Todo es negro: mujer que estuvo en el Triángulo de las Bermudas

Hay que estar alerta 24 horas. Porque no solo las tormentas son un peligro.

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En tramo de Saint Martin a las Bermudas recorrió unas novecientas millas náuticas, y se demoró dieciséis días. (La Sexta)
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Ciudad de México.- "No tengo miedo. Yo estoy sola físicamente porque elijo estar sola. Pero la soledad es otra cosa. Es del alma, es cuando tienes carencias muy profundas".

Aurora Canessa tiene 74 años y no escribe libros de autoayuda, pero sí podríamos decir que es una gurú del mar.

En 2010, partió desde Buenos Aires rumbo al Caribe. Despacito y sin apuro, se detuvo en Brasil y siguió hasta Saint Martin, desde donde zarparía para concretar el cruce del Atlántico "Me tomaba mis buenas caipirinhas - bromea-. Hago aventura, pero no me sacrifico". Así, el viaje le llevaría un año y medio.

Finalmente, en mayo de 2011 partió hacia la aventura tan mentada, el cruce del Océano Atlántico, la epopeya que le llevaría dos meses, con paradas técnicas para aprovisionarse en las islas Bermudas y Azores, antes de llegar al puerto de Cascaes, una pequeña villa a 25 kilómetros de Lisboa, en Portugal. "¡Pienso lo que hice y digo: que locura! ¡Hubo de todo en aquel primer viaje!"

Y sí, como bien relata Aurora, hubo de todo: enfrentó temporales, tempestades y huracanes. Días de sol abrasador, otros lluviosos y helados, noches sin luna ni estrellas, a ciegas, en medio de la oscuridad total.

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"Es como si estuvieras navegando en petróleo. No se ve el horizonte. El agua y cielo son de un mismo color: negro. Estás en el medio de la nada, sola, en un pozo negro". Pero ella repite, una y otra vez, que no siente miedo. "¿Y qué te puede pasar? No hay nada. Es la nada".

En tramo de Saint Martin a las Bermudas recorrió unas novecientas millas náuticas, y se demoró dieciséis días. "¡Fue terrible, pasé por el Triangulo de las Bermudas y me agarró un temporal! ¡Pasó de todo, hasta me quedé sin motor!". Ya en medio del océano, estuvo a punto de entrar en el ojo de un huracán, que pudo esquivar porque recibió a tiempo un aviso de la empresa de comunicación sátelital que la apoya, Tesacom. Desde las Islas Canarias, le advirtieron que frenara el barco urgente, que lo tenía en sus narices, que de otra manera la pasaría por arriba. "Así que bajé todo, puse el barco de manera que no avanzara, sino para que vaya derrapando". Aguantó un día y medio hasta que pasó el huracán. Pudo verlo en el horizonte. "Es una nube negra, como un pampero".

Por eso, dice, hay que estar alerta 24 horas. Porque no solo las tormentas son un peligro en alta mar. Aurora dormía veinte minutos por otros veinte que se mantenía despierta. "Tenía que regular muy bien mis energías. Pero el cuerpo humano es una máquina perfecta, y me despertaba antes que suene el despertador. Después de una semana adquirí algo que se llama estar al son de mar. Se te acomoda el cuerpo, empiezas a tener más elasticidad. Porque si sabes que tienes veinte minutos, y en treinta pasa un portacontenedor, te parte al medio y te manda al fondo del mar: ¿No te vas a despertar?", pregunta, retóricamente.

Ocurre que los gigantescos portacontenedores no detectan a los veleros, ni siquiera el radar los reconoce. Pero Aurora los ubica gracias al AIS, un sistema que registra las naves, el rumbo, velocidad, tamaño y nombre del barco. "El único portacontenedores que me crucé en el océano Atlántico venía rumbo colisión conmigo, a treinta nudos (sesenta km), mientras que yo voy a cinco nudos (diez kilómetros). Aurora lo detectó a tiempo, llamó y pudieron corregir el rumbo.

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