El lugar donde los muertos salen de sus tumbas cada año

En el pintoresco poblado de Pomuch, los deudos platican con sus difuntos mientras limpian y 'visten' sus restos.

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(Cortesía/Gobierno de Campeche)
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Leticia Sánchez Medel/Milenio
POMUCH, Campeche.- En la Villa de Pomuch, municipio de Hecelchakán, en el estado de Campeche, aún se preserva una de las tradiciones ancestrales que data de tiempos precolombinos: los habitantes de la comunidad -conocida también por su exquisito pan- acuden al panteón para limpiar la tumba y lavar los huesos de sus difuntos, de forma previa a la celebración del Día de Muertos. 

En ningún otro lado del mundo se registra esta práctica cultural, en la que los muertos salen de sus tumbas.

'Los mexicanos debemos sumarnos a esta tradición, pero con mucho respeto'

Esa tradición inicia cuando los habitantes visitan el camposanto para cambiarle el ropaje a sus muertos, aquellas carpetas bordadas en forma ritual con las que se acostumbra cubrir a los restos, explica la antropóloga social Elena Vázquez y de los Santos, especialista en el tema de la celebración del Día de Muertos y titular del Departamento de Investigación de la Coordinación de Arte Popular de la Dirección General de Culturas Populares del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Esta celebración de los Fieles Difuntos es una tradición heredada de los pueblos mayas de la antigüedad, los que acostumbraban restaurar los rostros de sus muertos y los colocaban en los adoratorios; pero ahora toda la osamenta es colocada en los osarios, es decir, en pequeños recipientes que a su vez son puestos en pequeñas tumbas, precisa la antropóloga Socorro Rodríguez Ruiz, quien es experta en la conmemoración que se brinda a los difuntos y autora de la investigación Día de Muertos en Campeche.

La especialista dice que lo extraordinario del ritual es que mientras lavan y limpian los huesos, los familiares platican con su difunto para ponerlo al día sobre los acontecimientos que han sucedido tanto en la comunidad como en el ámbito familiar, durante el tiempo en que no se han visto.

Alegría y colorido

Dicha celebración popular no solo se limita al 1 y 2 de noviembre, “cuando se organiza la comida de las almas, sino que el Hanal Pixán continúa alrededor de un mes. A los ocho días se acostumbra hacer la ofrenda Dtzoc, y al final del mes el Bix, o despedida.

“Durante este tiempo la familia se prepara, consciente de que no puede haber pleitos ni tristezas; todo es alegría y colorido, en pleno respeto hacia el inframundo, hacia la cosmovisión de los mayas”, subraya la especialista.

La ofrenda a los difuntos se pone en los hogares, para lo cual se separan las mejores mazorcas, y al centro se coloca el pibipollo —el tamal sagrado en forma redonda, que es horneado bajo la tierra—. Nada se toca del altar hasta no haber sido bendecido por el mundo sobrenatural.

Espacio sagrado

La antropóloga Rodríguez Ruiz añade que actualmente en el cementerio de Pomuch no cabe un cuerpo más, pero la gente insiste en enterrar ahí a sus muertos y no le importa que estén encimados, ya que lo consideran un espacio sagrado.

Las autoridades municipales, dice la investigadora, compraron un terreno para hacer un segundo panteón, pero la gente se resiste a sepultar ahí a sus muertos.

“Campeche es un pueblo con muchas tradiciones, pero la celebración del Día de Muertos es una tradición viva, donde se involucra a toda la familia. Es un patrimonio cultural intangible, y como sociedad los mexicanos debemos sumarnos a su preservación y a su conocimiento, pero con mucho respeto”.

Otra celebración singular

En el estado de Morelos, en Ocotepec, se acostumbra comprarle ropa nueva al difunto, incluidos los zapatos o los huaraches. La tradición es recrear el cuerpo del muerto acompañado de calaveras de azúcar, así como de las bebidas y los platillos que disfrutaba en vida, señala la antropóloga social Elena Vázquez y de los Santos.

La especialista en la tradición del Día de Muertos relata que la ofrenda se hace para aquellos que fallecieron durante el año, y por eso son reconocidas como “las ofrendas nuevas”.

Acompañan al supuesto cuerpo el tradicional pan de muerto y las velas, para que con el fuego de éstas se purifique el viaje de los fieles difuntos, además de las flores de cempasúchil, el incienso y un petate, ya que los muertos necesitan descansar después de haber recorrido su largo camino.

Otra de las características de este festejo es que las personas caminan en procesión hasta el panteón con las ofrendas a sus difuntos.
Este lugar se encuentra a unos minutos de la ciudad de Cuernavaca.

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