primer embarazo.

Fieles a su costumbre, a esas personalidades similares y apoyándose mutuamente, no se rindieron y la recompensa llegó por duplicado en forma de mellizos con Dante y Nicola. Más tarde aparecería Luca. Y terminarían de construir esa familia que Gregg Popovich, el entrenador de Manu durante toda su estadía en San Antonio, definió como “lo mejor que tiene” el argentino.

(Info: clarin /Fotos: marca, @manuginobili)

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