Alejandra Flores/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- “Quiero agradecer en el alma a Juan Poch, presidente honorario del Festival Internacional de Música Cancún 2016 y nuestro anfitrión en esta noche de concierto, por el gran apoyo a la cultura, es gracias a él y a hombres y mujeres tan importantes en el destino que es posible decir: Hoy Cancún tiene un festival de la calidad que la ciudad merece”, fueron las palabras de Victoria García, directora del FIM Cancún, durante el breve acto protocolario que fue preludio de la música, el asombro y la ovación a quien, miembro de la Dinastía Valdés, tuvo a bien transformar el espacio en una fiesta rítmica.

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Antes de que Chucho Valdés Jr. y músicos convocados desde distintas latitudes, como el saxofonista Greg Vail, de Nueva York; el bajista Cristopher Nocte, de Chicago; el baterista Rafael Monteagudo, de La Habana, y el percusionista Puppy Zavaleta, de Cancún, tomaran el escenario para multiplicar la algarabía, ya la pianista Emoke Ujj, de Hungría; el trompetista Sebastián Gil, de Canarias, y la soprano chetumaleña, Laura Chuc, habían “calentado” el ambiente con una selección clásica que despertó los aplausos y conectó el oído al corazón.

“Chuchito Valdés Jr. es miembro de la dinastía de pianistas más importante de Cuba. Su abuelo, Bebo Valdés, lo sabemos todos los que amamos el jazz, creemos que su nombre se escribe en mayúsculas y que su ‘Lágrimas Negras’ con el gran Diego ‘El Cigala’, escribió una gran y entrañable historia. Los Valdés son los reyes del Latin Jazz y desde hace 6 o 7 años, Chuchito Valdés y yo somos amigos del alma”, explicó Juan Poch, concejal de los premios Grammy Latino.

“Es un placer que hoy esté aquí para ofrecer un homenaje a su abuelo y también para compartir una versión instrumental de las canciones que hemos hecho juntos. Llevamos ya más de 50, yo pongo la letra y él las destroza con su música, pero que le vamos a hacer, eso y más se le perdona a los amigos”, bromeó.

La noche transcurrió entre las poderosas notas del piano arrancadas con singular energía por Chucho Valdés Jr., y la seductora maestría de las notas del saxofón y el clarinete; entre la rítmica ancestral de las congas y la rotunda sonoridad de la batería. Una noche de estreno, de boleros, batangas y baladas donde el jazz desgrana hechizos y enciende pirotecnias.