Marejada de petróleo hundió la pesca en costas mexicanas

Especies como camarón, jaiba y tiburón, entre otras se han visto afectas por una marejada submarina de crudo que llegó a costas mexicanas.

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La captura de especies marinas ha bajado drásticamente luego de la contaminación provocada por el derrame petrolero de DeepWaterHorizon. (Archivo/Notimex)
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Víctor Hugo Michel/Milenio
TAMPICO, Tamps.- La tragedia del derrame petrolero de DeepWaterHorizon está en ruta de abrir un capítulo mexicano. 

A cinco años de que el pozo Macondo de British Petroleum (BP) vertiera millones de barriles en aguas de Luisiana, científicos y pescadores sospechan que una marejada submarina de crudo ya llegó a costas mexicanas, poniendo en vilo comunidades de Tamaulipas a Yucatán y afectando la reproducción de especies como el camarón, la jaiba y el tiburón.

"La hipótesis que tengo con relación al pozo Macondo es que tarde o temprano ese petróleo alcanzará la zona exclusiva de México y que nos va a llegar por el lado de las costas mexicanas del noroeste del Golfo, en litorales entre Tamaulipas y Veracruz", advirtió el doctor Luis Arturo Soto, experto en Procesos Oceánicos y Costeros del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM. 

Sus investigaciones de campo son, hoy por hoy, piedra angular de la demanda que 20 mil pescadores mexicanos mantienen contra BP en cortes estadounidenses ("Piden pescadores mexicanos 50 mil dólares por cabeza a BP por derrame". MILENIO, 30/04/2015).

La marejada es, para todo fin práctico, invisible a primera vista. En términos científicos se le conoce como una pluma y se desplaza lentamente a más de 800 metros de profundidad, lejos de la detección de naves de superficie. 

Una de las sospechas sobre su llegada a aguas mexicanas se basa en la palpable crisis por la que atraviesa la pesca en todo el Golfo. Pescadores que forman parte de la demanda contra BP sostienen que la captura de distintas especies en aguas mexicanas ha recibido un golpe brutal debido a una serie de efectos retardados del derrame.

"Estuve tres meses en el Golfo esta temporada y saqué solo 700 pesos de camarón. En otros años eran 70 mil", dijo Filiberto Camacho, pescador de altura y capitán de uno de los barcos de la envejecida flota camaronera de Tampico.

En el puerto la queja entre los capitanes de pesca de altura y ribereña es generalizada: desde el derrame ya no hay camarón y este año fue particularmente malo. 

En cascada, los efectos de esta mengua camaronera han llevado a que decenas de barcos hayan sido llevados a desmantelamiento. Como resultado de las malas temporadas y altos precios del diésel la flota se redujo de 400 a 180 embarcaciones en apenas una década y hoy varios de estos barcos lucen abandonados, encallados a lo largo del Pánuco. Serán vendidos como fierro viejo.

"Esto ya no es negocio. Desde hace cinco años sacamos puro chapopote. Hay guachinangos que uno puede abrir y ¿qué te encuentras adentro? Bolas de petróleo", asegura Olivio Reyes, pescador ribereño del lado veracruzano del Pánuco.

Que el crudo de BP causó estos colapsos es un argumento que tendrá que ser probado en la Corte Federal de Luisiana ante el juez Carl Barbier

Hermilo Martínez, mecánico que organizó a 2 mil pescadores del río para que se sumaran a la demanda contra "la pritich petrolium", afirma que desde 2011 más y más motores han sido abandonados en su taller por capitanes que ya no tienen dinero para pagar sus cuentas. "La gente sabe que el petróleo vino de allá", dice.

Estadísticas oficiales de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Pesca (Sagarpa) corroboran la noción de que algo está pasando y que la industria se encuentra en un profundo bache. Desde 2010, año del derrame, se han reportado pescas mediocres en todos los estados del Golfo de México. Para 2013, último año para el que hay cifras disponibles, cayó la pesca de camarón en aguas de Campeche 37 por ciento y en Tamaulipas 65 por ciento. Veracruz informa una caída de 17.8 por ciento.

No solo los pescadores de camarón han sufrido de estos descensos, que a la luz de estadísticas de los últimos 20 años son atípicos. El panorama es generalizado: la pesca de jaiba en Tamaulipas se colapsó 61.8 por ciento. La de robalo en Campeche, 37.2. La captura de lebrancha veracruzana descendió 42.5 por ciento y el rubio de Yucatán, 22 por ciento. Son cifras a las que se puede sumar un marcado deterioro en la biomasa disponible en la región. Hay varias especies que simplemente han dejado de ser explotables.

La duda yace en determinar si las quiebras de las flotas camaroneras y las caídas en la pesca tienen una vinculación directa con el derrame petrolero o si se deben a otros fenómenos, como la captura excesiva, el alto precio de los carburantes o la contaminación a largo plazo por parte de Petróleos Mexicanos, entre otros tantos factores.

Que el crudo de BP causó estos colapsos es un argumento que tendrá que ser probado en la Corte Federal de Luisiana ante el juez Carl Barbier, quien lleva el enredado proceso legal que involucra a la petrolera británica, demandada por miles de marineros, decenas de condados, varios gobiernos estatales y numerosas organizaciones. La petrolera británica ya aceptó pagar 13 mil millones de dólares a un grupo de pescadores. Es apenas el primer cobro: todavía faltan los demás afectados que buscan acceder a un pote que se anuncia como enorme y en el que México quiere su parte.

Hasta ahora, sin embargo, el juzgador estadounidense no ha sido particularmente afable a los intereses mexicanos: desechó una demanda interpuesta por Tamaulipas, Veracruz y Campeche, cuyos gobiernos sostenían que sus respectivas industrias pesqueras habían sido seriamente afectadas. En su escritorio yacen ahora las demandas de 20 mil pescadores y el gobierno federal de México. Ambos —pescadores y gobierno nacional—, buscan indemnizaciones multimillonarias e históricas.

En Tampico, la zona cero para la supuesta afectación mexicana, hay quienes insisten en que ese dinero es necesario, porque durante mucho tiempo no habrá pesca. Virginia Garrido, una activista social que ayudó a 5 mil pescadores a organizarse en Tampico y Altamira para demandar a BP, dice que la situación está clara: "Necesitamos la indemnización, porque pescar ya no deja para comer en el Golfo".

Hipótesis de Soto

Durante los últimos tres años, el doctor Soto se ha enfundado en sus botas de caucho y ha ido a la caza de muestras a los marismas de Tamaulipas, donde ha dado seguimiento a una serie de pequeños cambios que pueden avizorar una gran crisis: cada verano, sin falta, ha encontrado que crece la evidencia de metales pesados en organismos en el delta del río Bravo.

Se trata de níquel y plomo, elementos químicos vinculados directamente con compuestos de hidrocarburos fósiles como el petróleo. Ha descubierto concentraciones importantes en los cuerpos de camarones, peces y mamíferos de toda la región. 

¿Qué sugiere esto? Aunque Soto admite que no hay todavía una pistola humeante que vincule estas moléculas con el pozo Macondo, insiste en que las evidencias dejan muy definido que algo está sucediendo.

"Las señales, las más sencillas, son las químicas. Y la química no tiene discusión", explica el investigador. Formó parte de la tripulación del barco Justo Sierra de la UNAM que en 2011-2013 trató de documentar la extensión del daño provocado por el pozo de BP en aguas mexicanas. 

El proyecto, el único esfuerzo científico que México pudo anteponer al desastre, debió cancelarse a los tres años por falta de presupuesto, lo que ha dejado al país sin saber, con certeza, qué está pasando en sus aguas.

Ahí entra la hipótesis de Soto, compartida por otros científicos tanto en México como Estados Unidos. Es una teoría que se sustenta en el uso del agente dispersor Corexit, un químico con el que BP buscaba romper y diluir el crudo que escapaba del pozo Macondo, a mil 600 metros de profundidad, para evitar que llegara a la superficie. Pero con el remedio vino la maldición: este agente generó una pluma de petróleo submarina que después comenzó a ser arrastrada sin que se conociera hacia dónde iba.

"Lo que sabemos es que en vez de mandar el petróleo a las costas, se estaba yendo a profundidades de 800 metros", explica el doctor Soto. "Al ser llevado por la circulación profunda, empezó la deriva hacia la parte suroeste, hacia el sur del Golfo de México, en dirección a nuestras aguas. En qué dirección se viene desplazando y en qué volumen, nadie lo conoce hasta el momento".

Podrá ser solo una hipótesis que aún tendrá que ver su día en la Corte y que tiene de su lado las estadísticas de pesca, pero el gobierno mexicano la considera lo suficientemente creíble y fuerte como para depositar sobre ella sus esperanzas de vencer a BP en tribunales de Luisiana y obtener una parte del dinero de la petrolera.

"Aunque el destino de mucho del petróleo es tema de debate científico en este momento, petróleo del derrame permanece en las aguas del Golfo de México, poniendo en peligro las costas. Se cree que el Golfo está afectado por corrientes profundas que corren de este a oeste en un patrón circular y que estas corrientes han transportado una pluma de petróleo, dispersantes y químicos a las aguas de México", argumentó la administración Peña Nieto en su demanda contra la petrolera británica. 

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