Cuatro prisiones de Guerrero, en 'máxima alerta'

Según protocolos de la ONU, debe haber un vigilante por cada 10 internos, pero la entidad presenta un déficit de 300 uniformados.

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El hacinamiento y falta de custodios, las causas. (Milenio)
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J. Trujillo y R. Esteban/Milenio
CHILPANCINGO, Guerrero.- Cuatro de los 17 penales de Guerrero enfrentan una situación de “máxima alerta” por los niveles de hacinamiento y la falta de personal de custodia.  Destaca el Cereso de La Unión, de donde un comando rescató a nueve reos el pasado 9 de junio.

Los otros tres focos rojos son los penales de Iguala, Chilpancingo y Las Cruces, en el puerto de Acapulco, explicó Miguel Ángel Orihuela Hernández, subsecretario del sistema penitenciario del estado.

Además, el funcionario reveló algunos penales municipales tienen el mismo problema, como los de Ayutla de los Libres, Tlapa de Comonfort y Ometepec.

“Al momento tenemos un total de 5 mil 686 internos, de los cuales 5 mil 384 son hombres y 302 mujeres. La capacidad instalada (en los 17 penales) es de 3 mil 875 internos, por lo que tenemos una sobrepoblación de 46.7 por ciento”, detalló en entrevista con MILENIO.

Orihuela Hernández aclaró que las cárceles de otros estados tienen entre 80 y 85 por ciento de sobrecupo, por lo que consideró importante construir dos penales más para despoblar las prisiones de Guerrero y evitar el hacinamiento.

De acuerdo con autoridades locales, en 16 de las 17 cárceles guerrerenses (ubicadas en las siete regiones de la entidad) hay sobrepoblación.

Los 17 Ceresos están distribuidos de la siguiente manera: en la zona centro están las cárceles de Chilpancingo, Tixtla y Chilapa. La de mayor riesgo, de acuerdo con los protocolos del sistema penitenciario, es el primero.

En el norte están las cárceles de Iguala, Taxco de Alarcón, Teloloapan y el Cereso de Iguala, que presenta sobrepoblación y es señalado como foco rojo por el número de internos.

En la Tierra Caliente están los penales de Arcelia y Coyuca de Catalán. En Acapulco se ubica el Cereso de Las Cruces, el más grande de todo el estado, donde se presenta la mayor aglomeración.

Motines

El 22 de junio de 2011 internos del Cereso de Las Cruces, de Acapulco, se amotinaron en el módulo de máxima seguridad conocido como Ceresito. El hecho dejó un saldo de tres reos muertos, uno decapitado y otro a balazos, así como ocho lesionados.

Los hechos ocurrieron cuando uno de los reclusos, armado con una pistola 38 súper, intentó someter a un custodio, pero éste logró desarmar al agresor y escapar.

Por ello, un total de 43 reos de los fueros común y federal fueron enviados a los penales de Cofre de Perote, Veracruz, y Nayarit.

Los reos denunciaron entonces que eran víctimas de malos tratos, golpes, tortura, venta de droga y extorsiones, todo con la complicidad del personal de seguridad y custodia.

Ante autoridades mostraron las “herramientas” de tortura que, según ellos, se utilizaban para lastimarlos por oponerse al pago de cuotas.

La situación es menos tensa en las prisiones de la Costa Grande, incluidas las de Tecpan de Galeana, Zihuatanejo de Azueta y La Unión. Este último es el único que no tiene sobrecupo, pues está diseñado para 210 reclusos y apenas tiene 158, aunque este mes se fugaron nueve.

En las cárceles de Ayutla de los Libres las condiciones en que habitan los internos son “deplorables”, al igual que en San Luis Acatlán y Ometepec, los tres de la Costa Chica.

Un caso similar se da en La Montaña, donde los penales de Tlapa de Comonfort y Malinaltepec son ocupados principalmente por campesinos e indígenas acusados por delitos menores, pues las personas que cometen ilícitos graves son enviados a Acapulco o Chilpancingo.

De acuerdo con Orihuela Hernández, por cada interno recluido el estado se gastan entre 15 y 50 pesos diarios en desayuno, comida y cena.

Según los protocolos para los sistemas carcelarios de la ONU, por cada 10 reos debe haber un elemento de seguridad; en Guerrero hacen falta más de 300 custodios para garantizar que no haya fugas ni motines.

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