Crónicas urbanas: El policía que disparó en legítima defensa

De 2010 a la fecha, ocho agentes de Investigación que viajaban en transporte público han matado a delincuentes en el Distrito Federal.

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El comandante, egresado del Instituto de Formación Profesional, dependiente de la Procuraduría General de Justicia del DF, fue exculpado, pues procedió “en legítima defensa”, según el dictamen. (Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO,  D.F.- El comandante abordó un microbús sobre avenida Francisco del Paso y Troncoso, barrio Los Reyes, delegación Iztacalco, luego de salir de la estación Coyuya del Metro, y se colocó en la parte de atrás. El jefe policiaco, de 34 años, había participado en el operativo para resguardar a los peregrinos que se dirigían a la Basílica de Guadalupe. Estaba fatigado, pero con sus cinco sentidos bien puestos.

Unos segundos después, el jefe de grupo de la Policía de Investigación del DF, con más de diez años de antigüedad en esa corporación, formaría parte de los ocho casos de compañeros suyos que, de 2010 a la fecha, abatieron delincuentes, quienes no solo desdeñaron la orden de bajar sus armas, sino que dispararon.

Y aunque  en la mayoría de los casos fue cerca del límite del Estado de México y el Distrito Federal, a bordo de autobuses que se dirigían a la Ciudad de México, el del pasado 11 de diciembre sucedería en una transitada arteria de la capital. Esa noche, el jefe policiaco meditaría bien sobre la situación y concluiría que su deber, como representante de la autoridad, era actuar “conforme a derecho”.

Y lo hizo.

—¿Y qué pensó?

—Mi pensamiento siempre estuvo en salvaguardar la integridad de los 20 pasajeros, del chofer y la mía. Estoy seguro de la decisión que  tomé.

—¿Cuánto tiempo pasó?

—El tiempo es eterno en ese momento.

El delincuente dispara

En el asiento posterior al que iba el comandante  se colocaron dos jóvenes. El microbús avanzó, después  de esperar unos minutos bajo el puente de la estación del Metro, como es usual, y uno de los pasajeros que iba atrás del jefe policiaco se dirigió hacia el conductor y enseguida sacó un arma, le apuntó en la cabeza y le dijo que se detuviera, que era un asalto.

—¿Y usted qué hizo?

—Al ver que el chofer está en peligro —responde el comandante—, me levanto, le grito que soy policía de Investigación,  y al momento que saco mi arma y el sujeto que se había quedado junto a mí se me abalanza e intenta desapoderarme de mi arma, empezamos a forcejear, la gente comienza a gritar y se espanta, el sujeto que está amagando al chofer voltea hacia donde yo estoy, gira y hace un disparo; y cuando escucho la detonación, realizo un disparo. Es cuando el sujeto que forcejeaba conmigo se me abalanza y recibe el disparo y queda herido.

El que empuñaba la pistola, mientras tanto, saltó por la puerta delantera y escapó.

—¿Y el herido?

—El sujeto lesionado —narra el jefe policiaco— intenta bajar por la puerta trasera y cae sobre los escalones. Le pido a una de las pasajeras que llame al número de emergencia para solicitar el auxilio de una ambulancia. Y llegan las unidades…

No es el primer policía

El comandante es entrevistado en instalaciones de la Policía de Investigación del DF,  donde también relata que un compañero, en un caso similar, recibió un tiro en la mandíbula y de paso la bala le rozó la lengua, suceso del que logró sobrevivir; otro más, según informes, se enfrentó a tres maleantes en un autobús que venía de Tecámac, Estado de México, y los abatió, sin resultar lastimado.

—¿Y usted qué sintió?

—Mi primera reacción es que tenía que hacer algo porque yo veía en peligro al chofer. No se  veía que el sujeto dudara. Estaba muy firme. Por eso fue que me puse de pie y no permití que se llevara a cabo el asalto y sucediera algo más grave. Cuando el sujeto de adelante me está apuntando, con la intención de dispararme y realiza el disparo, pues el peligro es mayor.

—¿Qué pensó?

—Mi pensamiento siempre estuvo en salvaguardar la integridad de los pasajeros, del chofer y la mía. Estoy seguro de la decisión que  tomé. Mi actuar fue el correcto para  que no perjudicaran a ninguna de las personas.

La intención siempre fue impedir el asalto y hacer la detención. Y está claro que el actuar siempre debe ser conforme a derecho, pero la actuación de ellos nos llevó a estos resultados.

—Este tipo de sucesos, cuando va un policía de Investigación en un microbús, casi siempre ha sucedido en el Estado de México…

—Es en las colindancias con el Distrito Federal, en las autopistas, generalmente, donde hay largos lapsos de una parada a otra, donde tienen el tiempo de cometer el asalto. En autopistas como la México-Pachuca, con dirección al DF, ellos se suben en la última parada y bajan en zonas que conocen o viven o la avenida Zaragoza.

El comandante, con estudios de periodismo en la UNAM, admite que hubo momentos en que sintió que su vida corría peligro.

“Sí, por supuesto, por supuesto, al momento en que el sujeto, decidido, me quiere quitar el arma”, recuerda. “Nunca desistió de hacerlo. Se le indicaba y se le decía quién era yo y, aún así, sabiendo que era yo una autoridad, que era policía, continuó con su interés de desapoderarme de mi arma”. 

—Y puso en práctica…

—Los conocimientos que tenemos aquí, que nos da la institución.

—¿Qué sintió cuando vio al sujeto derribado?

—Lo primero que hice fue solicitar los servicios de emergencia, no sabía cuál era su lesión, porque queda bocabajo, no le veo la lesión, pero sí veo que empieza a sangrar y espero a que vengan los servicios de emergencia, y como hubo detonaciones en el microbús, ver que ninguno de los pasajeros estuviera lesionado; siempre fue mi interés que este sujeto recibiera la atención médica más pronta. Desafortunadamente falleció.

El comandante, egresado del Instituto de Formación Profesional, dependiente de la Procuraduría General de Justicia del DF, fue exculpado, pues procedió “en legítima defensa”, según el dictamen; es decir, “por el bien jurídico tutelado, que implica lo que es la vida y la integridad física de terceros y la propia”.

Y se reincorporó a sus actividades.

Continúa con su labor en una ciudad donde, de enero a noviembre de 2013, hubo mil 60 asaltos a microbuses, de acuerdo con las estadísticas oficiales. Un delito que es considerado, entre los 14 principales, de “alto impacto social”.

Sobre la acera, frente al número 877 de Francisco del Paso y Troncoso hay un pequeño frasco con flores frescas y una veladora.

Es el lugar, a unos pasos de la estación del Metro, donde aquella noche quedó inerte, sobre los escalones de un microbús,  el cuerpo de un hombre joven que vestía pantalón de mezclilla azul, chamarra blanca, playera amarilla y zapatos-tenis gris.

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