De costales a hermosas bolsas biodegradables

La Compañía Nacional del Desierto fabrica bolsas de mano hechas con textiles naturales con la ayuda de los ixtleros, comunidad indígena de San Luis Potosí.

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Las bolsas las fabrican las comunidades indígenas de San Luis Potosí. (Mariana R. Fomperosa/Milenio)
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Mariana R. Fomperosa/Milenio
MÉXICO, D.F.- En medio de maquinaria pesada para fabricar suelas sintéticas, plantillas para zapatos, aparatos para amoldar botas y hasta impresoras 3D, un pequeño espacio muestra sus sencillos diseños de fibra de agave. Se trata del stand que La Compañía Nacional del Desierto montó en la edición 2015 de la Feria de Asociación Nacional de Proveedores de la Industria del Calzado (Anpic) en León Guanajuato.

Pero su aparente sencillez no tiene nada qué ver con su éxito. La empresa fabricante de textiles de fibra de agave y celulosa para bolsas de mano y decoración de zapatos 100 por ciento biodegradables, fue una de las más de 60 empresas expositoras de la pasada edición de Anpic.

Sus productos llamaban la atención no por sus formas complicadas, sino en los pequeños detalles que cada artesano pone en ellas. Basta con tomar una para poder apreciar el tejido que se hizo en la celulosa para formar patrones geométricos casi perfectos o la textura que tienen las asas hechas de fibra de agave y las cuales fueron trenzadas totalmente a mano.

“La compañía se dedicaba a hacer costales, pero al buscar un nuevo nicho de mercado, nos dimos cuenta que podíamos darle un nuevo valor a las fibras naturales al hacer bolsas para señora. Cambiamos de un mercado agrícola a uno de alta moda y diseño.” Dijo Juan Carlos Salazar, director general de la empresa.

Para crear los textiles que utiliza y comercializa, la empresa originaria de Matehuala, San Luis Potosí, se apoya en los ixtleros, el grupo indígena de la región. Son ellos quienes tallan los agaves y yucas del desierto o los árboles de los bosques con las manos -respetando las reglas forestales mexicanas- para posteriormente entregarlos a la compañía.

Ésta se encarga de procesarlos para devolver a los indígenas carretes de hilo u hojas de celulosa para que hagan los diseños de tejido y de bolsas, en un modelo de negocio de comercio justo.

“Yo le puedo asegurar que hoy tienen un ingreso de casi dos salarios mínimos, a comparación de la mitad que recibían antes de que implementáramos nuestra cadena de producción con ellos.” Comentó Salazar al preguntarle sobre las condiciones bajo las cuales trabajan las comunidades ixtleras de San Luis Potosí.

Para llegar a ser una empresa que promueve el comercio justo, la Compañía Nacional del Desierto tuvo un camino difícil. No sólo tenía que capacitar a las personas para utilizar la maquinaria o los procesos de las fibras, sino también inculcarles una visión empresarial, una cultura del ahorro y sobre todo de cambio de métodos y costumbres que  datan de cientos de años.

“Fue un gran reto porque tuvimos para empezar había una falta de cultura laboral y formación empresarial de -100. Tuvimos que empezar a capacitarlos y convencerlos de que cambiaran la manera en la que tallaban la planta. En un principio ellos se negaban porque decían que así era como lo hacía su abuelo o su papá, pero ya cuando empezaron a ver resultados, fueron cambiando la forma en que lo hacían. Por supuesto que hasta la fecha hay comunidades donde no lo hemos logrado, pero estamos trabajando en eso.” Aseguró Salazar.

Después de veintidós años de existencia, la Compañía Nacional del Desierto supo diversificar su mercado. Ahora no sólo fabrica costales y cerdas para cepillos, sino también textiles vegetales cien por ciento biodegradables que además, ayudan a crear un comercio justo y sustentable.

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