Desde hace 500 años un coloso atemoriza a Colima

Desde el siglo XVI se tienen antecedentes de su actividad y se cuenta ya documentada la etapa eruptiva desde 1913.

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Notimex
MÉXICO, D.F.- Desde hace 500 años se tienen registros o al menos antecedentes sobre la actividad del Volcán de Fuego y se cuenta ya documentada la etapa eruptiva de 1913, que generó un cráter de 350 metros de profundidad.

El investigador en el Observatorio Vulcanológico de la Universidad de Colima, Mauricio Bretón González, como responsable de la reconstrucción de la actividad histórica del coloso, ha elaborado un seguimiento completo de las erupciones desde el siglo XVI a la fecha.

Basado en ello, aseguró que los 415 mil habitantes que viven en un radio de 35 kilómetros y, por tanto, expuestos a riesgos como caída de ceniza, flujos de lodo y de lava.

Con una altura aproximada a los tres mil 860 metros sobre el nivel del mar, el Volcán de Fuego o de Colima se localiza entre los estados de Colima (ocupando parte de los municipios de Comala y Cuauhtémoc) y Jalisco (en los municipios de Tuxpan, Zapotitlán de Vadillo y Tonila).

A una distancia de 32 kilómetros en línea recta de esta ciudad capital, este coloso es, por su altura, el octavo volcán más alto de México.

En entrevista con Notimex, Bretón González aclaró que si bien su actividad eruptiva es un espectáculo, “también es nuestra obligación, como ciudadanos y como habitantes de la zona, estar siempre informados de lo que un volcán pueda ocasionar”.

El miembro del Comité Científico Asesor de Vigilancia Volcánica, y que ha desarrollado estudios sobre la historia eruptiva para determinar zonas de riesgo, mencionó que se tienen registros o al menos antecedentes sobre la actividad del Volcán de Fuego en los últimos 500 años.

Añadió que la reconstrucción histórica ha sido complicada, especialmente hasta antes de 1892, pues no se puede tener un registro tan preciso, pero sí saber de los eventos más grandes y del tiempo que ha pasado entre uno y otro.

De 1892 hacia atrás, dijo, se han obtenido datos a través de dibujos, pinturas, cartas e información que se cruzó de alguna u otra manera, sobre todo cuando existió alguna lluvia de ceniza, por ejemplo en los archivos parroquiales, donde los párrocos en calidad de historiadores recogían la información sobre algún evento.

Asimismo, por medio de la información que surgía en las jefaturas de gobierno o presidencias municipales, desde donde reportaban daños y qué hacer, no solo con la actividad volcánica, sino con sismos o tormentas fuertes, entre otros fenómenos naturales.

“Hay registros que se han ido recogiendo, incluso los más antiguos, del siglo XVI, a través de una investigación en los archivos de Indias, de Sevilla, en España, del Archivo Real de Simancas, también en España, de la Biblioteca Nacional de Madrid, del Archivo General de la Nación de México, y de algunos libros de la época”, indicó.

No obstante, agregó, una parte importante viene a partir de la erupción de 1913, un evento de tipo pliniano, que ocurrió el 19 y 20 de enero de ese año, aunque a partir de 1892 se tienen registros sobre lo que se realizaba en Ciudad Guzmán con el Observatorio Meteorológico y Vulcanológico.

“Desde ahí tenemos registros bastante aceptables sobre la actividad, principalmente en la etapa diurna, porque era cuando los observadores, gente del seminario, estaban viendo lo que ocurría, y registraban lo que era el evento, la altura, la dirección de los vientos, es decir, elementos muy buenos para el estudio”, manifestó.

Precisó que a partir de ese momento, 1892, y hasta 1909 aproximadamente, los registros son bastante efectivos, lo que permitió confirmar que en 1903 el volcán tuvo una etapa explosiva “muy vistosa, que es recogida en estos registros”.

Fue en 1913 cuando presentó otra erupción explosiva, de la que existen fotografías, y que generó un cráter que fue visto por algunos estudiosos de la época que subieron posteriormente, quienes afirmaron en ese entonces que tenía alrededor de 350 metros de profundidad.

“Luego viene un periodo revolucionario en México donde se pierden muchos datos y registros, inclusive no es un sitio visitado por exploradores de otros lugares, por las mismas circunstancias del país”, explicó.

Bretón González agregó que la actividad registra una etapa hasta 1957, pues se tienen evidencias de una reactivación importante que culmina a principios de los años 60, con diferentes eventos y el crecimiento de un domo, todo fotografiado por muchos habitantes de Colima, que incluso subían a la cima y se metían al cráter.

Mencionó que enseguida se dio una pausa hasta 1975 y 1976, donde el volcán vuelve a tener un episodio eruptivo de carácter efusivo, con la generación de algunos flujos de lava, sobre todo muy visibles por el lado este, y a partir de ese momento se da un estudio sistemático de lo que son sus erupciones.

“Diversos investigadores a nivel nacional e internacional empezaron a tener mayor atención sobre lo que estaba haciendo el Volcán de Fuego de Colima, y se hicieron visitas más frecuentes de investigadores de Estados Unidos, Italia, de la UNAM, y se empezaron a generar las bases para lo que actualmente es el Observatorio Vulcanológico”, detalló.

Precisó que aun cuando la etapa de los años ochenta no es de gran actividad eruptiva, a partir de 1991 se genera un cambio, y en 1994 se construye el edifico actual del Observatorio Vulcanológico, lo que generó algunos sistemas de vigilancia para hacer más sistemático el seguimiento de la actividad eruptiva.

Respecto a la conformación del Volcán de Fuego, refirió que es un estratovolcán, pues su edificio es característico de los volcanes poligenéticos, es decir, volcanes que hacen erupción muchas veces a lo largo de su vida y que van construyendo este edificio a base de capas o estratos.

“Su tamaño va creciendo o disminuyendo en función de sus erupciones; durante la de 1913, el volcán perdió aproximadamente 100 metros de su cima, que ya recuperó e inclusive superó; los volcanes van creciendo, se van formando con capas y capas de lava que los hacen que vayan aumentando su altura y su espesor”, indicó.

Reconoció que los volcanes de este tipo suelen cargar un peso y, con ello, romperse en algún momento en función de la consistencia, pero aclaró que, hasta febrero, por la altura y estructura que se ve, no es un volcán que esté agrietado, no se le ven fisuras importantes o que se pueda considerar que pueda haber un escenario de ruptura.

Para el investigador, doctor en sismicidad y vulcanismo históricos por la Universidad de Granada, España, la actual es una de las etapas eruptivas más importantes, pues haciendo un recuento de lo que ha pasado en otros siglos, la actividad prácticamente ha superado a la de otras épocas.

“La diferencia es que hoy día tenemos una población muy importante alrededor del volcán, lo que no ocurría hace 100 ni 200 años, pues son alrededor de 450 mil habitantes en un radio de 35 kilómetros del volcán”, dijo.

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