Crónicas Urbanas: La cárcel es su propia casa

Diego se convierte en el primer hombre en reclusión domiciliaria en el DF que se desprende el brazalete.

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Diego se quitó el brazalete electrónico, el cual le habían colocado con el único requisito de tener como cárcel su propio domicilio. (Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Las autoridades aun no se explican las razones que tuvo Diego para quitarse el brazalete electrónico, el cual le habían colocado con el único requisito de tener como cárcel su propio domicilio, compromiso que violó el 27 de julio, cuando empleados del Centro de Monitoreo del Sistema Penitenciario del DF, que funciona desde 2011, detectaron que el aparato ya no estaba en su brazo, sino bajo unas macetas.

Los internos en cárceles de la capital que cumplan cierto perfil tienen derecho a un beneficio denominado Reclusión Domiciliaria Mediante Monitoreo Electrónico a Distancia, que está regulado por la Ley de Ejecución de Sanciones Penales y Reinserción Social para el Distrito Federal. Diego y su madre sabían todo eso, pues él había reunido una serie de requisitos que lo obligaban a cumplir.

Pero ese día aquel hombre, de 30 años, argumentaría que tuvo convulsiones y pérdida temporal de la memoria.

Ese hecho ponía en riesgo un beneficio, otorgado por un juez, que consiste en que los internos usen un brazalete que es monitoreado todo el tiempo, sin tregua alguna, mediante tecnología satelital, desde el Centro de Monitoreo de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario del DF.

De lo que no se sabe es si Diego tenía toda la información alrededor de ese mecanismo, pero es el más caro de los beneficios, según las autoridades, pues el brazalete tiene un precio de unos 81 mil pesos y el interno debe de pagar una fianza de 10 mil, así como garantizar, mediante escrituras de un bien inmueble o factura de vehículo con ese valor o superior, el aditamento.

El Gobierno del Distrito Federal cuenta con 50 brazaletes. El sentenciado que accede a este privilegio de “libertad anticipada” a la compurgación de su pena debe estar en su casa, para lo cual debe contar con el respaldo familiar, y no abandonarla.

Y Diego la abandonó.

—Está en el baño–respondió su madre el día que hablaron a su domicilio, luego de que en el Centro de Monitoreo descubrieran que el dispositivo electrónico no estaba en el brazo del hijo, quien, dijo la señora, vomitaba.

Y tenía convulsiones.

Lo que no se explica es cómo el hombre logró zafarse la argolla electrónica y luego tuvo el cuidado de colocarla entre floreros.

Muchos requisitos

El artículo 31 de la ley dice que para obtener el beneficio se deben cubrir los siguientes requisitos: ser primodelincuente; que la pena privativa de la libertad sea mayor a cinco años y menor de diez años de prisión; que le falten por lo menos dos años para obtener el beneficio de tratamiento preliberacional; cubra en su totalidad la reparación del daño; obtener resultados favorables en los exámenes técnicos que se le practiquen.

Que, asimismo, compruebe fehacientemente contar en el exterior con un oficio, arte o profesión o exhiba las constancias que acrediten que continúa estudiando; que cuente con aval afianzador; que acredite apoyo familiar; cubra el costo del dispositivo electrónico de monitoreo, en términos del Reglamento de esta Ley.

 El sentenciado que accede a este privilegio de “libertad anticipada” a la compurgación de su pena debe estar en su casa,

El artículo 32 señala que no procede este beneficio para los sentenciados por los siguientes delitos: homicidio, secuestro, tráfico de menores, desaparición forzada de personas, violación, incesto, corrupción de personas menores de edad o personas que no tengan la capacidad de resistir la conducta, turismo sexual, pornografía, lenocinio, robo, extorsión, asociación delictuosa, delincuencia organizada y tortura.

Este beneficio puede ser revocado por el Juez, previa solicitud del Ministerio Público, cuando el beneficiado: sea sentenciado por diverso delito doloso mediante sentencia ejecutoriada; tratándose de delito culposo, de acuerdo con la gravedad del hecho, se podrá revocar o mantener la libertad preparatoria; moleste a la víctima u ofendido del delito por el que se le condenó. Etcétera. El sentenciado, cuyo beneficio haya sido revocado, cumplirá en prisión el resto de la pena impuesta.

De aval moral: su señora madre

La Subsecretaría del Sistema Penitenciario del DF denunció ante la Procuraduría General de Justicia del DF que el 27 de julio, alrededor de las 02:40, el Centro de Monitoreo detectó que Diego se había quitado el brazalete asignado, por lo que un funcionario habló por teléfono al domicilio del infractor, cuya madre contestó que no era posible comunicarlo porque su hijo estaba en el baño.

Diego, según el reporte de la procuraduría, cumplía una condena de diez años de prisión por el delito de tentativa de homicidio y se había beneficiado con reclusión domiciliaria, “siendo su aval moral su señora madre”, pero ese día ocurrió algo extraño, y fue cuando sonaron las alarmas en el Centro de Monitoreo. Era la primera vez que sucedía algo parecido desde que comenzó a funcionar ese sistema.

Después de esperar quince minutos en el teléfono, el funcionario escuchó la voz de la madre, quien le comentó que su hijo Diego seguía vomitando en el baño, por lo que el encargado del monitoreo pensó que lo indicado era trasladarse al domicilio, donde la mujer lo recibió con la noticia de que, en realidad, su vástago se había quitado el aparato y partió sin informarle el rumbo que había tomado.

De inmediato el técnico puso a funcionar el escáner para localizar el brazalete, mismo que fue descubierto debajo de unas macetas, situadas en el patio de la casa, e hizo la denuncia ante la procuraduría local. El caso quedó en manos de la policía.

Ese día, a las 20:00 horas, un agente de Investigación se comunicó al Centro de Monitoreo para informar que la madre de Diego se había comunicado con él para decirle que su hijo había regresado a casa, pero que éste no se acordaba de lo sucedido, ya que cuando volvió en sí se percató que deambulaba en la carretera a Cuernavaca.

Diego narró –de acuerdo al reporte oficial– que después de acudir al hospital Rubén Leñero ingirió el medicamento para controlar las convulsiones y comenzó a desorientarse, y que solo recordaba que a eso del mediodía recuperó la noción del tiempo y la conciencia, y que preguntó a transeúntes “dónde se encontraba”.

Le dijeron que estaba por la carretera a Cuernavaca, y que pidió dinero “para poder regresar a su casa, y al no lograr que le dieran dinero, comienza a pedir aventón pero nadie le ayuda, por lo que caminó a su casa, y recuerda que en el trayecto una camioneta lo ayudó un rato, pero después le dijo (el chofer) que ya no lo podía llevar, y continuó su caminar a la casa, llegando a las 19:30 horas, aproximadamente”.

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