Y borraron la foto de Mancera...

“Si el señor viene a ratificar el compromiso del miércoles, borro la foto (de una manta)…” señaló Patricia Domínguez, madre de Danny.

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Ofrenda afuera del centro de baile. (Milenio)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- De pronto la espera se volvió tensa, pues la visita del jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, se alargaba. El problema, se vería después, eran las fotografías que aparecían en una manta plastificada, entre ellas la de él, cuando era procurador, con un letrero: “Justicia, se buscan, New’s Divine”.

Del lado izquierdo, el rótulo de gran tamaño, está la imagen de Danny, de 13 años, una de las 12 víctimas que pereció hace cinco años en ese centro de baile en la colonia Nueva Atzacoalco; le seguían las fotos de Alfredo Maya, dueño del lugar —“detenido”— Edgar Elías Azar, Francisco Chiguil, Guillermo Zayas, Joel Ortega, Rafael Guerra, Luis Rosales, Marcelo Ebrard, Mancera y Rodolfo Félix Cárdenas.

Esa manta era el problema. Tres años atrás la había mandado diseñar Patricia Domínguez —madre de Danny—, quien dijo a mensajeros de la autoridad: “si el señor viene a ratificar el compromiso del miércoles, yo borro la foto…”. Entonces a eso de las 19:16 —hora y media de retraso— apareció en el estrado Mancera y el secretario de Seguridad Pública, Jesús Rodríguez Almeida, entre otros funcionarios.

Habló el dirigente de una organización civil, quien le dio la bienvenida; luego, Leticia Morales, madre de una víctima, quien repartió moñitos negros, “porque no queremos caminar solos; queremos que usted tenga un trato diferente, no como el anterior gobierno”. Enseguida Patricia Domínguez recordó que Mancera había cumplido con estar presente, “y veo que tiene palabra”.

En ese momento le dio un tubo de cera líquida a su hijo Alan, que hace seis años tenía 16, y borró la imagen del entonces procurador, ahora jefe de Gobierno, quien desde el templete ratificaba el “diálogo permanente” con familiares de las víctimas y la Comisión de Derechos Humanos del DF, seguido de aplusos.

De repente, desde la parte de atrás del cobertizo, se escuchó un grito: “¡Jus-ti-cia,jus-ti-cia!”. Era Sonia, hermana de Leonardo, que había muerto asfixiado durante aquel operativo policíaco. Fue poco, sin embargo, lo que alcanzó a gritar, pues se sintió mal y pronto fue atendida por paramédicos. El jefe de Gobierno y sus colaboradores, mientras tanto, se retiraban por la parte de atrás.

“Nunca se va a borrar esa cicatriz, y no se puede borrar porque era mi único hijo”.

Y Patricia recordaría que la condición impuesta a Mancera había sido consultada con las otras madres de familia. “Ellas me apoyaron”, dijo.

Temprano habían iniciado los arreglos para conmemorar los cinco años del fatídico operativo. Deudos y vecinos formaron un templete de rosas rojas frente la entrada principal de lo que fue el New’s Divine, donde colocaron fotografías de las víctimas, así como nombres de funcionarios que consideran culpables. Participaban cantantes de rap y artistas del taller de la organización civil Marabunta.

Y ahí estaba Hilda Barragán, quien recordaba a su hija, Issi Gabriela, de 16 años, quien “era el sol de mi vida”. Y rememoró que la niña siempre le decía: “te pasas, mamá”. Cerca de ahí caminaba Marisol Rocha, que aquella tarde vio tirada en la calle a su hermana, Érika, de 13 años, quien momentos antes se le había soltado de las manos. “¿La cicatriz?”, repite la pregunta y responde: “nunca se nos va a borrar”.

Leticia Morales Bravo, madre de Rafael, de 18 años, muerto aquella tarde, tiene un rostro de tristeza que no le ha cambiado desde aquella fecha. “Nunca se va a borrar esa cicatriz, y no se puede borrar porque era mi único hijo”.

—¿Murió adentro?

—Ni siquiera entró. Estaba formado para entrar. Los policías no le dieron oportunidad de identificarse. Venía a festejar el fin de curso. Estudiaba para ingeniero automotriz. Hasta los tenis le robaron. Lo dejaron tirado. Todos los días me levanto y pienso: “algún día lo voy a ver”.

En el templete, frente al micrófono, la maestra de ceremonia se refería a “la muerte vestida de azul”. “Los chavos iban cayendo como fumigados”.

Y a eso de las 17:00 horas ofició la misa el sacerdote Pedro Pantoja, quien habló de negligencia por parte de las autoridades, y remachó:

“La policía tiene que respetar a los jóvenes”. “Y aquí estamos, caminando con ustedes, para que no quede mutilada la justicia, porque hay deudas por las que tiene que responder el gobierno”.

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