'El Pifas', el hombre de puños duros que se dedicó al pulque

Fue boxeador, pero decidió retirarse y optó por trabajar en pulquerías, entre ellas La Hija de los Apaches, que también sirve de foro cultural.

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La Hija de los Apaches es un lugar que sirve como foro cultural y punto de reunión de exestrellas del boxeo. (Facebook/La hija de los apaches)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Fue en la década de los cincuenta cuando Epifanio Leyva, El Pifas, decidió dedicarse al boxeo, pues quiso imitar al Chango Casanova y al Toluco López, sus ídolos, y entonces participó en concursos y obtuvo triunfos, ya como estudiante del Instituto Politécnico Nacional, institución que representó en  torneos; pero, como otros dedicados a ese deporte, también se aficionó al alcohol y se convirtió en un pugilista inconstante, como él lo reconoce, pues las juergas relajaron su disciplina.

Con 75 años, El Pifas, de caminar lento y carácter afable, recuerda pasajes de su vida mientras un grupo de músicos interpreta piezas de rock en su negocio, situado en la colonia Doctores, que también sirve para presentar libros y otras actividades culturales, además de servir como punto de reunión semanal entre camaradas que brillaron en cuadriláteros, como Ultiminio Ramos, Norberto Cisneros, Diego Ávila, Lupe Sariñán, Lupe Ramírez, y, entre varios más, Rubén El Púas Olivares.

El negocio de El Pifas está tapizado de carteles que recuerda su época de gloria en el box

La pulquería donde El Pifas se estrenó como empleado a los 13 años fue La Rosita, de Santa María la Ribera; después, en La Quinta Parranda, por los rumbos del Hospital La Raza, y de ahí, antes de recalar finalmente en La Hija de los Apaches, que duró varios años sobre avenida Cuauhtémoc, fue feliz en La Juguetona, ubicada en la colonia Martín Carrera, y La Línea de Fuego, en la Obrera.

Por eso es que El Pifas escogió este camino, donde ha encontrado muchas satisfacciones, pues su negocio no solo es elegido por jóvenes, sino que él mismo se ha convertido en un personaje, a tal grado que un colectivo de artistas plásticos ha hecho de su figura, de manera especial su rostro, una serie de ensayos que algunos ya clasifican como arte pop y  que recuerdan el estilo de Andy Warhol.

Eso y más forman el entorno de este negocio familiar, donde se brinda con tarros de pulque y cerveza; donde El Pifas ha logrado que cada semana, desde hace tiempo, se reúnan ex combatientes y luego enfilen hacia la Romita, un espacio cultural que sirve para que los cofrades hagan planes, charlen y evoquen hazañas.

Pero hoy es un día muy especial, pues festejan el cumpleaños de Rubén El Púas Olivares, quien por muchos años mostró el poder fulminante de sus puños y de quien el escritor Ricardo Garibay escribió en una crónica —Las glorias del gran Púas, incluida en una antología de Josefina Estrada sobre la obra del hidalguense, publicada por Cal y Arena—, cuyo segundo párrafo inicia así.

“Estábamos en los vestidores, a 15 minutos de la pelea donde el ídolo de la Bondojo destazara en 15 segundos al tailandés Paget Lupicanete, flan de encargo, mucho antes de que las lámparas acabaran de alumbrar completamente el enlonado del drama (…)”

De eso hace muchos años.

Gancho al hígado

Y también está Diego Ávila, todavía orgulloso de haberle ganado a Julio César Chávez la final de un campeonato, en la categoría de peso gallo.

Él, como otros 45, pertenece a la Asociación Mutualista de ex Boxeadores de la República Mexicana, que dirige Norberto Cisneros.

—¿Y cómo le ganó a Chávez?

—Le gané con ganchos al hígado y cruzados —dice Ávila, mientras hace ademanes con los puños—, y gané por decisión. O sea, gané cinco a cero.

—¿Qué significa eso?

—En el futbol es una goliza.

—¿Y en el box?

—Una madriza.

Y sonríe.

Y baja la guardia.

La boruca, los abrazos, los recuerdos y las fotos enmarcan este día, propicio para festejar el cumpleaños de El Púas Olivares, varias veces campeón mundial, ganador de los Guantes de Oro y actual miembro del Salón Internacional de la Fama del Boxeo, quien prefiere sonreír en lugar de mencionar su edad.

—¿Desde cuándo conoces a El Pifas?

—Una historia larga de contar. Conocí a mi compadre por medio del box. Un boxeador profesional que peleó bastante bien y desde antes, poquito antes que yo.

—Él es un personaje que los reúne.

—Él hace la junta de los ex boxeadores, porque podemos convivir más con él. Y qué bueno, ¿no?, convivir con él. Con todos. Un excelente compadre. Su familia, igual. Excelente la familia de mi compadre Pifas.

—¿Cuánto tiempo tienes de conocerlo?

—Unos… 40 años.

—Eras un niño.

—Ah, mi papá me llevaba a verlo pelear.

Y vuelve a reír.

Símbolo

Y aquí está Epifanio Leyva, El Pifas, como le dicen de cariño conocidos y desconocidos, un anfitrión que se convirtió en símbolo, según se comprueba en las paredes tapizadas de carteles, que albergan a una clientela diversa.

Es necesario hablar en voz alta, pues el rock está a todo volumen, mezclado con el bullicio que produce el cúmulo de parroquianos.

—¿Quién es El Pifas?

—El Pifas —define con voz espesa— es un hombre que se inició en el box en la prevocacional 3 del Politécnico. Ahí entré a estudiar. Había un gimnasio y me llamó la atención, me metí y ahí aprendí. Representé al Poli en tres años en los Guantes de Oro, y de ahí ya me seguí, pero no fui boxeador constante. Yo peleaba dos veces, luego me iba a la parranda, volvía otra vez a boxear y otra vez a la parranda.

—¿Y qué siente ser tan popular?

—No, pues gracias al box. Pero yo pienso que no soy popular.

—Lo siguen hasta los jóvenes.

—Bueno, sí, gracias…

—Su negocio es popular por usted.

—Bueno, sí, tienes razón.

—Y sirve como foro para presentaciones culturales.

—Sí, también sirve para la cultura, han venido a presentar libros, han venido a presentarse grupos extranjeros, grupos internacionales.

—Además congrega a ex boxeadores.

—Ah, sí, porque como yo me dediqué también a eso. Aquí vienen famosos que fueron campeones y campeones que fueron famosos.

—En la época de oro del boxeo, quiénes eran los famosos.

—En la época de oro estaba Chucho Cisneros, Juan Zurita, Joe Conde, Rodolfo Ramírez El Ferrocarrilero. Había bastantes.

—Y quién era su héroe.

—Mi héroe fue el Chango Casanova; después, Toluco López, y ahora, Rubén Olivares, El Púas.

Es La Hija de los Apaches, donde se conjugan recuerdos de combatientes que bailaron, vencieron o cayeron derribados en diversos cuadriláteros del mundo.

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