La Ruana ya sobrepasó al infierno: sacerdote

José Luis Segura Barragán, nuevo cura, dice que a la gente está adoptando la narcocultura.

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José Luis Segura Barragán dice que lo enviaron a La Ruana porque es 'bien mula'. (Milenio)
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Juan Pablo Becerra-Acosta/Milenio
MÉXICO, D.F.- Tiene poco más de una semana en el lugar: en La Ruana, Michoacán, el poblado de 10 mil habitantes sitiado por el narco, por Los Caballeros Templarios, y ocupado por autodefensas que aseguran estar formadas por campesinos limoneros, pero que son acusadas por sus rivales de recibir apoyo del cártel de Jalisco Nueva Generación.

Es el lugar que lleva semanas sin gasolina, sin programas federales, con pocos alimentos y medicinas. Y él ya se instaló aquí, en este ardiente lugar. Su antecesor huyó, o fue removido, no lo precisa, y él sí tiene pavor, pero, sonriente, filosofa:

“No puede uno vivir con miedo”.

Es José Luis Segura Barragán, el nuevo cura del lugar. Dice que a él lo mandaron aquí, porque es “bien mula” y no se deja de nadie. Es la segunda ocasión en que lo envían al lugar. Se carcajea al decirlo, lo de que es bien mula. Le brillan sus ojos claros con su travesura verbal.

Y dice más: que el crimen organizado todavía no lo amenaza, ni tampoco el grupo de autodefensa, pero que no duda que lo hagan. Entre más risas (“hay que reír, si no qué hacemos”), comenta que este sitio, por sus masacres, sus violentos enfrentamientos y su cerco, “quizá ya sobrepasó al infierno”.

Se pone serio cuando pregunta con sarcasmo que dónde están las autoridades:

—¿Y los gobiernos, padre?

—¿Cuáles? Dígame alguno (hace un largo silencio)… ¿Dónde está el presidente municipal (de Buenavista Tomatlán, municipio al que pertenece La Ruana, que oficialmente se llama Felipe Carrillo Puerto)? Yo no lo he visto por ningún lado. ¿Dónde está el gobernador, dónde está el Presidente? No que venga, pero, ¿dónde está el Presidente?”.

En la sala de su casa parroquial, acomodado en un gran sillón, insta tanto a narcos como a autodefensas a que respeten los mandamientos:

“No matarás. Con todas sus letrotas. No robarás. Con eso. Con que respetaran eso”. Exige que el gobierno aplique la ley y censura que los grupos pretendan poner sus leyes: “Eso se vuelve cacicazgo”. Dice que el problema aquí es que la gente es “muy bronca” y que lleva 28 años con lo de la droga. “Aquí nunca ha habido leyes, pues, para hablar claro”.

Narra el origen

—Hace 28 años la mayoría de la gente se dedicaba a la agricultura, al melón, pepino, papaya. Luego hubo una época en que empezaron a introducir la siembra de mariguana y hubo mucho dinero, las costumbres se fueron relajando y cada quien hacía lo que quería…

—¿Y ahora?

—¿Ahora? Es lo que yo me pregunto: ¿ahora qué? —guarda silencio. Yo creo que cualquier persona que quiera mejorar este lugar lo primero que tiene que hacer es someterse a las leyes. Una comunidad no puede estar sin leyes y las leyes no las puede poner cualquiera. Además ya hay leyes: que se cumplan. Cuando alguien empieza a hacer leyes diferentes empieza a destruir a la sociedad…

Le lanza una mirada a Hipólito Mora, el líder de las autodefensas, que presencia la entrevista. El mensaje va para él, pero luego agregará que también para los grupos de narcos. Luego arremete contra los retenes de unos y otros afuera de las poblaciones…

Esta nueva forma de poner retenes en todas partes, por un lado, asusta a la gente, por otro lado, obstaculiza el andar. Y si el pueblo está como cercado, no puede abastecerse de lo más necesario.

—¿Qué va a pasar aquí, padre?

—Lo que yo percibo es que la solución viene de las leyes. Yo soy una persona de civilización, no de barbarie (hace otro largo silencio)… ¿Y qué es la civilización? La educación, el respeto. El respeto a la vida, el respeto a la propiedad, el respeto a la libertad, al pensamiento, a la palabra, al tránsito. ¿Por qué me van a impedir entrar o salir a una parte? ¿Con qué derecho?

Hace como una pequeña introspección y luego expone su reflexión:

—En este entorno han ocurrido cosas muy feas (ha habido dos enfrentamientos y una masacre de campesinos con un saldo de más de 20 muertos en las últimas semanas). Y ya como que es el colmo, ya es lo máximo. Ya de aquí, qué…

—¿Ya estamos en el infierno aquí, padre?

—A lo mejor ya lo rebasamos (se carcajea, luego se pone serio súbitamente)… La gente está angustiada, triste, pero… se le está pegando lo demás…

Lo demás. Los hábitos de los narcos: “Cuando a la gente le hacen una cosa y responde del mismo modo, ya se iguala: me roban, robo; me matan, mato. Así estamos aquí…”.

Se despide el cura. Tiene que ir a dar misa a otra población. Afuera de la parroquia, a la gente no le queda más que rezar, como los niños que están ahí, junto a la Iglesia, con cara de susto, incluso en sus sonrisas, cantando-rezando aquí, en este su infierno de Tierra Caliente…

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