Dejan a su suerte a los adictos al juego

En México hay 4 millones de jugadores compulsivos; faltan especialistas y clínicas certificadas para reconocer, diagnosticar y atender este problema.

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Un ludópata no tiene límites. (elsiglodetorreon.com.mx)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- En México hay 4 millones de adictos al juego de acuerdo con el Consejo Nacional contra las Adicciones, y alrededor de 90 por ciento carece de acceso a la rehabilitación debido a la falta de especialistas y clínicas certificadas para reconocer, diagnosticar y atender este problema, aseguró Raquel Paredes Arroyo, psicóloga especializada en terapias cognitivas y conductuales del Centro Vincere.

Paredes Arroyo, fundadora de esa clínica privada, una de las primeras certificadas por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, explicó que en México la ludopatía —adicción al juego— es alarmante, pues a pesar de que la Organización Mundial de la Salud la reconoce como enfermedad psiquiátrica, se carece de normas, guías y modelos de atención en salud pública, según publica Milenio.

La diferencia con el alcoholismo y las drogas, acotó, es que la patología avanza hacia la cronicidad de manera discreta; nadie nota que en casa hay un jugador.

“Todo se descubre cuando pierden a la familia, caen en la cárcel o mueren”, comentó la experta del centro localizado en la Ex Hacienda Jajalpa, municipio de Ocoyoacac, Estado de México.

“Son personas solitarias con ideas irracionales, creen que con poco pueden ganar mucho, hacerse ricos. Tienen poca tolerancia a la frustración y la necesidad hacia el juego crece a tal grado que hombres y mujeres incluso se prostituyen con tal de conseguir dinero”, aseguró.

Jackie Zarkin Rabinovitz, director del Centro Vincere y ludópata con 9 años y medio de abstinencia, aseguró que es una enfermedad tan grave que el afectado “es capaz de manipular a la familia, de obligar, de alguna forma, a que su propia esposa se prostituya”.

Testimonios

Marcela, de 43 años, es adicta al juego en recuperación, tiene 35 días sin apostar. Subió a tribuna en terapia de grupo y recordó que hace cuatro años desarrolló la enfermedad. “Alucinaba las máquinas, pero hubo una que me atrapó. Empecé al principio a jugar por distracción”, narró.

La obsesión por el juego hizo que cometiera actos vergonzosos como “robar las colegiaturas de mis hijos, mentir para obtener préstamos y robar cosas de mi casa. La muchacha que me ayudaba desde hace ocho años comenzó a extorsionarme con decirle a mi marido y yo aceptaba todo lo que me pedía, le daba cantidades enormes de dinero con tal de que se callara y me consiguiera préstamos”, explicó Marcela.

“Me di cuenta de que tenía un problema cuando ganaba, cobraba y volvía a perder todo. Como adicta yo no quería ganar, sino perder para sentir esa sensación de vacío, era mi pretexto perfecto para regresar al otro día”, concluyó.

Un ludópata no tiene límites. Puede apostar desde cien pesos, que puede significar todo su patrimonio, hasta regalar su casa o a su esposa.

En la tribuna todos tenían una historia triste que contar. Como un hombre que se mutiló un dedo para poder cobrar el seguro y seguir jugando. Javier, un joven de 23 años, aseguró que llegó a robar, asaltar, falsificar documentos oficiales, defraudar a instituciones bancarias y planear actos delictivos.

Javier se asume como jugador compulsivo y forma parte de los 18 que se encuentran internados en el Centro Vincere. “Yo empecé a jugar desde muy chico, era muy común en mi familia realizar viajes a Las Vegas, que todos jugaran. Pero lo que le resultaba a unos diversión, a mí me causaba frustración”, contó.

“Yo tenía que perder todo o ganar todo lo que había en la mesa. Me ponía muy mal. No me gustaba que echaran relajo o se rieran, yo quería que se concentraran en las barajas, por eso comencé a asistir a casinos clandestinos. Tenía IFE y pasaportes falsos, entraba sin problema aunque fuera menor”, recordó.

La adicción le causaba ansiedad, culpa, obsesión por conseguir dinero. Por ello comenzó por robar a su madre 200 pesos de la cartera, pero jamás le alcanzaba. Por eso empezó a robar, asaltar a las personas y vender autos ajenos. “Cometí fraudes bancarios. Hice lo que pude para conseguir dinero… era mi droga”.

Esquema de recuperación

Aunque este centro es de puertas abiertas, si alguno pretende escapar se activa la alarma, de inmediato se contiene la crisis. Las terapias consisten en aplicar el modelo de Alcohólicos Anónimos, pero también en consultas individuales y familiares, y en llevar a cabo actividades artísticas.

En el Centro Vincere las actividades empiezan a las seis de la mañana y terminan a las 10 de la noche. Solo se permiten ciertos programas, nunca deportivos o películas con contenido violento. Nadie lleva celulares ni se conecta a redes.

En México la rehabilitación no está al alcance de todos. En el Centro Vincere 35 días de internamiento cuestan 80 mil pesos, más 12 semanas de terapias individuales y familiares ambulatorias de 27 mil pesos. No obstante, ese lugar de rehabilitación ofrece un sistema de becas para gente de escasos recursos.

“Tenemos talleres terapéuticos, se trabaja con la personalidad adictiva, que es la raíz del problema. No sólo quitamos los síntomas, sino que también se trabaja con manejo del estrés, tolerancia a la frustración, elementos que ayudan a la persona a contrarrestar esa obsesión por el juego”, concluyó Paredes Arroyo.

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