Los hombres que corren para cazar, comer, sobrevivir...

Tres campeones de ultramaratones y una joven explican que recorren grandes distancias en la sierra Tarahumara para visitar a su familia o estudiar.

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Arnulfo Quimare ha ganado ultramaratones y es reconocido en Europa; su sueño, comprar una 'troquita'. (carrerasdemontana.com)
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Norma Ponce/Milenio
CHIHUAHUA, Chih.- A pesar de ser reconocidos en el extranjero por competir en los ultramaratones más exigentes del mundo, los rarámuris de la sierra Tarahumara de Chihuahua corren para sobrevivir, debido a la exclusión y marginación en las que viven.

Las barreras físicas de las montañas, el clima extremo y la falta de apoyos económicos por parte del gobierno estatal los ha convertido en hombres y mujeres que no pueden cansarse.

"El rarámuri corre para comer y cazar al venados. Nuestra teoría es que corre más rápido para que coma y cace a mayor velocidad", afirmó Carlos Ortega, entrenador y promotor de Talentos de Fundación Telmex.

Catalina Rascón, corredora amateur originaria de Porochi, municipio de Urique, tiene apenas 14 años empezó y desde los 12 participa en maratones estatales de más de 100 kilómetros. Ella asegura que su resistencia, más que una cuestión genética, es "algo espiritual".

"Siempre estamos impuestos a andar en rancherías a subir montañas, bajar y caminar casi todos los días. Mi sueños es estudiar."

Como parte de su vida diaria, debe recorrer tres horas de caminos difíciles, con agudos pliegues y montones de rocas para llegar a la comunidad de Cuiteco, donde estudia la secundaria.

"Me siento bien feliz porque salí adelante. Soy la más chiquita de la familia y nunca pensé que iba a ser una corredora, que iba a salir adelante en las carreras. No sabía que podía correr esas distancias, me siento feliz y orgullosa, al igual que mi familia", asegura.

Lo mismo le sucede a Silvino Cubésare, de 37 años, quien es reconocido campeón de ultramaratón en Europa y camina siete horas para visitar a parte de su familia, desde Guachochi hasta la montaña de Huisuchi.

"Llego a caminar largas horas. Me gusta más andar a pie, ayer camine siete horas hasta acá", reveló a Milenio.

En la comunidad de Porochi, también vive el primo de Catalina, Miguel Lara, de 22 años, quien es el único joven mexicano con raíces indígenas que ha ganado el segundo lugar en una competencia de 100 kilómetros para 570 participantes, en Arizona, Estados Unidos. 

"Empezamos a las 06:00 horas y terminé hasta las 21:00 horas. Realice todo el recorrido en 15 horas. Me siento contento de salir adelante, tratando de terminar la carrera lo más rápido que pueda e intentando romper el récord de los otros campeones y ganarles", dijo.

A siete horas de Porochi, Arnulfo Quimare, primo de Silvino, vive en la recóndita cima de la montaña de Huisuchi, Batopilas, en los límites de Chihuahua y Sinaloa, adonde es más difícil llegar por las traicioneras y laberínticas barrancas de casi dos mil metros de altura.

Arnulfo es el más cerrado y arraigado a su cultura, de los cuatro corredores. Apenas habla español. Tiene cuatro hijos y vive raquíticamente, a pesar de que en Europa es famoso entre los ultramaratonistas.

Corre desde hace 20 años y ha competido en más de 50 carreras alrededor del mundo para darle medallas a México, pero eso a él no le interesa. Sus reconocimientos los tiene arrumbados en una bolsa. El corre para sobrevivir en la montaña y el dinero que gana en las carreras lo utiliza para comprar chivas, gallinas y sembrar maíz y café. Su mayor anhelo, dice, es comprar una troquita.

¿Te gustan los países a los que has viajado?

Sí, pero más la montaña—, contesta con una carcajada.

Su alimentación es clave

De pies ligeros pero resistentes, los tarahumaras son aficionados a correr casi descalzos. Ellos mismos elaboran los huaraches con suela de llanta y cuero de vaca, de tal forma que sus piernas, al ser su principal arma de supervivencia, se convierten en motores que suben y bajan barrancas empinadas estén a temperaturas bajo cero o mayores a 40 grados centígrados.

"Corro como me lo pidan, a veces con el traje típico y huaraches. Mis pies ya están acostumbrados, aunque agarren piedras filosas", afirma Cubésare.

Su alimentación es clave para resistir las distancias. Consumen el pinole, maíz tostado batido con agua, no comen harinas y rara vez toman refresco. "El pan te da cansancio, por eso no me gusta", confesó Arnulfo Quimare.

"Como pollo, frutas, verduras, siempre me alimento bien. Mi papá cultiva frijol, maíz, manzana y durazno", agrega Catalina.

Vivir en los lugares más aislados de la imponente sierra, la cual ha forjado su talento para correr sin cansarse o lesionarse, aunque paradójicamente, también marca sus limitaciones, como a Arnulfo, quien ya padece dolores en las rodillas. 

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