El extraño caso de Conchita Wurst

El travesti austriaco ganador del festival de Eurovisión representa una declaración europea a favor de la libertad y el respeto,

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La 'mujer barbuda' Conchita Wurst canta en Viena, Austria, a su regreso triunfal después de ganar el Festival de Eurovisión en Copenhague. (Agencias)
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Andrea Rivera/Milenio
BERLÍN, Alemania.- Nunca, en 58 años, el Festival de la Canción de Eurovisión fue tan espectacular y político como el pasado sábado 10 en Copenhague. Los jerarcas del programa televisivo más antiguo lanzaron al mundo un mensaje claro y contundente: ¡Arriba el liberalismo, abajo el comunismo! ¡Tolerancia y libertad sexual! Ningún lenguaje figurado: ¡A la mierda con la mojigatería nacionalista rusa! ¡Al diablo con las políticas homofóbicas de Rusia!

Alrededor de la medianoche, el mainstream europeo dio ganador el tema Rise Like A Phoenix, interpretado por Conchita Wurst. Ciento cuarenta millones de espectadores fueron testigos del apoyo otorgado a una mujer con barba. ¿O a un hombre con vestido? Como sea, a Wurst le da igual.

De sonrisa angelical, marcado tono muscular, cintura diminuta, movimientos delicados y barba perfectamente acicalada, todos se preguntan qué es Conchita Wurst. Para sus detractores, este hombre-mujer simboliza ¡la decadencia de Europa! 

El primer ataque “oficial” provino del político ruso Vitaly Milonov, quien a principios de semana apareció en los noticiarios televisivos diciendo con evidente molestia: “La presentación en vivo del obviamente travesti en el mismo escenario que los artistas rusos es una propaganda abierta y directa para la perdición espiritual”.

A ojos de sus compatriotas, Wurst ha empezado a escribir una nueva historia en el ámbito de la sexualidad humana; la ven como una marginada convertida en estrella, la heroína capaz de reavivar sentimientos de orgullo entre los austriacos, la nueva emperatriz de Austria, nación que desde hace casi 50 años no ganaba esta competencia. En ánimo festivo, la madrugada del domingo alguien subió a internet un retrato de la Emperatriz Sissi con barba.

“Soy algo interesante en términos históricos estrictamente”, afirmó Thomas Neuwirth, mejor conocida como Conchita Wurst

En estos momentos, el logro de Wurst es equiparado a la victoria de Alemania tras la caída del Muro de Berlín. El semanario austriaco Kronen Zeitung publicó en su portada dominical: “Wir sind Wurst!” (Todos somos Wurst), en alusión a la consigna “Wir sind das Folk” (Todos somos el pueblo), con la cual los ciudadanos de la Alemania Democrática exigieron abrir sus fronteras a la libertad. “Nosotros decidimos qué queremos, y no el gobierno”, se lee en páginas interiores de la publicación.

“Mi triunfo —dijo Wurst al recibir el premio— lo dedico a quienes creen en un futuro de paz, tolerancia y libertad. Somos una unidad —en referencia a la comunidad LGBT— y ya nadie puede detenernos”. Sus declaraciones hacen eco en tiempos en los que la paz de Europa está en riesgo y Rusia recrimina fuertemente la homosexualidad.

Pero... ¿Quién es ella?

Se llama Thomas Neuwirth y nació varón en Bad Mittendorf, Austria, en 1988. Aun estigmatizado por las bromas escolares, se declaró homosexual muy joven. Estudió moda y canto. En 2007 empezó a desarrollar la figura artística de Conchita Wurst. 

Wurst en alemán significa “salchicha”. Concha es la forma “dulce” de nombrar los genitales femeninos. El apellido Wurst también hace referencia al dicho alemán “das ist mir wurst” (me da igual), lo que para él significa restar importancia a la orientación sexual de las personas.

Ningún otro artista en Europa había sido atacado de manera tan soez como Conchita, a quien se le ha calificado como “pedazo de porquería, atroz, catastrófico, monstruoso”. 

En Twitter, la política francesa de orientación demócrata cristiana Christine Boutin le reprocha a Wurst “haber perdido su relación con la naturaleza humana. Pero, claro, eso le da igual”.

Thomas se defiende: “Estamos en el siglo XXI y el tema de la sexualidad sigue siendo tabú. Varios padres me han dicho que ven peligrar la vida de sus hijos a raíz de mi actuación y me preguntan cómo les explican mi comportamiento. Queridos padres, les digo, su trabajo es educar a sus hijos como seres humanos tolerantes, porque lo más fácil es decirles que soy una drag queen. Deben decirles que ese joven —yo— está en armonía con su forma de ser y es una persona consciente de que en la vida hay más que solo blanco y negro. Cada quien puede ejercer el derecho de ser como quiera y de ese derecho nadie tiene derecho a burlarse”.

Conchita, señalan los medios, es mucho más que un hombre con barba en ropa de mujer, es una señal de que la libertad de los europeos es sumamente importante y está por encima de cualquier prejuicio. Su figura, con el mensaje de paz y tolerancia, toca el espíritu de nuestra época. Los seres humanos están en favor de este artista travesti para mostrarse en contra de las imágenes de destrucción y violencia que atizan a Europa y debido a la brutal y vergonzosa persecución de homosexuales en Rusia. Probablemente la Wurst funcione como un símbolo de reconciliación entre pros y contras.

“Por supuesto —dice Wurst—, pude haberme rasurado. Sin embargo, mi barba resultó la provocación perfecta en el escenario ideal, el Eurovisión, por tratarse de un concurso tolerante, sin discriminación, sin odio y sin prejuicios. Si ustedes no quieren verme, está bien, pueden cerrar sus ojos. Pero podrían perderse de algo interesante en términos históricos estrictamente”.

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