Pirotecnia, una forma 'explosiva' de vivir

Los fuegos pirotécnicos representan la forma de vida del 80% de la población de Tultepec, como en el caso del artesano Juan de Dios García.

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"Todo lo que se trate de pirotecnia es maravilloso para nosotros como artesanos y como personas aquí del municipio", dice Juan de Dios González. (SIPSE)
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F. Morales y L. Cavazos/Milenio
MÉXICO, D.F.- A Juan de Dios González García se le van los días entre mechas, pólvora y pintura. Así ha sido desde cuando niño su padre le enseñó éste oficio: artesano de pirotecnia.

Hoy dirige un menudo grupo de artesanos en Tultepec, Estado de México. Su día comienza haciéndola de meteorólogo, porque sino anticipa si la jornada será soleada o lluviosa, no podrá definir lo que el equipo producirá.

Para él, y cualquier otro artesano de pirotecnia, los días ideales de trabajo, son los soleados y secos, porque así pueden trabajar los “juguetes” pirotécnicos de mayor tamaño y cantidad de pólvora y químicos que producen el estallido y el espectáculo de colores.

Hoy el sol no dio para tanto, pero tampoco Tláloc se asoma, así que para el equipo de Juan de Dios, lo mejor es trabajar el “cometín”, un pequeño cohete de no más de cinco centímetros, de mecha corta y con una bola blanca de colores al frente. A este juguete también le dicen “el ratón” y en algunos lugares de México le dicen “cebollitas”.

“Antes, cuando la época de mi papá, todo lo hacíamos a mano, cosa por cosa, pero ahora trabajamos así”, comparte Juan de Dios mientras que muestra unos 500 moldes de madera rellenos de cera, extendidos bajo el sol para suavizar la materia.

Mientras que la cera se calienta, otro equipo prepara la mecha. “Sin mecha no hay cohete”, dice uno de los artesanos mientras toma metros y metros de cordón de algodón blanco para mezclarlo con clorato, polímero y el toque final: pintura rosa mexicano, chillante, color llamativo, para hacer la pequeña guía colorida entre el fuego y la pólvora.

Los días ideales de trabajo, son los soleados y secos, porque así pueden trabajar los “juguetes” pirotécnicos de mayor tamaño y cantidad de pólvora

Cuando la mecha y la cera se secan, los hombres ponen todo en “el cortador”, un aparato que se inventaron los torneros locales para facilitarle el trabajo a los artesanos de la pirotecnia. Sirve para colocar unos 50 mechas de cinco centímetros en cada uno de los moldes de cera.

En un extremo de la máquina van los metros y metros de mecha que serán cortados, y en otro, los moldes con cera. El artesano gira una manivela, lo hace rápido y con fuerza, el resto del trabajo es producción en serie.

Ya listos los moldes con mechas, comienza el espectáculo de los artesanos. Concentrados, con ritmo, con práctica, comienzan a bañar las mechas en dferentes etapas: primero con químicos y pólvora, luego con una especie de yeso blanco. Lo hacen una y otra vez, tantas veces sea necesario hasta obtener el color del juguete pirotécnico.

Por último, los artesanos llenan seis cubetas con colores: verde, amarillo, morado, rojo, azul y rosa. Pasan las mechas enyesadas en los colores, y listo. Solo falta que se sequen.

Parece fácil, pero esta tarea requiere todo el día

“Desde toda la vida hago este oficio. Desde niño. Todo lo que se trate de pirotecnia es maravilloso para nosotros como artesanos y como personas aquí del municipio, es algo fuera de la común y es lo que nos hace tener la creatividad para producir lo más que se pueda”, platica Juan de Dios.

Así como Juan de Dios, existen cientos de hombres y mujeres que dedican su vida a la elaboración de esta artesanía característica en nuestro país y que es recordada principalmente en fiestas patrias o decembrinas, aunque su elaboración se lleva a cabo durante todo el año en Tultepec.

Los juegos pirotécnicos están listos. Otro equipo los empaca y otro será el encargado de llevarlos mañana al mercado de Tultepec para que se vendan. Hoy ya es tarde, pero los artesanos aún tienen tiempo y energía para aprovechar el buen clima, porque una cascarita de futbol los llama.

Desde la menuda e improvisada cancha de futbol, Juan de Dios voltea y mira su taller. Recuerda con nostalgia cuando su viejo también pateaba el balón tras un largo día de trabajo; su lapsus es interrumpido por las voces de dos pequeños artesanos que trabajan para él: “vamos papá, vamos a jugar fut”.

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