El viejo-nuevo PRI, de fiesta como antaño

A todos les celebran todo y la 'barra brava' llegada de Toluca a Santa Fe entona sus cánticos guerrero-futboleros en la reunión.

|
"En el nuevo-viejo PRI conviven especies de dinosaurios de distintas eras geológicas". (Milenio)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Milenio/Roberto López
MÉXICO, D.F.- Por si el mensaje no fue lo suficientemente “claro, rotundo e inobjetable”, ahí está el octogenario —como él mismo se llamó— Jorge de la Vega Domíguez, como símbolo para recordarle a los poco más de cuatro mil delegados que abarrotaron el Salón de Exposiciones del Centro Banamex, que este nuevo PRI no tiene reparo en reconocer que el Presidente “de todos los mexicanos” es, antes que nada, el primer priista de la nación.

Que al partido no le ruboriza tener que contradecir cada tres años sus estatutos y declaración de principios (“candados obsoletos”) para que queden a modo del jefe nato del priismo; y que en el nuevo-viejo PRI conviven sin problemas especies de dinosaurios de distintas eras geológicas.

Porque al discurso macizo y directo de Ivonne Ortega, número dos del PRI nacional: las decisiones (de la asamblea) se tomaron para “respaldar y arropar sin titubeos al Presidente de la República”; le sigue una infame pieza oratoria con los peores lugares comunes de hace dos décadas, del número uno de la nomenclatura partidista, César Camacho Quiroz.

Porque las mesas de trabajo las encabezan lo mismo la senadora Cristina Díaz, que el ex gobernador de Querétaro, Mariano Palacios Alcocer, o más atrás aún, el IVA-symbol Humberto Roque Villanueva.

Pero para los priistas de trinchera, a todos los unifica ser del PRI de ahora; no entienden de nuevos o viejos PRI, sino del de aquí y ahora, el que está en el poder. Por eso a todos les celebran todo. La barra brava llegada de Toluca a los territorios del Hipódromo de las Américas no deja de atronar sus tambores y entonar sus cánticos guerrero-futboleros cuando cualquier orador toma la palabra.

Lo sintetizará su Jefe máximo minutos después: “El priismo está de fiesta”.

***

Estadio Azteca, 16 horas antes.

Es palpable la vibra entre todos estos americanistas que se descuelgan al Coloso de Santa Úrsula. Lo ves, lo hueles: caminan con el pecho erguido y tienen un brillo especial en los ojos; creen firmemente que ahora sí ha llegado la hora de acariciar otro campeonato, de la mano del equipo comandado por Miguel El Piojo Herrera.

La certeza se confirma después de la arrastrada que los de Coapa le ponen a un Cruz Azul sin alma. Lo debería sintetizar su Jefe máximo de esta manera: “El americanismo está de fiesta”.

***

Centro Banamex 16 horas después.

Es la misma sensación que me producen estos priistas en su 21 Asamblea. Los abrazos con el típico remate de tres palmadas entre hombro y espalda, para remarcar el gusto por el reencuentro del compañero de partido, ausente desde cuando cayeron en desgracia. El “señor licenciado” que levanta el pulgar y promete una esperanzadora “échame una llamada y platicamos”. El priista de sombrero que carga bajo el sobaco un sudado fólder amarillo con proyectos o demandas, y alcanza hacérselo llegar al funcionario que tiene más a la mano. La señora priista que rozó o estrechó la mano, o apenas tuvo un intercambio de miradas con Enrique Peña Nieto y eso le basta para entrar en éxtasis. El joven priista que asegura que va a guardar su gafete de “delegado” como testimonio histórico de que estuvo “en la veintiuna”.

Es la fiesta del priismo. Del PRI que cambió “con pragmatismo y sin dogmas”.

Del PRI que ajustó su reloj para poder responder a la pregunta:

—¿Qué hora es?

—La que usted diga, señor Presidente.

Lo más leído

skeleton





skeleton