López Obrador se equivoca cuando no oye a los demás: Poniatowska

La autora, que confiesa envidiar a Juan Rulfo y ser adicta a Vincent Van Gogh, asegura que nunca hay que acercarse a la política.

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"Fumé mariguana, pero no sentía nada", dijo Poniatowska. (Archivo/Notimex)
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Fernando del Collado/Milenio
MÉXICO, D.F.- Se le ha propuesto un alto. Recapitular. Acaba de cumplir 81 años y 60 de iniciar el camino de la creación literaria. Es la autora del libro más célebre del movimiento estudiantil mexicano de 1968. Vital, esencial. Su voz, de las más críticas que todavía se pueden escuchar, es Elena Poniatowska:

¿Qué son los 80?

La certeza de que ya viviste gran parte de tu vida: que estás de salida.

¿Hacia dónde se dirige?

Espero que al cielo, donde están mi mamá, mi papá y mi hermano.

¿Qué perdió de sí?

He perdido fuerza… he perdido color.

¿Humor?

Humor, no. Pero sí el pelo… lo tengo blanco.

En fin, ¿qué somos?

Somos células pequeñas...

¿Qué dejaremos?

Dejaremos el amor que nos tienen nuestro hijos.

¿Qué país es este?

Este país es mí país, el único que tengo.

¿Es posible habitarlo?

Es posible, claro.

¿Usted combatió al PRI?

¡Toda la vida!

¿Y ahora lo ve de regreso?

Sí.

¿Qué hacemos?

Pues devolverlo a su lugar: a ver si lo hacemos… ¡A ver si tenemos las suficientes agallas!

¿Con él, regresa el presidencialismo?

No sé si regrese tanto el presidencialismo, pero sí sé que regresan… y muchas lacras.

¿Todos perdimos?

Perdimos, pero ganamos también mucho, porque la gente es cada vez más consciente de la política y de sus errores.

¿De qué debemos cuidarnos?

¡Pues de no ser idiotas!… y cuesta trabajo.

¿En quién debemos confiar?

En la gente que nos ama y en la que amamos.

¿AMLO se equivocó?

No, AMLO no se equivocó.

¿AMLO jamás se equivoca?

AMLO, claro que se equivoca.

¿Cuándo?

Cuando se repite, cuando no oye a los demás, cuando es terco y es terco en muchas ocasiones.

¿A él también le debemos el regreso del PRI?

¡No, claro que no!

En fin, ¿usted qué aprendió de los políticos?

He aprendido que no hay que acercarse a ellos, porque nunca hay que acercarse al poder.

¿Y se mantuvo alejada?

Me he mantenido alejada del poder desde muy niña, quizá porque tuve una niñez privilegiada.

¿Qué debemos saber de la política?

Que es una trampa. Y que la política la hacemos nosotros mismos si queremos.

¿Y qué debemos saber de usted?

Que hago bien mi trabajo, que nunca fallo y que nunca me voy a fallar a mí misma.

¿Y si hacemos un corte de caja, doña Elena?

Eso no sé lo que es.

¿Su mejor libro?

El que voy a hacer, porque si no, no lo haría. Tengo que creer en él.

¿La frase más Poniatowska de todos los tiempos?

Un montón de dichos populares.

¿El mejor título de libro?

Hasta no verte Jesús mío.

¿La crónica que le sobrevivirá?

Las crónicas de toda la gente de la calle, supongo.

¿El poeta que más declamó?

El que más aprendí de memoria: López Velarde.

¿Al narrador que más envidió?

Envidio a Rulfo y envidio a escritores desconocidos que no se han hecho un nombre.

¿El cuadro que más visitó?

Soy una adicta a Van Gogh...

¿El color que más vistió?

Creo que el rojo, porque hace juego con mi ideología.

¿El amor que jamás olvidó?

El amor de un astrofísico.

¿El instante más perdurable?

El nacimiento de mi hijo Mane, el mayor.

¿El cielo que admiró?

Muchos cielos… todavía saludo a la luna siete veces en la noche.

¿El dolor más profundo?

La muerte de mi hermano Jan, a los 21 años, en 1968.

¿El amante mejor guardado?

¡El que voy a tener!

¿Polonia?

Un sueño al que he ido una sola vez en mi vida.

¿El nombre que quiso tener?

Leticia… pero no se me hizo.

¿El sabor más entrañable?

El del limón.

¿La depresión que siempre volvió?

Bueno… ésa sí es muy frecuente.

¿El domingo más triste?

Este, en que no suena el teléfono.

¿El olor de su piel?

Yo huelo a naranja por la loción que siempre me pongo.

¿Los ojos que siempre miró?

Los ojos de los mexicanos.

¿El cuerpo que siempre añoró?

El mío, cuando tenía 18 años: lo añoro.

¿El trauma que jamás ha superado?

El de mi ignorancia, ése que me afecta mucho.

¿El odio que alimentó?

No he sido lo suficientemente persistente para alimentar un odio.

¿La traición?

Sí, sí la he vivido.

¿El reclamo por exigir?

El de un país en el que todos se vayan a dormir habiendo comido más o menos lo mismo.

¿La mujer a la que quiso amar?

Mi madre, y creo que le fallé, debí amarla más.

¿El miedo más profundo?

El más profundo es el miedo a no estar a la altura.

¿El abandono?

¿El abandono? Bueno, la muerte es una forma de abandono.

¿Soledad?

La soledad del escritor es grande, pero te vas haciendo a ella.

¿Llorar?

Llorar no sirve de nada.

¿El abrazo mejor esperado?

El abrazo de la compasión. No creo para nada en la autocompasión, es lo más inútil de la tierra, pero sí creo que el abrazo que te dan otros en cierto momento, sí te ayuda mucho.

¿El abrazo por llegar?

Pues el abrazo de la muerte, finalmente tengo 81 años.

¿La solicitud de disculpa pendiente?

No sé… pediría disculpa supongo que a mis hijos y amigos.

¿El plagio que más le avergonzó?

No, no… jamás he plagiado. He sido entrevistadora, cito lo que dicen los demás, pero eso no creo que sea plagio.

¿El insulto que más guardó?

Ninguno.

¿El chantaje más socorrido?

Tampoco, hay que barrer todo eso fuera de ti.

¿La borrachera?

La borrachera de ayer.

¿La droga consumida?

Fumé mariguana, pero no sentía nada... una amiga me dijo que le pasara su bachicha, porque nomás se la estaba gastando. Sí fumaría o tomaría peyote, pero no ha habido la oportunidad.

¿Su cuerpo?

Lo he maltratado, no le he dado lo que merece, pero siempre me acompaña.

¿La ansiedad jamás dominada?

La de la inseguridad en ti misma.

¿El orgasmo más recordado?

Un orgasmo que inventé… porque se lo atribuí a Tina Modotti y es el que más recuerdo.

¿El vestido que siempre guardó?

El camisón de dormir de la primera noche de mi mamá. Ahí lo tengo.

¿La niña que fue?

Es una niña que era una gran interrogación.

¿La noche?

Supongo que es la Noche de Tlatelolco, tengo que decir eso a fuerza, ¿no?

¿Tlatelolco?

Pues es la muerte.

¿Muerte?

La muerte, ¡pues la que me espera!

¿Sangre?

La guerra, mi papá, no lo vi durante seis años, porque estuvo en la guerra.

¿La palabra más esperanzadora?

¡Amor!

¿La letra más querida?

La primera del alfabeto, la A.

¿La palabra jamás entendida?

Pues nunca he entendido el insulto.

¿La más enigmática?

La más enigmática… la de la muerte… ¡hablo mucho de la muerte, que horror!

¿La más absurda?

El insulto.

¿La más promiscua?

Las palabras en sí no son promiscuas, son promiscuos quienes las dicen.

¿El vacío?

Hay que llenarlo.

¿El rezo?

Ojalá y lo practicara.

¿El ruego?

Lo veo mucho en los ojos de los perros.

¿El viento?

El viento en el mes de marzo.

¿La vida misma?

La vida misma es lo que estamos haciendo ahora.

¿La alegría de vivirla?

La fuerza que pongamos en ella, si no, no hay alegría.

¿Las razones de vivirla?

Los resortes que te da la vida misma, desde que amaneces hasta que te duermes.

¿Ser Poniatowska?

Un apellido del cual estoy muy orgullosa.

¿La opinión?

Algo que toma uno en cuenta: a veces te hiere, a veces te halaga.

¿El periodismo que quiso leer?

Lo leí en muchos periódicos buenos, sobre todo en los franceses.

¿El periodismo que quiso ver en televisión?

Todavía no lo veo.

¿La censura que más la marcó?

No fue en contra mía, pero en contra de gente en quien yo creía.

¿La mentira que nunca olvidó?

No, no hay ninguna.

¿El prejuicio que nunca dejó?

No, no soy una mujer de prejuicios.

¿La paradoja de su vida?

Que hubiera querido ser otro tipo de mujer, pero me tengo que aceptar tal y como soy.

¿La metáfora de su narrativa?

Mi narrativa está tan ligada a la gente y a lo que sucede todos los días que no, no se me ocurre nada.

¿La familia que deja?

Es mi nido, mi entorno, es lo que me protege.

¿Los hijos que ama?

Mis tres hijos: Mane, Felipe y Paula.

¿Las palabras que nunca les ofreció?

Creo que los regañé poco.

¿La abuela que es?

Tengo diez nietos.

¿La esperanza perdida?

La de todo lo que no logré hacer. Quisiera volver a vivir para hacer todo lo que no hice bien.

¿El secreto que aquí nos va a revelar?

Que me da miedo la negrura… y que me da miedo haber hecho todo de la patada: eso sí es verdad.

¿La noche?

¿Otra vez la noche? Ya está repitiendo, ¡ya es un interrogatorio policiaco esto!

¿El deseo por cumplir?

El de darme cuenta del momento en que voy a morir.

¿El epitafio… su epitafio?

No sé, no lo he pensado. Hay que decir algo muy importante, ¿verdad? Pero no se me ha ocurrido.

¿Princesa Elena?

Ése es un título que viene desde el siglo XVII.

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