"Pensamos que nos iban a dejar morir ahí"

Diana Hernández se recuperaba de la cesárea cuando el Materno de Cuajimalpa explotó; el golpe más duro, el psicológico.

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Diana carga a su hijo Guillermo Cortés, quien nació 24 horas antes de la explosión que destruyó el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa. (Fanny Miranda)
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Fanny Miranda/Milenio
MÉXICO, D.F.- Guillermo Cortés Hernández tenía 24 horas de haber nacido cuando la sala de neonatos del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, donde se encontraba junto a su madre, se derrumbó. "Milagrosamente", el niño no tuvo ni un rasguño, pero su extraordinaria suerte quedó en el olvido, lamentó Diana Hernández, madre del menor.

Diana se recuperaba de la cesárea que le practicaron el día anterior, cuando el hospital estalló. Sufrió algunos golpes, pero el mayor daño, dice, fue vivir esa experiencia, por lo que demanda a la empresa Gas Express Nieto responder, incluso, a quienes salieron ilesos; en su caso perdieron los pocos ahorros que tenían y su esposo se quedó sin empleo por atenderla.

"Supe que a otras mamás las están buscando, no sé si ya hayan platicado con ellas, pero yo no he tenido ningún contacto con la gasera. Creo que no es necesario vernos casi muertas como para ayudarnos, porque todas vivimos ese trauma y a ninguna se nos va a olvidar. Deben de hacerse responsables de lo que pasó, porque todas fuimos afectadas física o emocionalmente", expresó.

En entrevista, Diana narró que se encontraba sentada en su cama cuando la explosión la sorprendió.

"Lo que hice fue proteger a mi bebé con mi cuerpo, lo metí entre mi bata para que no inhalara el gas y nos empezamos a salir de la habitación. Empezamos a pedir auxilio y después escuchamos que un policía gritó: 'No nos podemos meter a sacarlas porque no nos podemos arriesgar'. Se imagina nosotras, el pánico que nos dio en esos momentos, pensamos que nos iban a dejar aquí morir ahí", relató.

Muy difícil

Diana, una joven madre de 26 años, con dos hijas más, una de siete y otra de tres años, fue trasladada al Centro Médico ABC de Santa Fe y dada de alta el mismo día.

"Me cayó una lámpara en el cuello y me generó un esguince, además de moretones en las piernas y brazos. Físicamente me encuentro bien, aunque emocionalmente no, porque fue un trama muy fuerte y difícil de superar; es algo que no voy a olvidar nunca; sin embargo, estoy tratando de superarlo".

La joven está siendo sometida a tratamiento psicológico proporcionado por la delegación Cuajimalpa. "Es muy difícil, hasta la fecha me da miedo estar sola y si escucho algún golpe muy fuerte, un ruido repentino, me aterrorizo", dijo.

Diana, su esposo y sus tres hijos viven en un solo cuarto con cocineta y baño en la casa de sus suegros, donde a su vez cohabitan sus cuñadas y sobrinos. La humilde vivienda se ubica en la colonia Cooperativa Palo Alto, en Cuajimalpa, exactamente detrás de la emblemática torre del Pantalón en Santa Fe.

Antes de la tragedia, la pareja tenía acumulados algunos ahorros para que con la llegada del nuevo bebé pudieran comenzar a construir su casita en un terreno que su suegro les dio en el pueblo de San Pablo Chimalpa, sobre la carretera de Cuajimalpa a Huixquilucan, pero su sueño se desvaneció entre los gastos que surgieron tras el accidente.

De tal manera, Diana demandó a las autoridades capitalinas que al igual que han brindado apoyos a los ciudadanos que participaron en los rescates entre los escombros del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa no se olviden de ella y su bebé.

"A raíz de todo lo que pasó se dijo que los bebés que estaban ahí, que afortunadamente vivieron, se les iba a dar una beca de por vida. La verdad, yo no he visto nada de eso, por parte del gobierno no me ha llegado a mí nada todavía. Si les quisiera yo pedir que no se olvidaran de nosotras, es algo que a nadie se le desea y es algo que ninguna de nosotras esperábamos pasar una cosa así".

Un milagro

El pequeño Guillermo nació a las 8:40 horas del 28 de enero. Con su mes y medio de edad se encuentra completamente sano. Luce regordete, pues solo quiere comer y dormir, dice su madre.

Mientras ella narra su experiencia, el bebé llora con tal intensidad que su padre, de oficio electricista, de inmediato se levanta y prepara el biberón ante la demanda de su hijo.

"Para mí fue un milagro, yo soy creyente, y para mí fue un milagro de Dios y de la santísima Virgen que los dos hayamos salido ilesos, porque créanme que los golpes, la cortadas no es nada a comparación de lo que a otras mamás les pasó", concluye Diana. 

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