La niña cantante que creció en YouTube

Reina de los videos en la red y representante de la 'inframúsica', ya como adolescente Wendy Sulca sale de Perú y se presenta en el DF y Monterrey.

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El morbo cibernético de la gente encumbró a Wendy Sulca como una “estrella freak” construida al margen de la industria tradicional. (Facebook/Wendy Sulca)
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Víctor Núñez Jaime/Dominical
MADRID, España.- El día que Wendy Sulca dijo que quería cantar, su padre la golpeó. La niña tenía seis años y en varias ocasiones se colaba en los ensayos de Los Pícaros del Escenario, el grupo de música popular peruana donde él tocaba el arpa. Aquella vez, con la sinceridad y el descaro de la infancia, Wendy le espetó a gritos que la vocalista del conjunto no sabía cantar, que ella lo haría mejor.

—¡Papito, déjame cantar!— le rogó.

Dos golpes después, la pequeña corrió a su cuarto y sobre su cama de colcha rosa escurrieron sus lágrimas de coraje y frustración. Entonces llegó su madre para consolarla y mientras le acariciaba el cabello le prometió:

—Hijita, no te amargues. Si quieres cantar, yo te voy apoyar.

Lidia Quispe dice que cuando era niña ella también soñaba con ser cantante. Así que al ver llorar a su hija se prometió a sí misma convertirla en artista. Primero convenció a su marido para que le permitiera a Wendy cantar alguna canción en sus conciertos. Luego se enteró de que Sonia Morales, “la reina del huayno con arpa”, estaba organizando un concurso para descubrir a los nuevos talentos de la música folclórica peruana. No dudó en inscribir a Wendy y, ante el asombro de muchos, la niña fue superando cada etapa del certamen hasta que ganó. Pero los premios prometidos (un traje típico y la grabación de un disco, entre otros) nunca le fueron entregados. Un señor que había visto el desempeño de Wendy durante el concurso y que se presentó como “productor musical” le dijo a Lidia: “Señora, su hija tiene mucho talento. Qué le parece si hacemos un video con ella, para tener una clara muestra de lo que hace, para que se vaya dando a conocer”.

No iba a ser gratis, claro. Pero su raquítico sueldo de empleada en una fábrica de peluches apenas alcanzaba para completar los escasos ingresos que aportaba su esposo. ¿De dónde, entonces, iba a sacar dinero Lidia para “invertir” en algo así? Pues haciendo polladas: fiestas familiares donde cada asistente contribuye a una causa con la cantidad que esté dentro de sus posibilidades.

¡A grabar se ha dicho!

Lidia se empeñó en que el video fuera grabado en su pueblo, entre su gente. Porque quería que ellos también participaran. En el camino hacia Huacaña (Ayacucho) vio en la orilla de la carretera a una vaca que amamantaba a su cría y le pidió al camarógrafo que la filmara. Después le pidió captar la imagen de unos cerditos prendidos de las ubres de su madre. Convocó a los hijos de sus vecinos a la plaza del pueblo y a tres mujeres para que se dejaran ver mientras le daban leche a sus bebés. Los primos de Wendy tocaron el arpa, el bajo y las percusiones. Y entonces, a sus ocho años, durante poco más de cuatro minutos, Wendy hizo alarde de su habilidad para zapatear y de su agudísima voz para cantar “con mucho cariño a todos los niños del Perú”, una canción escrita por su mamá:

De día, de noche,

quisiera tomar mi tetita.

De día, de noche,

quisiera tomar mi tetita.

Cada vez que la veo a mi mamita,

me está provocando con su tetita.

Cada vez que la veo a mi mamita,

me está provocando con su tetita.

Ricoricoricorico, ¡qué rico es mi tetitaa!

¡mmm!... ¡rico, qué rico es mi tetita!

Al vídeo le agregaron los efectos de unos sintetizadores y la voz de un animador.

—¿Y si lo colgamos en YouTube? — le propusieron a Lidia.

—¿En dónde?... ¿Para qué?

No muy convencida, pagó 260 soles para que “La tetita” estuviera en el principal sitio de videos de internet. Y pronto, muy pronto, los compañeros de colegio de Wendy comenzaron a decirle:

—¡Ya somos miles los que hemos visto tu video! Y hay muchos que te imitan.

Pero la niña que se convertiría en La Reina de YouTube no tenía una computadora en casa para comprobarlo.

Caminos sin asfaltar

El distrito de San Juan de Miraflores, en el extra radio de Lima, es la suma de cerros marrones y polvorientos sobre los que se distribuyen deprimidas barriadas. En sus laderas se amontonan cientos de casas a medio construir. Se accede a ellas a través de unos angostos y empinados caminos sin asfaltar o por medio de unas largas escalinatas de cemento. Casi todos sus habitantes han llegado del interior del país huyendo del hambre, la falta de trabajo y el terrorismo senderista para formar unos asentamientos que bien podrían conformar una geología de la pobreza.

Franklin Sulca y Lidia Quispe comenzaron su vida de casados en una modesta casa de la barriada Pamplona Alta. Ahí nació su única hija el 22 de abril de 1996. Franklin amenizaba fiestas con su banda musical y Lidia hacía muñecos de peluche en una fábrica. No vivían demasiado bien, pero sí mejor que algunos de sus vecinos. Tenían para comer, para enviar a la niña al colegio y para salir a pasear de vez en cuando. Sorteaban con entereza las dificultades que se les presentaban hasta que, en 2005, la vida de esta familia se tambaleó más que nunca. El seis de abril de ese año, Franklin murió al volcarse la camioneta en la que viajaba hacia un concierto.

Todavía en pleno duelo por la pérdida de su esposo, Lidia pasó tres veces por el quirófano. La ingresaron para operarla de la vesícula y, antes de cerrar la herida, los médicos le dejaron dentro unas gasas. Un dolor insoportable y una constante secreción de pus la devolvieron al hospital. El doctor le soltó:

—De esto se salvan muy pocas personas. De 100 se salvarán cinco. Le digo esto porque quizá sea mejor encontrar quién se hará cargo de su hija. Dios no lo quiera, pero puede pasar lo peor.

“¿Te imaginas que te digan algo así?”, me preguntó Lidia con voz entrecortada y lágrimas en los ojos en el vestíbulo de un hotel en Madrid. “Mi hijita, tan chiquita, ¡y huérfana! Cuando el doctor me dijo eso me salí llorando y pensé que Dios no existía. Si me quería llevar a mí, hubiera dejado a mi esposo. Ya luego le pedí que no me desamparara. Cuando me fui al hospital no me despedí de Wendy. Porque dije: ‘Si me despido es que me voy a morir’. Y eso no. Y gracias a Dios salí adelante y aquí sigo a su lado”.

Grata sorpresa

Al recuperarse, Lidia acompañó a su hija a un cibercafé para ver las miles de reproducciones que “La tetita” había tenido en YouTube. “Eran muchísimas. ¡Muchísimas! No me lo esperaba. Para nada. Y me dio tanta alegría que comencé a llorar”, recuerda. Si había funcionado un video en la red, ¿por qué no hacer más? Incluso, ¿por qué no hacer, de una vez, un disco? Lidia le había escrito una canción a su padre cuando éste murió. Pero ahora que su esposo también había fallecido, la letra bien podría acoplarse a la situación de Wendy. Así que la niña chillona entonó con voz desgarrada, mientras dejaba ver que sus dientes de leche se le estaban cayendo:

Papito, no me dejes por favor.

Papitoooooooooooo,

no te vayas por favor.

Yo te quiero mucho,

mucho, mucho, mucho.

Pero había que ser creativos. Lidia no abandonó la idea de utilizar su pueblo como escenario para los videos de su hija. Pensó en la Plaza Central, donde había un señor borracho perdido al que filmaron sin que él se diera cuenta, y pidió permiso para grabar en una cantina. Ahora el tema sería más profundo: ahogar en cerveza una pena de desamor. No era algo muy infantil, pero Wendy tenía que conquistar “nuevos públicos.” Así que allí estaba una vez más, “La niña maravilla del folklore”, rodeada de campesinos borrachos y exigiendo cerveza a gritos.

Cerveza, cerveza, quiero tomar cerveza.

Porque ya bastante sufro en la vida,

porque mi amorcito se ha marchado lejos.

Señor cantinero, dame más cerveza

YouTube comenzó a echar humo con tantos clicks y comentarios. Los videos eran insólitos y cómicos por inocentes y con sonidos que, de tan andinos, parecían extraterrestres. En varios países del mundo hacían parodias de “La tetita” y de “Cerveza, cerveza”. Empezaron a llegar invitaciones para ir a los programas de televisión o para hacer conciertos en pequeños locales de Lima. También en la provincia de Perú. Y, más tarde, a las capitales iberoamericanas.

¿Freak o libre?

Niña, autóctona, pobre. Independiente o alternativa. Folclórica, kitsch y bizarra. Simplista. Ingenua. Víctima de las circunstancias de su país. Exótica y creativa. Impostada. Poco a poco, el morbo cibernético de la gente fue encumbrando a Wendy Sulca como una “estrella freak” construida al margen de la industria tradicional. Como la prueba fehaciente de que en internet el público es realmente libre. Porque en la red produce, distribuye y consume sus propios contenidos.

Alfredo Villar es un antropólogo y DJ peruano que desde hace varios años centra sus investigaciones en la música popular de su país. Del otro lado del teléfono me dice que “el éxito de Wendy Sulca proviene de lo excéntrico de su propuesta musical y visual. Sus códigos parecen peruanos pero están atravesados por elementos occidentales que son pervertidos constantemente con irreverencia y sentido del humor”. Y cuenta, además, que en Perú a los fans de la música folclórica “no les gusta Wendy, porque ella se mueve más en discotecas y festivales que en los verdaderos conciertos folklóricos. Los fieles de este tipo de música son más exigentes”.

Quizá esto que dice Villar tenga que ver con las numerosas burlas que esta “niña maravilla” ha recibido. En España, por ejemplo, en los programas Sé lo que hicisteis y El Intermedio, del canal La Sexta. Pero ella tiene un escudo contra la mala leche que hierve en internet y en la televisión: “Estoy preparada para todo tipo de comentarios. A muchos les gusta lo que hago, pero les da vergüenza reconocerlo. Y yo soy más fuerte que cualquier crítica mala”, me dijo sin rodeos.

Después de ser todo un hit de la red, Wendy Sulca se ha presentado en la mayoría de los rincones de Perú. Tiene blog, Facebook, Twitter y canal propio en YouTube. Y computadora en casa. Después de sendas sesiones de peluquería y maquillaje celebró dos fiestas cuando cumplió 15 Años. Una con su familia, amigos y un puñado de cadetes chambelanes de uniforme blanco con espadas, en donde sonó (premonitoria) “Quinceañera”, la canción de la telenovela mexicana del mismo nombre protagonizada por Adela Noriega y Thalía en los ochenta. Y otra con su público, a la que asistieron 10 mil personas. En ambas, su vestido era rosa fosforescente y de contorno negro. Su corona, pequeña y plateada. “Parece una princesita”, dijo su mamá.

Ha cantado con los argentinos Dane Sipinetta y Fito Páez. Ha participado en un video de los puertorriqueños Calle 13. Y, cómo no, con su madre, Lidia Quispe. En 2010 cantó “En tus tierras bailaré”, junto a La Tigresa del Oriente y Delfín hasta el fin (otras dos estrellas de “la era YouTube” que me presentó aquella tarde en su hotel de Madrid, a donde los tres habían venido a presentarse al Youfest). Entonces comenzó a salir de su país. Primero a Buenos Aires, luego a Bogotá y a Santiago de Chile. Luego a la capital de España. Y, ahora México. “Me gustaría conocer Acapulco. Desde que vi un capítulo del Chavo del Ocho no puedo dejar de pensar en esa playa. Además, en Perú, siempre estamos muy enterados de lo que pasa en México y me encanaría ir”, apostilló.

Youfest en Madrid

Casi una década después de haber cantado por primera vez “La tetita”, Wendy Sulca se subió al escenario del YouFest Madrid, en la explanada del Centro de Creación Contemporánea Matadero, al sur de la ciudad. Lucía una pollera (falda) verde con corazones con su nombre y paisajes representativos de Perú, como Machu Pichu. Era una tarde fría y lluviosa, pero el escaso público (niños y jóvenes) no dejaba de corear los éxitos de La Niña Maravilla del Folklore, sobre todo cuando Ronald Ronni Carbajal, el gritón animador que siempre la acompaña, lo exigía.

Conversé con Wendy tres días antes de su participación. Con nosotros estaba Lidia. Ambas respondían con risillas nerviosas y también hicieron especial énfasis en que la hoy adolescente ha educado su voz. “Porque quiero ser muy profesional y llevar mi música a muchos países. Y que me tomen en serio”, dice Wendy.

La niña que creció en YouTube ya se destetó y ahora es una Lolita que gime ya no con ingenuidad, sino con sensualidad. Pero no abandona su “inocencia”. Hace unos meses hizo una twitcam con sus fans y, sin ningún reparo, saludaba dulce y sonriente a gente como Elver Galarga, Soila Vaca, Mari Conazo, Rosa Melano, Elsa Capunta, Elga Yina, Ana Lisa Melano y María Dolores del Orto. Si su padre la viera, ¿la volvería a golpear?

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