Mina de Cocula, un mensaje de confianza en Guerrero

En febrero del año pasado 13 personas fueron secuestradas en la zona, incluyendo a seis trabajadores.

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La Minera Media Luna fue inaugurada hace exactamente un mes por la empresa canadiense Torex Gold.(facebook.com/pages/Minera-Media-Luna)
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Javier Vega/Milenio
GUERRERO.- Una tragedia puso a Cocula en el mapa de México. La tragedia del caso Ayotzinapa y sus 43 estudiantes desaparecidos. Del basurero donde, según la versión oficial, sus cuerpos fueron quemados y triturados. Cualquier evocación de su nombre remite a una monstruosa historia de narcos, sicarios y policías coludidos.

Pero lo que pocos saben es que este municipio guerrerense, colindante con Iguala, también resultó ser… una mina de oro.

Sí, la mala reputación de Cocula, por haber sido parte de una historia de horror, no evitó la mayor inversión privada en la historia del estado: 800 millones de dólares que son la esperanza de su gente para construir una nueva cara, para mostrar un rostro diferente al de septiembre de 2014.

La Minera Media Luna fue inaugurada hace exactamente un mes por la empresa canadiense Torex Gold.

“Es un mensaje de confianza. No de que las cosas se han resuelto, pero sí de que se están resolviendo y que, por lo menos, hay la intención de resolverlas”, dice a Milenio su director en México, Alfredo Phillips.

El megaproyecto para extraer, no cadáveres de fosas clandestinas, sino oro y plata de las entrañas de los montes, se ubica apenas a 42 kilómetros del infame basurero. Sobre la carretera a Chilpancingo, la desviación hacia Atzcala lleva a un camino recién construido. Pipas, tráileres y camionetas van y vienen sin parar durante el día. La vigilancia es discreta aunque permanente.

El acceso a la mina, conocido como Puerta Tres, es el primer acercamiento al rigor de Media Luna. Uniformados estatales verifican cada detalle: la identidad y vestimenta de cada pasajero, el estado del vehículo y hasta los cinturones de seguridad. El protocolo es extenso, incluso para los invitados.

Aunque, a pesar de que sea fortaleza, la mina no es ajena a la inseguridad en Guerrero. En febrero del año pasado 13 personas fueron secuestradas en la zona, incluyendo a seis trabajadores relacionados con el proyecto.

El gobierno del estado y la empresa canadiense reaccionaron y concibieron un convenio que, a la fecha, patrocina el hospedaje de policías estatales a cambio de vigilancia permanente en las inmediaciones y accesos.

Sobre este tema, el representante de Torex Gold expone: “Hace un año sentíamos un ambiente muy complicado en términos de inseguridad. Nos preocupó sobremanera que siguiera dándose este fenómeno y, conjuntando esfuerzos, tenemos, hoy por hoy, una mejor situación”.

Desgraciadamente, esta percepción en el oasis de la mina no es compartida por los habitantes de Nuevo Balsas, la comunidad más cercana al epicentro del proyecto.

Extorsiones del crimen organizado       

“Adentro, ellos sí tienen seguridad, nosotros afuera, no”, denuncia el comisario Marcos Valentín Ramírez.

Según los pobladores, las extorsiones del crimen organizado se han disparado en las últimas semanas. Las víctimas son los comerciantes, pescadores y propietarios de las camionetas que llevan obreros a Media Luna.

Encapuchado y armado, un miembro de la Policía Comunitaria del lugar detalla: “Son gente que tiene la posibilidad de comprar una Urban y rentársela a la mina. De ahí, quieren quitarles un porcentaje. Si no lo hacen, la amenaza es quemarlas”.

La comunitaria se formó hace unos años, pero ante los recientes acontecimientos tuvo que reagruparse. El pasado 21 de mayo, sus integrantes detuvieron a cinco personas mientras intentaban cobrar piso con el membrete de Guerreros Unidos, el mismísimo del Caso Iguala. Los presuntos delincuentes fueron entregados a las autoridades.

Luego de estos hechos, el grupo criminal que opera en la zona incrementó la presión sobre Nuevo Balsas. Los pescadores decidieron parar su producción. Los delincuentes les exigen un peso por cada kilogramo de mojarra. La pesca es la principal actividad económica y hay cientos de familias afectadas.

La influencia de la mina es innegable en las calles y casas del pueblo. En muchos tendederos se observan, colgados, los uniformes de Media Luna. Los pequeños locales de comida suelen tener una o dos mesas ocupadas por contratistas.

También se puede ver a policías, pero no están al servicio de los vecinos. Por eso, los 73 integrantes de la Policía Comunitaria se turnan para vigilar y patrullar. A unos metros del cuartel de la Policía Estatal, instalan un retén donde, con escopeta en mano, detienen y cuestionan a los conductores de vehículos sospechosos.

Un comunitario muestra los oficios que han enviado a todas las instancias posibles, desde el Ejército mexicano hasta el ayuntamiento, sin recibir respuesta.

“Nos sentimos secuestrados en nuestro mismo pueblo”, dice con coraje y reflexiona: “La mina nos beneficia por la economía y por el trabajo, pero también nos perjudica, porque la gente piensa que aquí hay mucho dinero”.

La mina y sus trabajadores

Las montañas y cerros que rodean la mina disimulan su magnitud. Una vez dentro, queda claro que, como señala su representante en México, “es una ciudad”. Los dormitorios, conocidos como El Campamento, pueden albergar hasta 400 personas en dos turnos, muchos de ellos, profesionistas provenientes de otros estados.

Pero no se mudaron en sí a Cocula, sino a la mina. Salen de ahí solo para volver a sus hogares. “La gente está aquí 20 días seguidos al mes, el rol típico es de 20 por diez. Tenemos comedores, áreas de esparcimiento y un gimnasio mejor que en muchos lugares”, explica Alfredo Phillips, de Torex Gold.

El ingeniero Leonardo Vélez es uno de los residentes. Originario de Sonora, acumula su tercer proyecto minero y enfatiza que sus colegas son los de siempre. “Me ha tocado trabajar con muchos compañeros con los que ya estuve en otros lugares”, comparte el metalurgista de 36 años.

La camaradería entre los foráneos es visible. Al concluir su jornada de trabajo, los empleados descansan en las áreas comunes, donde el entorno climatizado los separa del calor agobiante. La compañía prefiere que los periodistas no visiten los dormitorios, “solo encontrarían camas y más camas”, argumenta un representante de la empresa.

No todos los empleados vienen de fuera, pero hasta los miembros de comunidades vecinas tuvieron que mudarse al interior del oasis para trabajar en el proyecto. Así ocurrió con los habitantes de Fundición y Real del Limón, quienes abandonaron su lugar de origen para favorecer a Media Luna y beneficiarse de ésta. A cambio, la compañía construyó desde cero dos poblados que llevan el prefijo “nuevo” en su nombre.

Con una inversión de 40 millones de dólares, la mina entregó 169 casas e instaló un jardín de niños y primaria, una capilla católica y otra cristiana. Sus habitantes cuentan con todos los servicios, áreas comunes y recreativas.

Marco Mejía está entre los beneficiados. Desde hace ocho meses vive con su esposa y cinco hijos en Nuevo Real del Limón. Trabaja de auxiliar general en la mina y reconoce las bondades de su nueva ubicación.

“Ahorita los niños de preescolar o primaria se van solos a la escuela, antes estaba más retirado. Me siento más relajado acá y mis niños también, ya nos adaptamos”,  asegura.

Sin embargo, habla con nostalgia del pueblo donde vivió durante 28 años. Confiesa que la decisión de mudarse fue un acto de resignación:

“Varios compañeros no estábamos de acuerdo en venirnos, pero le dije a mi esposa ‘de todos modos nos vamos a ir’; entonces, le pusimos fecha y empezamos a prepararnos”.

Gobierno de Cocula

Para el recién nombrado presidente municipal de Cocula, Carlos Alberto Duarte, las denuncias de extorsión en las inmediaciones de la mina exigen una mayor presencia policiaca; sin embargo, no tiene ningún oficial a su cargo.

Tras los hechos de Iguala, los policías federales asumieron el control de Cocula. Hoy son 70 efectivos para resguardar la cabecera municipal y sus 21 comunidades. El edil considera que la cifra se queda corta y ha solicitado refuerzos.

“Dentro de lo que cabe, tenemos una estabilidad. No dejamos a un lado que sí hay un poquito de situaciones adversas, pero estamos trabajando”, afirma en entrevista con Milenio.

Médico general de 36 años, Duarte asumió el poder tras el encarcelamiento del perredista Érick Ulises Ramírez por presuntos nexos con la delincuencia organizada. Rindió protesta el pasado 5 de abril y parece no temer por su integridad, pues solo un escolta lo acompaña, se mueve discretamente sin necesidad de un convoy.

Nunca pensó dirigir su municipio, ni siquiera cuando un amigo y colega doctor lo invitó a la campaña del Partido de la Revolución Democrática. Desde hace unas semanas, mezcla sus responsabilidades públicas con algunas consultas. También asiste a cursos de administración y nutrición.

Sin saber si concluirá su mandato, el alcalde suplente ya planea la construcción de áreas deportivas y educativas con los recursos que, a partir del próximo año, recibirá del Fondo Minero. Según Torex Gold, que podrán casi duplicar el presupuesto del ayuntamiento.

Duarte no oculta su esperanza, algo que comparte con muchos coculenses: “La mina es la oportunidad para un nuevo desarrollo y futuro para la economía de nuestro municipio. Es la forma idónea de darle otra imagen y otra cara a Cocula”.

Aunque, ahí están las imágenes: policías comunitarios armados tienen que recorrer la zona para cuidar a la gente que vive fuera de la mina y que siguen perdiendo sus recursos por las extorsiones de los integrantes de grupos los criminales.

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