Despierta hoy la esperanza de los sufrientes: Papa Francisco

Durante la misa en la Basílica de Guadalupe, el Santo Padre recuerda la importancia que tuvo la Virgen María en Juan Diego.

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El Papa Francisco inició este sábado, poco después de las 17:00 horas, la misa en la Basílica de Guadalupe. (AP)
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Agencias
CIUDAD DE MÉXICO.-  El Papa Francisco aseguró hoy que la Virgen de Guadalupe dice a todos que no se dejen vencer por sus dolores y sus tristezas, durante una emotiva misa en la Basílica del Tepeyac.

Minutos después de las 17:00 horas, el Papa Francisco apareció en la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe para oficiar una misa que ya era esperada por más de 20 mil personas en ese lugar.

El Papa arribó a la Basílica de Guadalupe en punto de las 16:35 horas, después de haberse trasladado de la Nunciatura Apostólica.

Al entrar a la Basílica, las campanas repicaron para recibir al pontífice, para que minutos más tarde un coro entonara La Guadalupana.

“¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí?”, repitió el pontífice recordando las palabras de María al indígena Juan Diego, durante la homilía de la misa. 

Agregó que la Virgen sigue diciéndole a los católicos que sean sus embajadores para acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas, caminando las calles del propio vecindario, comunidad y parroquias.

“Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está preso, perdona al que te lastimó, consuela al que está triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios”, apuntó el Papa.

La primera aparición

Recordó que en el amanecer de diciembre de 1531, cuando se produjo la primera aparición de la Virgen, se despertó la esperanza en Juan Diego y en todo su pueblo.

Señaló que en ese amanecer, Dios despertó y despierta también hoy la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras.

En ese amanecer –siguió- Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos.

En ese encuentro, Juanito, como llamó a Juan Diego, experimentó en su propia vida la esperanza y la misericordia, y aunque le dijo varias veces a la Virgen que él no era el adecuado para vigilar la construcción de un santuario para ella, la Virgen lo había elegido porque no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo.

“María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador”, señaló Francisco.

De esa manera, indicó el pontífice, él logró impulsar una bandera de amor y justicia: la construcción de un santuario, no de cemento, sino el santuario de la vida, de las comunidades, sociedades y culturas, en el cual nadie puede quedar afuera.

“Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la ‘altura de las circunstancias' o por no ‘aportar el capital necesario' para la construcción de las mismas”, continuó.

“El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro, expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones”, abundó el Papa.

El abrazo

Durante el recorrido del Papa Francisco de la Antigua Basílica de Guadalupe al nuevo santuario, un niño atravesó el tapete de aserrín para acercarse al pontífice a saludarlo.

El jerarca religioso abrazó brevemente al menor de edad, quien portaba una pequeña pancarta, y prosiguió su camino hacia las escaleras de acceso al templo, donde le fue entregada una antorcha con la que encendió un pequeño pebetero, cómo símbolo del fuego de la misericordia.

A las 19:30 horas, Francisco regresó a la Nunciatura Apostólica, donde pasará la noche para continuar el domingo con su agenda, que incluye una misa en Ecatepec y una visita al Hospital Infantil de México Federico Gómez.

El pontífice argentino bendijo y besó a varios niños que estaban a los lados de las puertas de la nunciatura apostólica, a quienes también les repartió rosarios.

Luego se despidió con la mano de las decenas de personas reunidas en ese sitio, que con esperanza cantan y confían en que el líder católico nuevamente salga y les dé un mensaje, como ocurrió la noche del viernes.

(Con información de Milenio y Notimex)

 

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