Crónicas urbanas: La brigada callejera del condón

La asociación civil de apoyo a la mujer nació en La Merced cuando repartía preservativos a trabajadoras sexuales y gente de bajos recursos.

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Brigada Callejera ahora tiene su propia marca de condones y lo vende en vía pública a 2.00 pesos. (Alfredo San Juan/Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Eran los tiempos en que el sida arrasaba. En aquellos años, los 90, surgió un grupo piloto de investigación sobre prostitución, integrado por mujeres, quienes preguntaban a integrantes de ese sector si usaban condón. Les respondían que no. Entonces empezaron a dar pláticas sobre la necesidad de protegerse durante sus relaciones sexuales y repartieron 3 mil condones cada mes. Los proveía el gobierno federal.

El grupo se desplazó hacia La Merced, la zona de mayor prostitución callejera del Distrito Federal, donde distribuían el látex de manera gratuita entre sexoservidoras y personas de exiguos recursos económicos, además de orientarlos sobre sus derechos; y en esa tarea andaban cuando se percataron de las vejaciones que sufrían trabajadoras sexuales, ya sea por parte de madrotas o padrotes que habían echado raíces en esa área de la ciudad.

En ese periodo conocieron casos de prostitutas que morían sin saber de qué, como el de Elisa Martínez, quien falleció de sida en un hospital donde sufrió desprecio por parte del cuerpo médico y enfermeras. Esta situación ocasionó que muriera en condiciones inhumanas. Entonces su imagen quedó grabada como un símbolo de lucha contra la epidemia; y aquel grupo, Brigada Callejera, decidió adoptar su nombre.

Pero llegó el momento en que la organización dejó de recibir apoyo oficial y decidieron mandar a fabricar una marca de condones a bajo precio, que llamaron El encanto del condón, luego de hacer una encuesta entre sexoservidoras, y se dieron a la tarea de publicar folletos didácticos y ofrecer servicio médico gratuito en sus instalaciones, ubicadas sobre la calle de Corregidora, donde también imparten capacitación. 

Elvira Madrid y parientes, acompañada de Jaime Montejo y otros amigos, observaron que en esa área de la metrópoli había, hay, trabajadoras sexuales de diferentes partes del país, sobre todo de entidades próximas, como el Estado de México, Morelos y Tlaxcala, entre otros, incluso de Jalisco, y detectaron violaciones a sus derechos y el problema de trata.

El enfoque primordial, por lo pronto, era prevenir enfermedades de transmisión sexual y promover el uso del condón.

Más tarde su labor se extendería más allá de ese tema, sin que dejaran de insistir sobre la preocupación que las llevó a esa zona del DF, dividida por las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza.

Llamémosla Marta

Tiene 25 años y cinco como trabajadora sexual. Viste traje deportivo. Tez blanca. Esbelta. Pelo negro. Habla en la escalera de un edificio. Desde la penumbra. En las paredes se refleja su silueta.

Hay casos que por necesidad, cuando el cliente insiste, terminan las prostitutas por tener sexo sin protección

Ella, quien viene del norte de la ciudad, dice que exige el condón a los clientes “por seguridad y para que el día de mañana no contraiga alguna infección. Por seguridad de uno mismo, porque debemos darnos cuenta que la salud corre riesgo y es mejor prevenir que lamentar”.

—¿Y hay clientes que se niegan a usar condón?

—¡Claro, pero prefiero cuidar mi salud!

—¿Y qué te dicen?

—Que si lo hago sin condón me van a dar mucho dinero y a veces lo tienen hasta en la mano, sosteniéndolo, y lo palmean, pero decido que no, por mi seguridad.

En el mismo edificio está La Suspiros, apodada así después de llegar de Morelos, hace más de 30 años. De adolescente fue enganchada por un padrote que se apareció en su pueblo y prometió traerla a vivir a la Ciudad de México, donde la hospedó en una casa que resultó ser de la amante. Más tarde lograría zafarse de aquel sujeto, quien la desplumaba al final del día.

—¿Desde cuándo exiges a los clientes que usen condón?

—Desde los 90. En esos años conocí a la organización Brigada Callejera de apoyo a la mujer Elisa Martínez, y ahí nos enseñaron que debemos prevenirnos contra cualquier enfermedad.

—¿Y antes?

—Antes no usábamos el preservativo, tal vez por ignorancia. Yo sí tenía el conocimiento de que existía la enfermedad del VIH, el sida, pero no la sentía tan cercana. Las trabajadoras sexuales no sabíamos ni entendíamos qué era realmente esa enfermedad y que estaba muy lejos, que existía en otros países y no en México, y por eso no usábamos protección.

—¿Hay clientes que se niegan a usar el condón?

—Algunos se niegan a usarlo porque dicen que no es lo mismo, pues el hule no les da la misma sensación sexual, pero se les tiene que convencer a que deben usarlo por seguridad y protección de nosotras y de ellos.

—¿Y si insisten a no usar el condón?

—He sabido de casos, muy contados, ¿eh?, de compañeras que tanto es la necesidad económica que a veces, cuando el cliente insiste, terminan cediendo porque tienen que llevar dinero a sus casas; pero la mayoría usa protección.

El encanto del condón

Brigada Callejera tiene dos expendios de El encanto del condón: uno está en Isabel la Católica número 13, despacho 510, Centro Histórico, y otro en Avenida de los Maestros 29, colonia Santo Tomás. Esta última es atendida por Rosa Isela Madrid, quien explica:

—Tenemos una variedad de condones que nos pueden ayudar a tener una relación más placentera. Lo importante es recordar que se trata de un método dual, pues nos va a servir para protección de no embarazos, pero también para evitar enfermedades de transmisión sexual.

Por ejemplo —describe, casi de manera didáctica, mientras muestra los preservativos que cuelgan como muestras— “está el condón femenino, que cuando no es posible negociar la protección con la pareja, se puede usar; están los cosquilludos, que son texturizados; el dedal, solo para tocar,  con el que tenemos una barrera de protección; el delgado, que nos van a servir para una relación oral; y tenemos los de sabor y color…”

Madrid sugiere:

—Lo importante es siempre checar en la Revista del Consumidor la calidad de condones para que el público sepa la calidad y cuál es  el adecuado para utilizar. Lo divertido de la condonería es que van a tocar y ver los diferentes tipos de condones y va a ser parte de su juego sexual. También podemos, de alguna manera, instruirnos. Todos los condones, cuando les hacen pruebas de calidad, les tienen que entrar 18 litros de aire.

—¿Y el costo?

—El más barato es de dos pesos.

Para que no haya pretextos.

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