Director de kínder 'le robó a mi hija la mentalidad de niña'

La Procuraduría capitalina indaga un caso de abuso en el kínder Atzimba.

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Fachada del kinder Atzimba, donde el director abusó de menores de edad. (Street view/Google Maps)
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Erika Flores/Milenio Digital
CIUDAD DE MÉXICO.- Victoria no quería abrir sus piernas para que él la viera. Tampoco quiso que él metiera su mano por debajo de su faldón dentro de sus mallas y que después la desnudara.

Le dolió que abriera sus piernas por la fuerza, que pasara la lengua por su entrepierna y hasta le tomara fotografías; no pudo impedirlo porque él es más grande y fuerte que ella. “Si dices algo, te mato a ti y a tu mamá”, dijo antes de dejarla ir.

Por eso, Victoria —de cinco años—, no dijo nada en casa y tampoco pudo decirle a su mamá que el director del kínder al que asistía le hizo algo que no entendía, pero que la tenía en una extraña combinación de tristeza, inapetencia, enojo y sobresalto al dormir. Y todo porque ese día fue a la dirección a pedir papel sanitario, pues ella solo necesitaba ir al baño.

***

El jardín de niños Atzimba está ubicado cerca del Reclusorio Norte femenil, colonia Chalma de Guadalupe, delegación Gustavo A. Madero. Es una vivienda particular adaptada como escuela en su planta baja y como casa en la parte alta. Su registro ante la Secretaría de Educación Pública es el 09PJN2240P y en el portón de entrada afirma, textualmente, practicar “los valores y las buenas costumbres”.

Hay tres salones de clases para los respectivos grados (con diez niños por aula) y un pequeño cuarto con persianas que funciona como dirección y archivo escolar. En el patio de juegos hay cuatro sanitarios infantiles.

Victoria (cuyo nombre es ficticio para fines de este reportaje) vive en la zona; su madre Isabel cuenta que el día de la inscripción —en noviembre pasado—, notó la mirada insistente del presunto responsable de la agresión sexual contra su hija, el director Jaime Arturo Escobar Pitones.

Alto, delgado y con poco más de 30 años, él imparte clases de informática; sus estudios no pasaron por la Escuela Normal de Maestros, sino por la universidad Justo Sierra, que lo acreditó hace ocho años como licenciado en sistemas computacionales.

En los tres meses que Victoria estudió en ese lugar aprendió colores, canciones, letras, números y un poco de inglés, mas no computación; si bien conoce la máquina, no sabe cómo encenderla ni usarla. “Le echaron a perder su vida, su mentalidad de niña”, lamenta su madre Isabel Alvarado.

“Sospeché que algo estaba mal porque ella cambió de conducta casi al mes de haber ingresado a la escuela: dijo que ya no quería ir a la dirección, lloraba, le pegaba a su papá, a sus muñecos. Luego comía menos, dormía mal y hubo ocasiones en que, inexplicablemente, sus labios estaban partidos, secos. Un día durante su baño vi que traía su entrepierna lastimada, tuve que presionarla para que me dijera qué había pasado y me contó lo que le hizo ese infeliz”.

MILENIO consultó el primer reporte escolar mensual de la menor donde su profesora, Olaya Aydee Hernández Herrera, señaló que la niña de segundo de preescolar “comunica con claridad sus ideas y necesidades… logra contar de forma clara siguiendo la secuencia numérica… empieza a desenvolverse con confianza y expresa sus necesidades con seguridad”.

Por eso Isabel quedó paralizada cuando la menor enumeró las otras ocasiones en que el director la sacó del aula con el pretexto de llevarla a la dirección, cuando describió lo que le hizo y habló de una cámara fotográfica que él tenía en su escritorio.

En mayo la fiscalía de delitos sexuales de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México abrió la indagatoria FDS/FDS-6/T1/00315/16-05 por los delitos de abuso sexual y pornografía.

Buscando justicia, Isabel acudió a rendir su declaración, pero a Victoria la fiscalía le negó el uso del programa de computadora Bosty, diseñado para obtener declaración en video de los menores víctimas o testigos de delitos.

Bosty fue una herramienta clave para fincar responsabilidades penales en los casos de abuso sexual ocurridos en el kínder Matatena.

Aunque desde junio de 2012 es parte del protocolo oficial de actuación para niños en la procuraduría local, en el caso de Victoria las autoridades lo consideraron innecesario. Por eso la menor y sus padres debieron esperar poco más de 12 horas para que ella rindiera declaración ante el Ministerio Público.

Aunque las descripciones de la niña fueron generales, refieren abuso sexual y pornografía. La procuraduría necesitó entonces mayor información y detalles, por lo que citó de nuevo a Victoria para ampliar su declaración; esta vez, el tiempo de espera fue de ocho horas y el relato básicamente el mismo.

Isabel precisa que el Ministerio Público buscó datos nuevos que la niña no pudo aportar en lenguaje adulto y que, seguramente, con Bosty hubiera sido más fácil de recabar desde su nivel infantil. “Ya te expliqué… Ya lo contesté el otro día… ¿Qué no me entiendes?... Mamá, ya me quiero ir”, les dijo.

A pesar de ello en la averiguación previa quedó asentado que el presunto responsable de los delitos cometidos es Jaime Arturo Escobar Pitones, quien rendirá su declaración ministerial la próxima semana.

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Victoria dejó la escuela a finales de febrero. Actualmente no sale de su casa, juega sola con sus muñecas y la mayor parte del tiempo hace planas escolares que su mamá supervisa apoyada en los libros del kínder Atzimba, con la intención de que la niña no estanque su educación.

En las últimas semanas Victoria contó a su madre más detalles de lo ocurrido. Las palabras le vienen solas: jugando, en la cocina o simplemente cuando los recuerdos llegan a su cabeza. Según esto fue forzada en varias ocasiones a realizar sexo oral a su agresor. También relató que aunque gritaba y lloraba nadie llegó a ayudarla, aún cuando la pequeña dirección de este kínder se encuentra junto al salón de primer grado.

El 11 de marzo pasado, fecha en que Isabel pidió la baja escolar de su hija, Escobar Pitones le preguntó por qué dejó de acudir a la escuela. “No tenemos dinero para seguir pagando la colegiatura”, pretextó la madre para no alertarlo sobre la denuncia penal que interpondrían. “No se preocupe”, atajó él. “Podemos darle a Victoria una beca para apoyar a ustedes como padres. Lo importante es que ella no deje de venir”.

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