Ambulantes se 'modernizan': cambian piratería por mantecadas y bizcochos

Los exambulantes toman diversos cursos de plomería, electricidad y repostería, etc. en los Cecati. Intentan adaptarse a su nueva condición.

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Aprenden a preparar pan; una alumna inclusive acude con su hija, a falta de guardería. (Mónica González/Milenio)
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Érika Flores/Milenio
MÉXICO, D.F.- Con esmero amasan, baten y hornean. Ya dejaron atrás el pregonar en los trenes del Metro. Son 600 exvagoneros que estudian diversos oficios y entre ellos, 22 aprenden panadería y repostería.

Los exambulantes acuden al Centro de Capacitación para el Trabajo Industrial (Cecati) 158, ubicado en la colonia ExHipódromo de Peralvillo, y aprenden a hornear. El aula huele bien.

La profesora Cinthya Pimentel explica que al curso “se inscribieron 37 exvagoneros, pero solo continúan 22. “Ellos tienen sed de aprender y aprovechar las oportunidades que les dan”.

“Son comerciantes, se les da la venta y ahora lo complementan haciendo su propio producto. Tienen habilidades sorprendentes”, detalla la profesora, cuya principal responsabilidad es mantener el ánimo y, cohesión del grupo para que terminen el primer trimestre.

La Secretaría del Trabajo del Distrito Federal indica que, en principio, 850 vagoneros se inscribieron a diversos cursos de corte de cabello, plomería, carpintería y soldadura, pues la informática y otras labores de oficina les parecieron menos atractivas. Aunque hubo una deserción de 250, el resto continúa con mucho ánimo.

Al preguntar qué los ahuyento, Rosa Isela Ayala, de 38 años y con 23 de vagonera, responde “que el gobierno no cumplió con las expectativas, porque el pago es mínimo. No alcanza para vivir. Nos cayeron con la sorpresa de que son 2 mil 18 pesos mensuales, pero ¿qué hago con esa cantidad y sin tiempo para trabajar? Pago mil 500 de renta y me quedan 26 pesos por día”.

El malestar entre los ambulantes es general porque consideran que hay que hacer algo en el tiempo libre que deja la escuela, seis horas diarias aproximadamente.

Si quieren solventar sus gastos venden postres, manualidades, cordones para gafetes y hasta consideran regresar a vender, por unas horas, al Metro.

No ha sido fácil cambiar de vida, aseguran. En tanto, intentan adaptarse a su nueva condición. Por eso, a falta de guardería, Gabriela Cecilia acude a clases con su bebé de tres meses. Mientras la recuesta amasa, llena charolas y decora mantecadas.

“Son comerciantes, se les da la venta y ahora lo complementan haciendo su propio producto. Tienen habilidades sorprendentes”, detalla la profesora

Se sienten cómodos aprendiendo panadería, pero extrañan las ganancias diarias de 200 a 300 pesos y su libertad de horario en el subterráneo. No obstante, el futuro no les parece desalentador.

“Hemos platicado entre nosotros que nos gustaría asociarnos para poner una panadería, una repostería, aunque sea pequeña”, declara Miguel Ángel López, uno de los dos únicos varones que hay en este grupo.

El menú de venta iniciaría con lo ya aprendido: gelatina artística, pan español, de ajo, cebolla, bollitos de queso y roscas de reyes y pan de muerto.

La directora del Cecati 158, Aracelí Rangel, hace un resumen de las 10 semanas de clases: “Han venido con mucha disposición, pese a que al inicio hubo resistencia por cuestiones de horario y ubicación de planteles.

“Teníamos incertidumbre de no tener una buena dinámica de trabajo con ellos, pero ha sido todo lo contrario”.

Sin duda el grupo de Rosa Isela tuvo suerte, pues estos 22 exvagoneros cuentan entre sí las anécdotas de sus otros compañeros, quienes abandonaron las clases porque el plantel quedaba lejos, su maestro era flojo o bien la disciplina era demasiado relajada en cuestiones de horario y asistencia. Todos, requisitos indispensables para recibir su certificado y asegurar el siguiente depósito del seguro de desempleo.

Patricia Mercado, titular de la Secretaría del Trabajo del DF, explica que “trabajan con 23 planteles, en siete delegaciones, y que ninguno de los alumnos paga un peso. Para la ejecución de este programa nos dieron 6 millones de pesos del dinero del Metro y de ahí pagamos los cursos e insumos para las prácticas, por lo que nos quedan como 170 mil pesos para operación del personal que los evalúa”.

Durante el segundo trimestre, las clases se enfocarán a cocina internacional y bebidas, por lo que la profesora Cinthya mantiene la esperanza de que sus alumnos sigan al pie del cañón.

Mercado dice que al final podrían cerrar con un último curso para que todos los exvagoneros aprendan a emprender un negocio. Pero, Rosa Isela atajó que “no sería en los locales del Metro, donde la renta cuesta 350 mil pesos. ¿De dónde sacaríamos esa cantidad?”.

¿Y los invidentes?

“Los talleres que les ofrecen no los pueden desarrollar, herrería o carpintería son oficios difíciles para ellos, imposibles”, afirma Jesús Arturo Zamudio, presidente de la Asociación de Invidentes del DF, que agremia a 180 vagoneros de varias líneas.

“Entendemos que el Metro es un medio de transporte, pero las autoridades no les han dado alternativas de trabajo, por eso ellos se meten a trabajar por necesidad”.

Víctor Manuel Toledo, bocinero e invidente de 43 años, canta todos los ritmos dentro del Metro porque no tiene otra opción. “Me gustaría que me dieran un trabajo seguro, por ejemplo de radioperador”, dice.

Apolonio Ramírez, otro invidente de 52 años, explica que da masajes o vende lo que puede, pero que le encantaría salir de los túneles para desempeñar un trabajo “más seguro, donde no me exponga tanto”.

Al respecto, la Secretaría del Trabajo en el DF adelanta que en junio comenzará el primer curso de masaje para que los débiles visuales reciban capacitación.

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