La Merced, un mercado lleno de vida... y de problemas

Los 365 días del año, este histórico lugar está siempre lleno de colores y olores del campo mexicano.

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Muchas familias conviven a diario en los pasillos de La Merced. (EFE)
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EFE
MÉXICO, D.F.- Ni la prostitución en las zonas aledañas, la proliferación del comercio informal, la delincuencia o los accidentes han conseguido acabar con el mercado de La Merced, que más de medio siglo después de su construcción sigue siendo una de las zonas más activas del comercio en la capital mexicana.

En La Merced hay ruido y vida desde que llega el primer comerciante hasta que se va el último cliente, casi 24 horas al día los 365 días del año, siempre lleno de olores y colores de los productos del campo mexicano, que pueden conseguirse a un precio mucho más bajo que en los supermercados.

Desde que se inauguró en 1957, ha sufrido varios accidentes, el más grave en 1988 cuando un puesto de fuegos artificiales explotó y mató a 61 personas; el último, el pasado mes de febrero, cuando un incendio destruyó la mitad del interior de la nave principal.

Las obras de restauración acaban de comenzar y según aseguran las autoridades del barrio de Venustiano Carranza, en el que se ubica, en el centro de la capital mexicana, respetarán el diseño arquitectónico "por ser un inmueble histórico y emblemático".

"Es importante seguir el trabajo de nuestros padres que nos han dejado esta herencia"

Estas obras tratarán una vez más de lavar la cara a este centro de comercio en el que hay más de 5,500 puestos fijos y en el que transitan alrededor de unas 60,000 personas al día, según contó el escritor y cronista Sergio Vicario.

La Merced se construyó sobre un terreno en donde tradicionalmente ya se concentraba el comercio, puesto que hasta allí llegaban los antiguos canales o acequias por los que llegaban los comerciantes.

Los mercados del centro como el del Parián en el Zócalo o el antiguo de La Merced se colapsaron y los comerciantes fueron desplazados a esta zona, en la que se acabó construyendo este centro que toma el nombre del cercano convento de Nuestra Señora de la Merced.

Pero la Ciudad de México fue creciendo y se sobrepobló, y las calles aledañas se llenaron de comercio informal, que en opinión de Vicario generó numerosos problemas de delincuencia y prostitución.

"Tiene que haber un censo claro de quiénes son los locatarios y regular el mercado de la vía púbica informal, porque ese es el que estrangula las vías aledañas y el propio comercio", dijo.

Además, los centenares de toneladas de basura que se tiran al día, añadió, son un foco generador de pobreza. "Vive mucha gente en la zona en situación de calle porque tienen cerca el mercado y hay tiraderos de comida. Hay quienes tiran cosas todavía comestibles y eso es lo que ha mantenido una zona de alta marginalidad", agregó.

Pero por encima de todos estos problemas, el mercado de La Merced es un hogar para muchos de los comerciantes como Cecilia, que a sus 53 años asegura que casi no tiene un día libre en todo el año, pero que está orgullosa de seguir el negocio familiar.

"Es importante seguir el trabajo de nuestros padres que nos han dejado esta herencia", dijo esta mujer, que aseguró que en su puesto de artesanías todo lo que se vende es hecho en México porque quieren apoyar a los artesanos mexicanos y defenderlos de la invasión del comercio chino.

Lleva toda su vida en este mercado, igual que Santa Rojas, de 64 años, quien incluso conoció a su marido cuando éste iba a comprar a su puesto de verduras y hierbas.

En él crecieron sus cinco hijos, muchos de los cuales han trabajado o trabajan también en el mercado. "Aquí anduvieron mis hermanos, mis amigos, mis parientes, todos somos una familia en realidad, los que vivimos en este mercado y sacamos a nuestros hijos adelante", dijo.

El trabajo de comerciante es como "una cadena" que se hereda entre padres e hijos y en el que hay que enfrentarse a problemas como el incendio de febrero, que acabó con su puesto e hizo que la ubicaran en una zona en la que vende mucho menos.

Una cadena que Enrique Galicia no se atreve a romper ya que heredó de sus abuelos no solo un puesto de venta de mole sino también la tradición de fabricar este producto tan típicamente mexicano, hecho a base de numerosas especias, especialmente chiles secos.

A sus 30 años, nunca pensó en dedicarse a otra cosa. "No podemos dejar así abandonado el esfuerzo de nuestros jefes (padres) (...), por eso no me atrevo a dejarlo así tan fácil", dijo.

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