'La Tuta era rico de cuna y siempre fue grosero'

Hasta antes de 2012 vivieron el auge por la explotación de minas de la zona, después 'Los caballeros templarios' se adueñaron de los negocios.

|
En la plaza principal de Arteaga los ancianos descansan o juegan naipes para no morir de aburrimiento. (Omar Franco/Milenio)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Érika Flores/Milenio
ARTEAGA, Mich.- En Arteaga, Michoacán, no hay nada. Es literal. En esta zona de Tierra Caliente la detención de Servando Gómez, La Tuta, oriundo de este municipio, es irrelevante porque el tiempo está detenido. Las calles se ven vacías, más de la mitad de sus habitantes están desempleados y en la plaza principal los ancianos juegan naipes para no morir de aburrimiento.

Desde la ciudad de Morelia son necesarias cuatro horas de carretera para llegar al pueblo donde nació y creció La Tuta

Las primeras tres son sencillas en comparación con la última, que implica innumerables curvas para atravesar la sierra. Con el sol a plomo un letrero optimista recibe: "Bienvenidos a Arteaga, el municipio grande en educación, ganadería, pesca y minería". Pero eso es mentira, cuenta doña Juana Ríos, la propietaria de una modesta cocina económica que abre todos los días, aun sin tener clientela.

"Aquí la vida es triste, no hay trabajo, el pueblo está solo y a veces no nos sale nada. Mucha gente se espantó cuando llegó la policía, por eso se fueron". 

Si bien le va —dice— guisa para vender dos o tres comidas al día, o al menos un par de refrescos. Pero si todo va mal, debe refrigerar todo. 

"Si uno tiene hambre no hay con qué. Entonces te aguantas, te vas a tu casa con un plato de frijoles y dos o tres tortillas".

Todos añoran la prosperidad que causó la explotación de minas en Arteaga, cuando hasta antes de 2012 hubo un boom económico generado por las empresas extranjeras y nacionales que explotaban fierro y otros minerales. Fueron años de constante tráfico de automóviles, movimiento de gente, renta de casas, tiempos en que doña Juana vendía mucha comida y don José Rodríguez (el bolero del pueblo con más de 70 años) se ganaba entre 200 y 300 pesos dando grasa al calzado de los mineros.

El declive económico fue inevitable: los empresarios tuvieron que pagar derecho de piso, Los caballeros templarios se adueñaron de algunas minas, aparecieron los autodefensas, intervinieron las autoridades federales y la Secretaría del Medio Ambiente realizó varias clausuras.

 Así lo informó en 2010: "Inspectores federales de la Profepa realizaron visitas de inspección en los proyectos de extracción mineral de fierro denominados Miriam y El Faraón, los cuales operaban sin autorización... Aseguraron de manera precautoria 98 mil 671 toneladas de material ferroso... Estuvieron presentes elementos de la Marina y de la PGJ del estado".

Maestros en auge

Sin la minería este pueblo se reestructuró. Ahora destacan los profesores por ser los únicos que perciben ingresos fijos; a nadie le importa si pertenecen a la CNTE o al SNTE, lo que cuenta es que mueven la precaria economía (como profesores de escuela o funcionarios del ayuntamiento) al emplear a los mineros que ahora se han convertido en albañiles. Ambos ganan: los maestros amplían sus casas y los mineros dan de comer a sus familias.

Es domingo por la tarde y la plaza se encuentra vacía. Quedan algunos negocios de ropa, máquinas tragamonedas, antojitos y golosinas; algunas mujeres se ayudan vendiendo huevos rellenos de confeti. Pero esa tarde no hay clientela ni porque es quincena. El único lugar con gente es el billar de la esquina, punto de reunión, juego o charla de los hombres del lugar; viejos que esperan morir, jóvenes que aspiran a ser maestros y halcones del narcotráfico y que toman un descanso antes de dar la vuelta en su moto o camioneta.

"Para que haya trabajo necesitamos que todos aquellos corruptos que anduvieron con La Tuta sean castigados, porque se nos viene otra más dura", advierte don José, cuyos ingresos actuales son de entre 100 y 150 pesos por las boleadas que ofrece en la plaza. "Dicen que ahora vienen Los Viagra, que son los que nos van a cobrar los pisos. Por eso queremos que el gobierno se ponga las pilas", pide.

Pero ¿y el alcalde qué hace?

Hummmm... Ese no ha ayudado al pueblo en nada, todo se fue para su bolsa y la de La Tuta, por eso estamos jodidos aquí —cuenta mientras embarra grasa en el zapato de un cliente. No es el único que lo piensa. Casi todos opinan igual de José García, el veterinario y presidente municipal priista que Servando Gómez apadrinó y financió, pagando votos de a 500 pesos para que ganara la elección. Y así fue.

Pero además se rumora que este alcalde es uno más en la videoteca de La Tuta y que por esa razón no movía un dedo contra el criminal. Milenio buscó a José García para conocer su versión de los hechos, pero no estaba en su oficina y en su casa informaron que los fines de semana suele irse a su rancho.

El exilio

En Arteaga, los Gómez se llevaron todo, excepto sus casas que fueron confiscadas por las autoridades federales. Se calcula que son 20 y destacan por los sellos que colocó la policía judicial. Están repartidas en todo el municipio.

Juan Flores tiene 79 años y recuerda perfectamente la infancia de La Tuta. Sus memorias no son gratas: 

"Era rico de cuna como su papá, que era dueño de una hacienda cercana. ¿Usted cree que no tenía dinero? Siempre fue grosero, le gustaban también los gallos". 

"Solo le daba lana a su gente, a los que cargaba, y a los que no jalaban con él, pues no. Era dueño de las minas y estaba de acuerdo con todos los que trabajaban en ellas", relata. 

"Ora, se hubiera dedicado a la droga y no a hacer puras barbaridades. ¿Qué es eso de unos quemados, otros hechos picadillo metidos en bolsita y tirados por allá?", se pregunta.

En espera de que su suerte cambie, los habitantes de Arteaga confían en que en las elecciones de junio gane la alcaldía Nayo, el candidato que apoyan porque —aseguran— es un personaje honesto que podría borrar el nombre de Servando Gómez en la comunidad. Por eso no dudan cuando afirman: "Nayo es mi gallo".

"Si se limpia esa imagen en el pueblo, va a haber trabajo y mucho qué comer", afirma don Juan.

Y esa es la buena noticia que están esperando. 

Lo más leído

skeleton





skeleton