Con un solo trazo genera una idea, conoce su historia

Desde hace años los dibujos forman parte de su vida.

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Jaime Villegas es arquitecto de profesión y desde hace 17 años. (Fotografías: Jesús Tijerina/SIPSE)
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Alejandra Flores/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Jaime Villegas genera en un solo trazo, una idea, una sensación, un ritmo. Su mano izquierda domina la tiza y sólo puedes escuchar su paso firme sobre la hoja blanca que, poco a poco, se puebla de personajes, atmósferas, expresiones corporales que capturan para siempre un instante.

Jaime Villegas es arquitecto de profesión y desde hace 17 años su vena de artista ha ganado terreno a los planos, las maquetas y los presupuestos de obra. Sus ojos chispean en medio de cualquier noche y ahí, en la aparente oscuridad, la luz de su dibujo desafía al silencio y convierte en testimonio el registro de un concierto, una puesta en escena, un montaje dancístico, una noche de letras. En cada dibujo habita, y a veces también deambula, el alma de una ciudad.

Nació el 23 de octubre de 1957 en la Ciudad de México, en la zona de Tacubaya y Observatorio. Vivió en una unidad habitacional con sus tres hermanos y como sus padres tuvieron una ostionería que luego se hizo lonchería, buena parte de su niñez la pasó ahí, ayudando en las labores del negocio familiar. Durante la primaria mesereaba, tomaba la orden, hacia las cuentas, cobraba. Ya que alcanzó el fregadero lavaba los trastes y lo que se necesitara a toda velocidad.

¿A qué jugabas cuando eras niño?

Jugaba lo que fuera, pero nunca fui afecto a los deportes, no me gustaba ni el fútbol ni el béisbol, a mí lo que me gustaba era nadar, y lo adopté como un deporte que ya es parte de mi vida, una rutina constante, parte de mi salud.

¿Dónde aprendiste a nadar?

De chicos nos llevaban a muchos balnearios, pero desde los 6 o 7 años nadaba en la alberca de la unidad habitacional que también contaba con una unidad deportiva. Crecí nadando y creo que no lo hacía tan mal, porque en el último año de la prepa fui parte del equipo de natación. (Jaime Villegas no lo dice, pero casi cada año hace el cruce de Puerto Juárez a Isla Mujeres nadando).

¿Y también dibujabas desde niño?

Si, desde pequeño hacía muchos animales que surgían de la memoria, de la observación, y luego ya más grande hacía retratos. Siempre dibujé, pero no le daba importancia, salvo cuando servía para hacer un trabajo escolar. De niño era más bien distraído, y lo único que quería era irme a jugar. Ya en la secundaria surgió mi interés por los bloques de construcción y por los rompecabezas, soy muy bueno armando rompecabezas. 

¿Viviste casi 20 años dedicado a la arquitectura? ¿Dónde estudiaste?

“Soy egresado de la carrera de Ingeniero Arquitecto por el Instituto Politécnico Nacional y si, 10 años trabajé para varias empresas y luego otros 10 en mi propia empresa.

¿Cómo era la arquitectura que imaginabas?

“Imaginaba siempre formas novedosas, raras, aunque también me ocupaba de que se tratara de algo práctico y útil. Parte de mi formación en el Poli fue esa, tenía que ser funcional, útil, aunque a veces eso daba resultados poco estéticos. Hice trabajos en Acapulco, en Querétaro, casi todos en la Ciudad de México y uno que me llena de orgullo es uno que no se construyó. 

Una vez, en un recorrido por un fraccionamiento que diseñé, vi en el escalón de la entrada a la casa a un niño jugando con su carrito, y ahí cobró total sentido todo lo que significa la arquitectura para la vida, porque la arquitectura es ante todo, humana, es social, hay en ella la búsqueda de la satisfacción del otro, hay sociología y también arte, dónde estarán las ventanas, qué se verá a través de ellas, cuántos pasos dará para moverse en el área de lavado o de la cocina al comedor, la temperatura, la luz, amo la arquitectura sin duda”.

Como arquitecto Jaime Villegas fue lo mismo dibujante que residente de obra, o analista de precios. Trabajó haciendo stands para exposiciones y aprendió herramientas de mercadotecnia que le llevaron a crear su propio despacho Clave Diseño y Construcción, con la que llega a Cancún para sumarse a la oferta.

“Me fue bien, pero no era costeable tener la empresa en México, así que los empleados se quedaron con ella y yo decidí abrirme paso solo, hacia trabajos para unos y otros, tomaba un solo cliente por vez. El caso es que desde que llegué quise retomar el dibujo y comencé a dar clases y a encontrar mi propia veta”.

¿También estudiaste en La Esmeralda?

“Cuando estaba en el séptimo semestre de arquitectura me vino una debacle profesional, creí que no era lo que quería, hice una revisión, natural a esa edad y me dejé llevar por mi parte artística, así fue como llegué a La Esmeralda. Me di de baja de manera temporal en el Poli e hice tres años y medio ahí.

Tenía 20 años y ya estaba casado, los compromisos económicos me llevaron a trabajar y a terminar la carrera en arquitectura. Pero de que estaba ahí la espinita del dibujo, estaba, y en algún momento tenía que salir”. Y salió en Cancún, hace ya 17 años. 

¿Qué te trajo a estas tierras?

“El negocio estaba bajo, me estaba separando de mi esposa, aquí tenía familia. Estaba generando cambios en mi vida, mi hijo cumplía su mayoría de edad y empezaba su camino. Buscaba una ciudad nueva, muchos factores se combinaron para llegar a Cancún”.

¿Con qué te encuentras?

“Con un mercado potencial para mi empresa, con un lugar donde podía llegar caminando casi a cualquier parte, así que no necesitaba coche, estaba ahí la playa y también el trabajo como maestro de arquitectura en la Universidad La Salle. Cancún fue mi ciudad de las oportunidades. Aquí también había cultura. Escuchando Radio Cultural Ayuntamiento me entero de que hay una exposición de Horacio Cárdenas y así comienzo a relacionarme con los artistas de la ciudad”. 

¿Cómo fueron esos tus primeros años en la ciudad?

“Me la pasaba dibujando, la Plaza de la Reforma, Las Palapas, la playa. La formación en La Esmeralda es esa: salir a dibujar. Sólo que me fui a dibujar los últimos Festivales de Cultura del Caribe y dejó de ser esporádico para hacerse constante, mi reto era dibujar cada vez mejor. Ya conocía el Club de Jazz Roots, porque mi hermano fotógrafo tenía ahí algunas en exhibición y ahí pasé de una libretita a mi tabla, a experimentar con otros materiales, con otros papeles”.

Los últimos 15 años, Jaime Villegas ha trazado no sólo su propia historia en la gráfica quintanarroense, sino que ha sido el responsable de levantar la imagen de los músicos, poetas y locos que dan ritmo, color, textura, sentido a nuestra ciudad. Hasta ahora, lleva 44 exposiciones y su prolífica obra cuenta una colección de por lo menos tres mil dibujos, muchos de ellos regalados a los propios protagonistas, otras más vendidas a coleccionistas y las más, aguardando en un closet repleto.

“A veces no sé ni por qué las guardo”, nos dice mientras sonríe y acepta que a veces es difícil manejar tanto acervo que requiere cuidado y atención. “Tengo muchos dibujos, muchos. Primero fueron sólo de jazz, y así fue cómo surgió la edición de mi libro, que más que ser mí libro, es un libro de todos los que ahí aparecen, es un testimonio de que eso sucedió, de que esos artistas estuvieron aquí. Hoy hay de todo un mucho en un closet: teatro, danza, presentaciones de libros, eventos de los que he sido testigo”. 

Jaime Villegas es más que un dibujante, su nombre en la comunidad artística quintanarroense es sinónimo de poder de convocatoria y ello le convierte también en un promotor cultural que se ocupó por más de 10 años de la difusión cultural. 

Organizador de colectivas y pieza clave en algunos festivales, Villegas se despide diciendo: “Aquí estoy trazando cada vez menos líneas, entendiendo que ahora lo que quiero mostrar es el desarrollo de una técnica que me tiene fascinado, decir más, con menos. Ahora estoy del otro lado, sigo observando, pero en otro sitio”.

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