Spielberg recolecta historias de la guerra en Guatemala

La fundación del cineasta planea recoger 500 testimonios para documentar uno de los episodios más dolorosos de este país.

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El director de cine Steven Spielberg es fundador y director de la Fundación Shoah, la cual se encarga de documentar en video testimonios de episodios trágicos en la historia de las sociedades modernas. (Archivo AP)
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Milenio digital
GUATEMALA, Guatemala.- A Juan Chen Chen se le enciende el rostro y sonríe cuando habla de su infancia en los campos de su comunidad cuando jugaba pelota y trompo, mientras sus padres sembraban maíz y chilacayote.

Pero se pone serio, su voz sombría, y su vista se pierde en el horizonte cuando recuerda lo que le tocó vivir cuando un grupo de soldados llegó a su comunidad el cuatro de marzo de 1980. Chen pudo esconderse pero otros no tuvieron tanta suerte.

"Llegue a ver cuándo a mi papá le pusieron la bala en la cabeza", relata. "Mi papá se quedó tirado ahí y los perros empezaron a comer su cerebro, me quedé cuidando su cuerpo. Fueron los soldados que le daban seguridad a la hidroeléctrica".

Tras la incursión de los soldados él y su familia huyeron a la montaña.

La historia de Chen es una de las cientos de historias orales que la Fundación Shoah, fundada y financiada por el director de cine Steven Spielberg, ha recolectado y documentado.

Cuando terminen sería el esfuerzo, hasta ahora jamás hecho, por recopilar en video la mayor cantidad de testimonios de los sobrevivientes de la guerra en la nación centroamericana (1960-1996), donde unas 245 mil personas fueron asesinadas o desaparecidas, en su gran mayoría a manos de soldados y patrulleros civiles.

Recolectores de historias

Esta es la primera vez que la fundación Shoah recopila testimonios de una guerra en América Latina. La fundación es especialista en el holocausto judío, de donde tiene ya recopilados 52 mil testimonios, así como de los genocidios de Armenia (1915-1923), de los Tutsi en Ruanda (1994), las masacres de Nanjing China (1937) y de Guatemala.

La fundación, establecida en la University of Southern California, ha recopilado ya 100 testimonios del conflicto y planea recopilar al menos 500 en colaboración con la Fundación de Antropología Forense de Guatemala. El resto se elaboraran entre los años 2016 para integrarlos todos en 2017.

Al menos 50 universidades e instituciones alrededor del mundo tendrán acceso completo a este archivo visual histórico, con fines educativos y cualquier persona con conexión a internet también lo tendrá, pero la cantidad de vídeos que puede ver es limitada.

Fredy Peccerelli, director de la Fundación de Antropología, explica que la intención es contar las historias "de las que nadie quiere saber, sin filtros políticos, ni ideológicos", los cuales dan pincelazos de lo que fue la vida antes, durante y después de la guerra.

Con ese fin, trabajadores de la fundación se adentran en las comunidades para entrevistar a personas como Chen, un agricultor indígena Achí, sobreviviente de las masacres de Río Negro, en Baja Verapaz, a unos 175 kilómetros al norte de ciudad de Guatemala.

La historia de Chen

"Somos campesinos", le dice a la entrevistadora Yeni de León, al recordar también cómo se casó con doña Margarita, cuando él tenía 17 y ella 15 años en una boda arreglada por sus padres y que conoció el día de la boda. "Siempre vivimos bien, no hubo hasta entonces, violencia", recuerda.

Fue entonces cuando de repente llegaron los soldados buscando a unos campesinos que, supuestamente, habían robado enseres de trabajadores que entonces construían la Hidroeléctrica de Chixoy. Hubo una discusión y los soldados mataron a siete personas, líderes de la comunidad, desatando años de terror en la pequeña comunidad.

Activistas aseguran que el gobierno quería desalojar a la población para evitar conflictos con la construcción de la hidroeléctrica, lo que generó miles de muertes.

Chen dice que fue forzado a unirse a los patrulleros civiles, hasta que un día lo encarcelaron y torturaron.

"Mire mis manos, aquí tengo una seña, mire mi pierna, me enterraron el cuchillo", dice el hombre de 58 años, que cuenta su historia entre lágrimas. "Nos acusaban de guerrilleros", dice disculpándose por su llanto, "no era cierto".

Hoy Chen lo único que busca es que se haga justicia pues algunos de los patrulleros que lo torturaron aún vive cerca de su comunidad.

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