De seminarista a director de escuela y escritor: Miguel Manjarrez

El escritor chetumaleño cuenta cómo ha sido la trayectoria que lo ha colocado en donde ahora está.

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Entre las obras del escritor Miguel Manjarrez Torres están "Cuéntame gatito”, “Había una vez” y “Nada que fingir”. (Cortesía)
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Alejandra Flores/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Cuando lees o escuchas a Miguel Manjarrez Torres, sabes que estás ante un hombre sabio, prudente, amable, enfocado, analítico y propositivo. Su voz tiene el poder de crear imágenes que aderezan la conversación y dan claridad a las posturas. Ahí, en las palabras elegidas, están puestos sus estudios de filosofía y los años que como seminarista fueron a un tiempo, formación y desafío.

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Libros como “Cuéntame gatito”, publicado hace 15 años de manera independiente, o “Había una vez”, publicado por la Universidad La Salle en 2002, se suman a “Nada que fingir”, publicado por Porrúa el año pasado. Obras todas realizadas a partir de una premisa: un escritor tiene la obligación de compartir lo que escribe.

¿Dónde naciste y cómo fueron tus primeros años de vida?

Nací en Chetumal y viví ahí hasta los 17 años, no había plaza y era aún una ciudad muy tranquila, donde la diversión era caminar en el malecón o ir al Parque de los Caimanes, visitar a la familia o ir a la iglesia. Vengo de una familia muy religiosa y si no estábamos en el catecismo, estábamos en un club juvenil, y con él visitábamos los asilos de ancianos, la casa hogar, o a la gente que vivía en algún estado de vulnerabilidad.

Miguel Manjarrez es un hombre serio, pero no siempre fue tan bien portado

Cuando tenía 15 años sucede algo que me sacude, muere mi abuela y entonces me rebelé contra todo, renegué de mis padres, de Dios, y me alejé de la iglesia. Fue un año difícil en el que, gracias a una religiosa amiga de la familia, se me da la oportunidad de integrarme al coro de la iglesia, poco después se va el coordinador del coro y yo me quedo en su lugar, y organizando eventos hasta para 400 chicos. Creo que toda esa rebeldía que tenía se tradujo en liderazgo y así canalizaba todo lo que sentía.

Un sacerdote ve en Miguel Manjarrez aptitudes sacerdotales y lo invita a ser parte de lo que él llamo: un “retiro”

En realidad era un seminario y llegué ahí sin saberlo. El primer día la pregunta fue ¿por qué quieres ser sacerdote? Les expliqué que yo no iba a eso, que no me habían dicho de qué se trataba, que estaban confundidos, pero me explicaron que muchos llegan así, ‘disfruta, diviértete, aprende’, y la verdad me encantó. Conocí a mucha gente interesante como el actual obispo de Jalapa, que fue mi consejero espiritual, y durante el último año de prepa viajé a Mérida para continuar con ese ‘retiro’, que fue depurando alumnos hasta que quedamos sólo 26. Cuando me preguntaron si me gustaría hacer un discernimiento, tuve que elegir entre estudiar medicina en Jalapa, donde ya tenía mi ficha, o entrar al seminario. Preferí el seminario, y viví en Mérida cuatro años estudiando filosofía. Fueron de mis mejores años, me sensibilizo de tal forma que hoy para mí, Dios está en todos los cultos que tienen sed de amor y justicia.

¿No te quedaste en el seminario?

Son cuatro años de filosofía y luego cuatro de teología. Después de cuatro años regresé a Chetumal y nadie de mis amigos o conocidos estaba ahí, ya se habían ido a estudiar o estaban casados. Mi hermana venía a vivir a Cancún y me vine con ella, sólo tenía mi certificado de prepa porque los estudios de seminarista no tienen validez oficial, así que fue como empezar de nuevo. Solicité en una beca en la Universidad La Salle y me la dieron, así comencé a estudiar Ciencias de la Comunicación y también a escribir. Nunca quise ser escritor, lo que yo quería era escribir.

“Cuéntame gatito” se publicó al finalizar el primer año de la carrera y gracias a la colaboración de amigos seminaristas que prestaron dinero a Miguel Manjarrez para que imprimiera su novela.

La historia tiene mucho de autobiográfica y con pasajes que te hacen identificarte con un personaje que es seminarista, que pierde a su abuela, que busca el amor porque sus padres están divorciándose. Así que mis amigos, también seminaristas, creyeron en el proyecto y me ayudaron a publicarla. Vendí mil ejemplares en 18 meses y recorrí preparatorias y secundarias. Y hasta los niños de 8 o 10 años se sentían identificados, hoy quiero volver a publicarla, pero con una corrección profunda, porque reconozco que tiene muchos detalles, que 15 años de distancia te hacen ver.

Durante su carrera Miguel Manjarrez combinó sus estudios con el trabajo.

Fui capturista y luego pedí una oportunidad para dar clases en el Colegio Valladolid, sólo que no me contrataron como docente sino como director de la secundaria, puesto que luego conjugué con el trabajo frente a grupo y en materias como filosofía. Me encanta dar clases. En ese tiempo me sentía tan bien conmigo mismo, con mucho esfuerzo, porque trabajaba toda la mañana, llegaba cinco minutos antes de las cuatro de la tarde, comía el lunch que yo mismo me preparaba y salía a las 11 de la noche para llegar a mi casa en raid o como se podía y todavía a hacer tarea. No lo volvería a hacer. 

A pesar de las múltiples tareas Miguel Manjarrez sigue escribiendo cuentos, conoce a Alicia Uscanga y es ella quien le anima a publicar su segundo libro, con apoyo de la Universidad La Salle.

Alicia Uscanga fue mi maestra, ella comenzó a enseñarme algunas técnicas de narrativa. Yo venía golpeado de las críticas del libro anterior, pero Alicia me motiva. Ya había ganado el concurso de Cuentos de Día de Muertos de la Casa de la Cultura de Cancún con Eréndira y los cuentos, y es un cuento que se incluyó en ‘Había una vez’, publicado en 2002.

Manjarrez deja de publicar, pero no de escribir. En 2014 gana la convocatoria de Excelencia Literaria en los Estados Unidos, por la categoría de cuento y poesía.

El premio era la publicación de un libro, un compendio de obra que se convierte en ‘Nada que fingir’, donde reúno mis cuentos. A través de la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía. (AMAB) contacto a Porrúa, lo pasan a lectura y cumple con los requisitos para la publicación, así que sale en enero de 2015.

“Nada que fingir” fue para Manjarrez su mejor motivación.

Entendí que no necesito de una institución para moverme en festivales o promover mi libro dentro y fuera del país. Aprendí que tengo que talonearle y buscarle, así lo he llevado a Veracruz, a Monterrey, a Guadalajara, a través de videoconferencias. Luego vino la propuesta de participar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá y, postulo, me aceptan, pido prestado, y lo presento en la Universidad de La Gran Colombia, ante un auditorio de más de mil personas. Bogotá me abrió aún más la perspectiva.

Una fe especial…

Uno de sus primeros cuentos, “Inmaculada Concepción”, quedó fuera del compendio “Nada que fingir”, porque Manjarrez tenía en él una fe especial. Lo mete a un concurso de editorial Eréndira y gana el primer lugar en octubre de 2015. Su publicación le vale ser parte de su presentación en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, así como en la Feria de la Lectura Yucatán, en marzo pasado.

La obra poética de Miguel Manjarrez aparece también en la Antología de Poesía Erótica del Festival de Poesía “Cuatro Conjuros”, organizado en Cancún por el sello Librélula Editores y actualmente escribe una novela que espera concluir en unos meses.

“Hice un trabajo muy intenso con mujeres en la cárcel de Cancún, y la promesa es la publicación de esos textos autobiográficos”

“Hice un trabajo muy intenso con mujeres en la cárcel de Cancún, y la promesa es la publicación de esos textos autobiográficos”, anuncia el escritor, quien espera dar en julio un taller de autobiografía en Puerto Morelos, y con ello seguir promoviendo las acciones de la AMAB en Quintana Roo, de la cual es representante. 

Entre los trabajos que le mantienen ocupado, Miguel Manjarrez Torres promueve hoy día y a nivel nacional la convocatoria de fotografía “Nada que fingir”, en la que la lectura de alguno de los cuentos del libro, es motivo de creación fotográfica. 

“No me sé estar quieto, tengo que hacer cosas porque si no, siento que no vivo”, concluyó el escritor.

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