“En Neza, toda la riqueza de Elba era un vochito"

Profesores recuerdan a la exlideresa como alguien que comía cosas baratas, que maestra nunca fue y que la detuvieron por venganza.

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Esta es la escuela primaria "Hank González", donde Elba Esther dio clases hace 40 años. (Milenio)
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Milenio/Alejandro Almazán
MÉXICO, D.F.-  Uno Recuerdo haber visto una vieja fotografía de Elba Esther Gordillo. En ella, la maestra posa junto a sus alumnos de sexto año. Para entonces, junio de 1971, Elba tiene 26 años, pertenece a un grupo trotskista y la mayoría de los chicos que estudian en la primaria Carlos Hank González, allá en Nezahualcóyotl, le dicen La Mosca.

El mote se lo ha ganado por esas feas gafas que suelen cubrirle medio rostro; gafas que hoy, por cierto, no ha traído a la ceremonia de fin de año escolar. El vestido de caprichosos colores, arrugado como acordeón y que además le viene ancho, la bisutería que carga encima y el peinado tipo colmena para que parezca más alta le dan un aspecto casi gracioso: hace pensar en doña Florinda, personaje del programa El Chavo del Ocho.

Un niño de perfecta raya a lado trata de abrazarla por la cintura, una niña le observa el pelo o quizá los grandes aretes, y los otros cinco chicos que rodean a Elba prefieren que el momento sea importante: fijan las miradas solemnemente al objetivo de la cámara. En la fotografía no aparece Mario Moya Palencia, el secretario de Gobernación. Pero por ahí anda con sus guardaespaldas. Elba lo ha invitado para que sea el padrino de esta generación que ya debe estar pensando en la secundaria. Es muy probable que los alumnos sufran en el futuro:

Elba no ha sido la mejor maestra. Falta demasiado a clases porque el día no le alcanza para trabajar como mesera en un hotel de Reforma y para atender asuntos en la secretaría de Trabajo y Conflictos de una delegación del SNTE. Al parecer ha tratado de resarcir el tiempo perdido con funciones de cine y dulces para los chicos. Pero el 28 de febrero de 2013, 42 años después de esta fotografía, la señora del 119 de la calle 10, colonia El Porvenir, me dirá que Elba nunca les regaló nada a los niños. “Ella fue la maestra de mi hijo Moisés y, hasta donde me acuerdo, jamás les dio ni un vaso de agua.

Era pobre como uno, apenas y tenía pa’ comer; vestía así como ando yo: con trapos comprados en el tianguis; me acuerdo del vochito que manejaba: estaba todo destartalado, luego teníamos que empujarlo; ora que me acuerdo, mi hijo hasta tuvo que amarrarle las placas con unos alambres porque a cada rato se le caían; por eso ora que dicen en la tele que gastó y robó mucho, yo nomás pensé en el daño que el dinero les hace a las personas, les quita los sentimientos”.

Elba le agradecerá a Moya Palencia su visita, comerá tamales, regañará a las madres de los chicos porque solo les dan café y pan de desayunar y, cerca del mediodía, se irá a la sección 36 del SNTE en donde suena como secretaria general. Parece que algo le ha aprendido a Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”.

Dos

María Rivero se acuerda cuando el entonces gobernador Hank González vino a reinaugurar la primaria Francisco I. Madero: “Ese día, el señor trajo dos balones y una red”, me dice esta señora de 50 años como si siguiera una idea lejana. “Eso fue suficiente pa’ que reabrieran la escuela y le cambiaran de nombre”.

La Hank González, desde siempre, ha sido 170 metros cuadrados de carencias. Don Luis retrocede 40 años el tiempo y recuerda sus días como alumno: los niños sentados en el piso, las paredes bamboleándose porque la escuela no tiene cimientos y aquellos inmensos lodazales que ponían en duda que la Tierra fuera redonda.

Hoy las paredes siguen culebreando, los pizarrones de Enciclomedia no funcionan, los baños son como una pus porque no hay agua, la biblioteca no tiene libros y los 251 chicos todavía aprenden computación en cartulinas porque las computadoras, que el municipio dio en diciembre pasado, siguen sin ser encendidas. En la última prueba Enlace, la Hank González ocupó el lugar 73 de 311 escuelas primarias públicas en Neza.

Esta primaria sería una mera anécdota si no fuera porque aquí Elba mantiene su plaza de maestra de grupo, a pesar de que habrá dado clases solo un par de años.

“La prensa dice más mitos que verdades”, me para el director de la Hank González, Eduardo Vera. “La maestra no tiene aquí ninguna plaza, yo soy quien firmo los cheques y nunca he firmado uno para nuestra líder”.

“Nuestra líder” es una palabra clave para continuar la conversación con el parco director:

—¿Qué se siente ver a su líder en la cárcel?

—Consternación. Pero a mí me enseñaron que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

—¿Usted cree que Elba desvió recursos?

—A mí no me consta.

—¿Y por qué cree que la detuvieron?

—Por venganza.

Sin embargo, en el oficio CI/SE/18/04/2012 de la SEP, obtenido vía Transparencia, Gordillo Morales sí estaba comisionada en el Estado de México con dos plazas, que en conjunto le proporcionaban un ingreso neto de 28 mil pesos mensuales.

Más tarde, Vera me contará que hace poco a una maestra la secuestraron y a un profesor le robaron su auto. Por eso, al principio, no querrá que recorra la escuela. Cuando me lo permita, lo único que pensaré es que la Hank González debe ser una de las paradas al infierno.

Tres

Hay profesores en el municipio de Neza que juran y perjuran que Elba también dio clases en la primaria Constitución de 1857, un lugar sin planeación urbana. El director Javier Suárez, sin embargo, no lo cree. “Ella se dedicó más a la grilla, maestra nunca fue”, dice como diciendo: “no te estoy contando nada nuevo”.

—¿Y cómo le cayó la noticia de la detención de Elba?

—En esta vida todo se paga. Ella le dio un duro golpe a Carlos Jonguitud, ahora a ella le pegan. Tarde o temprano le iba a suceder.

Cuatro

José Figueroa, integrante de la Coordinadora Nacional de Trabajadores del Estado, resume el paso de Elba por Neza de una manera pedagógica: “Elba llegó bien jodida a Neza. No tenía nada. Vestía con ropa corriente, comía de lo más barato. Te lo digo porque yo la conocí. Toda su riqueza era un vochito que se descomponía a cada rato.

Como maestra no fue buena. Era muy básica. Nunca se salía de lo que decían los libros de texto, porque no le daba para más. Ah, pero para la política salió buena. Habrá dado clases en la Hank González uno o dos años nomás, porque se metió a eso del sindicato. Hasta el grupo trotskista al que pertenecía lo abandonó. Cuando empezó a juntarse con Jonguitud Barrios fue que Elba conoció el dinero. Se volvió frívola y altanera. ‘A mí nadie me va a volver a alzar la voz nunca’, decía cada vez que podía.

Aquí en Neza formó un grupo de golpeadores que llamó Educación Física; eran unos chavos bien fornidos que hacían ejercicio solo para golpear a la CNTE. Yo un día la escuché decir que la CNTE éramos una bola de salvajes, que cuando fue maestra rural en Chiapas quisieron violarla y no sé qué tanto. Pero solo era una aversión contra nosotros. La sección 36 fue su bastión. De ahí salió su poder: cooptó a todos con dinero y plazas. Ella siempre ha sido de las de plata o plomo. ¿Dime si no es buena noticia que la hayan metido a la cárcel?”

Cinco

Mi madre conoció a Elba Esther. Lo supe en la adolescencia, cuando me contó que, por allá de 1978, asistió a unos mítines de la maestra en Neza. “Pero eso era en el Estado de México, mamá, y nosotros vivimos en el De Efe”, le dije. “Pos sí, pero nos dijeron que esa señora nos iba a dar casa; y mira: nomás fui a lo güey”. Elba iba para diputada y, en aquellos años, la colonia Arenal era una fotocopia de los barrios de Neza: lodo, hambre y muerte.

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