'Para asegurar mi vida, me enamoré de la muerte'

Un sargento del Ejército, sobreviviente de las balaceras narra las emboscadas por las que ha pasado durante la lucha contra el narcotráfico.

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El Ejercito ha tenido que enfrentarse en innumerables ocasiones con los grupo criminales. (Archivo/Notimex)
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Ignacio Alzaga/Milenio
MÉXICO, D.F.- El seco tableteo de los AK-47 resonó en los 17 enfrentamientos contra narcotraficantes que sostuvo en Nuevo León desde 2010. "Para asegurar mi vida, me enamoré de la muerte", dice con serenidad el sargento segundo de infantería, consciente de que habrá más riesgo... más balas.

Es un sobreviviente de los choques armados entre el Ejército mexicano y la delincuencia organizada que se dieron frecuentemente en el estado, sobre todo durante el sexenio pasado; sin embargo, asegura que el tiroteo del 27 de febrero de 2010 en Apodaca resultó el peor para él.

La balacera duró 45 minutos y fue herido, al igual que varios soldados, en una emboscada que tendieron decenas de sicarios de Los Zetas. Murió un cabo, la víctima número 151 en la lista de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sobre el personal fallecido entre diciembre de 2006 y agosto de 2015 en la "aplicación de la campaña permanente contra el narcotráfico".

Con 26 años de servicio en las fuerzas armadas, el sargento es padre de cuatro jóvenes, dos profesionistas y dos universitarios, cuyas carreras y estudios le permitieron y le permiten cubrir con su salario en el Ejército.

Para los militares, Nuevo León era una de las zonas más calientes de México, de altísima peligrosidad por la intensa actividad criminal

Su trato afable y voz relajada contrastan con la experiencia que ha vivido en los últimos años. Accede a narrar uno de esos días de combate que afectó de por vida la movilidad de su brazo y mano.

"Fuimos agredidos por individuos del crimen organizado, primero resultó herido el capitán segundo, luego el chofer y el "traca" (oficial de transmisiones). Yo iba en la tercera camioneta y los seguí.

"Duró 45 minutos la balacera, me fui hasta la carretera libre Saltillo-Coahuila, en el límite con Higueras, donde nos tendieron una emboscada; iba persiguiendo tres camionetas tirándoles con aditamento G-3 (fusil de combate) con intención de neutralizarlos, ellos me iban agrediendo, pero nunca pudimos hacerles nada porque las camionetas estaban blindadas.

"En Higueras nos emboscaron como unas 15 o 20 camionetas, ahí fue donde nos parapetamos, donde resultamos heridos todos, en la balacera que inició en Monterrey me mataron a un cabo de infantería".

El sargento resultó herido en el brazo derecho y perdió movilidad en la mano, no así en el dedo índice, que todavía le "sirve para jalar el gatillo".

"Hice lo que estaba a mi alcance, mi misión era alcanzar la victoria o perder la vida. Somos militares y a eso nos exponemos. Tardamos otros 20 minutos, después llegó el refuerzo, llegó mi coronel, de ahí nos llevó al Hospital Militar".

Repasa más enfrentamientos, uno en avenida México, otro en Loma Larga, ahí les lanzaron granadas, en avenida De la Mujer, en el municipio de Montemorelos y en Sabinas, Coahuila; 17 balaceras en total desde 2010.

"Yo sigo normal en las filas y pienso aguantarme otros tres años para irme con 30 por ciento de retiro, porque de este trabajo vive mi familia. Tengo dos hijos profesionistas, uno que es licenciado en diseño gráfico y una licenciada en administración de empresas, el tercero que pasó a tercer año de ingeniería civil y mi hija la más chiquita estudia la preparatoria.

"Yo creo que hasta ahí culmina mi carrera militar, pero si me muero será haciendo lo que me gusta, y si resucitara vuelvo a ser militar. Esta es una oportunidad más que Dios me dio de vivir, y para asegurar mi vida me enamoré de la muerte".

Violencia

Narra los hechos con el tono de voz de quien rinde un parte militar. Su chaleco antibalas evitó que un proyectil le atravesara el pecho y otro le rompió la clavícula. Dos soldados de infantería murieron en el ataque.

"Municipio de Salinas Victoria, Nuevo León. 2 de junio de 2011. Acudimos oportunamente a una denuncia anónima, nos recibió un convoy de vehículos del que estuvimos al pendiente. Tiros por todos lados, nos disparaban con AK-47, sonido inconfundible, y con otras armas".

Tenía el rango de sargento, uno de los disparos pegó en su chaleco, a la altura del corazón, otro rozó su casco y uno más dio en el hombro.

Para los militares, Nuevo León era una de las zonas más calientes de México, de altísima peligrosidad por la intensa actividad criminal.

No les faltaba razón, pues luego de que Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico al inicio de su sexenio e implicó a las fuerzas armadas en la persecución del crimen organizado, los delincuentes lanzaron en el estado el primer desafío abierto contra el Ejército mexicano.

Entre el 15 y el 22 de octubre de 2008 fueron secuestrados y degollados nueve militares (seis soldados, dos cabos y un sargento segundo) cuando estaban fuera de servicio y cuyos cuerpos fueron localizados en Monterrey y sus alrededores.

La afrenta puso en alerta a los militares, que a lo largo de la pasada administración intensificaron la lucha en la entidad contra principalmente Los Zetas y el cártel del Golfo, uno de los cuales mostró su ferocidad cuando el 13 de mayo de 2012 ejecutaron a 49 personas, cuyos cuerpos fueron abandonados en el poblado de San Juan, municipio de Cadereyta Jiménez.

El sargento formó parte de la ofensiva gubernamental y asegura que lo seguirá siendo.

"En el hospital estuve encamado aproximadamente 10 días, me operaron, como a los tres meses ya estaba en condiciones de seguir trabajando para coadyuvar en las operaciones contra la delincuencia organizada".

A veces hay mucho dolor en su hombro izquierdo. "Es todo lo que me ha afectado hasta ahorita, después de que sanaron las heridas, aquí mismo en mi unidad, me dieron el ascenso inmediato a sargento primero de infantería.

"Seguimos trabajando contra la delincuencia organizada y las operaciones que nos ordenen las cumplimos igual, pese a las heridas, trabajamos como siempre". 

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