Aquí el 'narco' se combate con música (video)

Todos los domingos, la calle 17 de Ciudad Victoria, Tamaulipas, se cierra al tránsito y recibe a familias para disfrutar de ese “territorio liberado”.

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La verbena popular del fin de semana incluye funciones de cine al aire libre. (Milenio)
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Juan Pablo Becerra-Acosta/Milenio
CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Aquí la guerra contra el crimen organizado no solo se libra a balazos: también se combate con música

Aquí hay una lucha cotidiana de ciudadanos y autoridades por recuperar cada espacio, cada plaza, cada rincón que había caído en manos de la delincuencia. Y para ello, para ganar esta batalla, no solo se jalan gatillos, también se interpretan piezas musicales: es una guerra que sí tiene estruendos de granadas y fusiles, pero también sonidos de rap y de bandas norteñas. Es una guerra con explosiones, pero también con pirotecnia

Ciudad Victoria tiene poco más de 300 mil pobladores. El año pasado hubo 126 ejecuciones en sus ardientes calles (un promedio de dos asesinatos con el sello del narco por semana), que la convirtieron en la octava urbe más violenta de México (la 36 del mundo), de acuerdo con el índice de homicidios por cada 100 mil habitantes. Sus problemas han sido de tal virulencia que la policía municipal tuvo que ser disuelta y el Ejército tomó el control de la seguridad del lugar.

La Calle 17 es la avenida arbolada que más aprecian los habitantes de Ciudad Victoria. Desde hace un año y medio es símbolo de los 25 espacios que han sido arrebatados al crimen organizado: cada domingo la vialidad es cerrada al tránsito y ahí se realiza una verbena popular a la que acuden alrededor de 15 mil personas. Sobre el asfalto hay cómicos, bandas musicales, juegos, ajedrez, competencias de vencidas, tiro al blanco sobre agua, cine... La gente pasea en paz con sus mascotas, con sus carriolas, con sus familiares y amigos. Hay gente en bicicleta, gente patinando. Es un carnaval dominical.

Y por eso a esta calle, que en realidad se llama Francisco I. Madero, ahora le dicen “la Libre 17”. Territorio liberado, aunque sea una tarde a la semana.

El presidente municipal es seguido de cerca por una media docena de agentes de seguridad vestidos de civil y con chícharos en la oreja. La entrada principal del ayuntamiento es resguardado por soldados. Ahí, en la Calle 17, mientras la gente empieza a hacer suya la avenida, Miguel Ángel González Salum cuenta:

“Hemos emprendido un programa de rescate de espacios públicos. Libre 17 es el ejemplo más grande. Es un bálsamo que ve la gente para salir a las calles, para recuperarlas, para hacerlas suyas y tener un momento de esparcimiento y convivencia en familia”.

El priista dice que los soldados no se retirarán hasta que tenga una policía municipal certificada, cuyos elementos brotarán de los cuerpos estatales:

“Mientras no se certifique al ciento por ciento, mientras no se completen los elementos que se requieren, seguirá habiendo labores de vigilancia del Ejército.

"Se trata de uno de los 25 espacios públicos que la gente arrebató al crimen organizado"

Sin embargo, a pesar de la presencia militar, solo un índice delictivo ha descendido de forma importante:

“El robo a comercio ha bajado con la entrada de estos elementos en el centro de la ciudad, y el trabajo que se está haciendo es precisamente para eso, para llegar a abatir todos esos índices que se tienen.”

Los ciudadanos aún tienen miedo. Nueve de cada 10 personas con las que se habla durante tres días lo manifiestan así. Berenice, una mujer de 30 años que camina acompañada de sus pequeños, lo ilustra:

—Pues, la verdad, todo sigue igual, porque desgraciadamente ya el miedo lo tenemos todos. Ya no es lo mismo salir a la calle, no salimos con la misma libertad, con la misma confianza de antes.

—¿Les da miedo por las balaceras o qué pasa?

—Por las balaceras y los asaltos, ya no sabe uno qué pueda pasar: te puede tocar una balacera, puede que te asalten. Cualquier cosa…

—Que feo vivir así, ¿no?

—Horrible (se le entristecen los ojos)… Y más cuando estábamos acostumbrados a una ciudad tranquila. Podías andar a cualquier hora en la calle haciendo lo que quisieras. Es muy feo, es un cambio muy drástico…

Es viernes y son las 7:30 de la noche. Apenas hay unos cuantos coches circulando. Los comercios se ven vacíos. Un taxista nos conduce por las calles desiertas. Hay negocios abandonados, locales en renta, anuncios de remate de mercancía. Al taxista recién lo interceptó un comando y lo narra con detalle, pero antes apunta:

—Con todo y la vigilancia que puedan traer, la seguridad en esta zona del estado ya no se siente. Decía el ex gobernador: ‘No pasa nada, son rumores’. ¡Hijo! que empiezan a aparecer cabezas en hieleras. Haga de cuenta de que si usted era algo, comandante de la policía, ¡vámonos!, llevaban su cabeza a la casa de sus familiares…

—¿Y a usted qué le pasó? ¿Le pusieron la pistola?...

—Un juguetito de China…

—¿Era de mentiras?...

—¡Nombre, qué! ¡Juguetito de China es un cuerno de chivo! Andaban como unos siete en una camioneta Cherokee y me dan el cerrón: “¡Párate a la verga, puto! ¡Órale, presta todo lo que traigas de valor, a chingar a tu madre!

Uno de los criminales introdujo su fusil AK-47 por la ventana, simulaba estar ansioso por disparar. Quería aterrorizar al taxista. Y lo logró.

—Estaba diciendo: “¡Rápido, puto, a la verga, en corto, que traigo comezón en el dedo!” Me apuntó y yo: “¡Ay güey!”, pinche bala, no, bueno, y les di todo…

Una historia de tantas que relatan las víctimas. Con tono de resignación, el hombre agrega:

—Los únicos pendejos en las calles por las noches somos los taxistas, los militares y los malosos. Ya nos estamos acostumbrando a todo esto, oiga…

Un hombre de sombrero y bigote abundante que come en el restaurante de un hotel platica sus reflexiones sobre lo que ocurre:

—Nooo, esto ya no se compone, yo creo. Va de mal en peor. Este era un pueblo pacífico, muy amable. Ahora de repente hay balaceras en las esquinas, en las avenidas; balaceras del Ejército contra los delincuentes. ¿No le dieron un granadazo a la casa del gobernador? Y eso ni se supo en los medios. Aquí no se ha compuesto nada, esa es la verdad…

Líricas sobre delincuencia

Aparte de la batalla por la Libre 17, algunos jóvenes han ganado sus propias escaramuzas: a pesar del miedo, decenas se aventuran en las primeras horas de la noche y salen a rapear historias de su cotidianeidad, líricas sobre la delincuencia, piezas acerca de policías corruptos y malos gobiernos; crónicas sobre los rezagos sociales y las tentaciones del narco. 

Ahí andan ellos, danzando con sus tatuajes, con sus gorras, en una placita ubicada junto al campo de beisbol, haciendo acrobacias y malabares con palos ardientes, bastones en fuego que iluminan las noches. Ahí la rolan, raspando piezas con sus gargantas impetuosas que cantan cosas, así:

“En las calleeeees, hay dolor; hay-dolor-hay-dolor…

“En la genteeeee, hay terror; hay-terror-hay-terror…

“Nuestras-calles-convertidas-campo-santo…

“Mi-ciudad-convertida-en-cuarteles; militares-hay-sicarios-son-igual-sangreeee… No-deja de brotar-no-deja-de-brotar…”.

Ciudad Victoria y sus batallas ganadas con música. Ciudad Victoria y la guerra a balazos que un no puede ganar…

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