Recuerdan masacre entre bombas molotov y persecuciones

Manifestación en el Zócalo deja heridos y detenidos, los agresores realizaron pintas en comercios cercanos.

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Los granaderos cerraron filas y, lento, avanzaron, lo que enfureció a los jóvenes, que lanzaron decenas de objetos. (Milenio)
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Humberto Ríos/Milenio
MÉXICO, D.F.- La marcha para conmemorar el 42 aniversario de la masacre del 10 de junio había salido tranquila de la estación Normal del Metro, en avenida San Cosme, y así continuó sobre Puente de Alvarado, donde un grupo de ágiles muchachos realizó pintas en paredes de un edificio del PRI capitalino.

Luego se normalizó en Juárez, Reforma, Eje Lázaro Cárdenas y 5 de Mayo, con piquetes de granaderos sobre las banquetas y algunos comercios cerrados, pero cuando entró al Zócalo comenzó la crispación, ya que alguien lanzó un petardo en la bocacalle de Madero.

Y las decenas de granaderos, equipados con rodilleras, cascos y escudos, cerraron filas y, lentos, avanzaron unos metros hacia la plancha, lo que ocasionó que un grupo de jóvenes con indumentaria negra, encapuchados, arrojara piedras y trozos de adoquines, además de una bomba molotov que abrió un río de fuego entre los uniformados, pero uno de ellos sacó un extinguidor y pronto la sofocó, mientras se escuchaba el festejo de los jóvenes y los brincos del incendiario.

La lluvia de objetos continuó sobre los granaderos, quienes los esquivaban con sus escudos, pero hubo piedras lanzadas que cayeron en sus cabezas, por lo que exlíderes del 68, como Humberto Bravo, pretendieron interceder en la mera línea de fuego, pero ellos también fueron los agraviados, ya que les llovieron otro tipo de proyectiles por parte de los encapuchados, quienes los tacharon de “revisionistas, gobiernistas, policías, pu..., cu...”

Los exlíderes del 68 intentaban prevenir una agresión por parte de los granaderos, pero los jóvenes no lo veían así: “Tranquilos, tranquilos, tranquilos”, pedía de manera desesperada Bravo, con playera y gorra blancas y la paloma de la paz estampada, aquella ave que se usó como símbolo en los juegos olímpicos del 68, pero era imposible detener las agresiones de los muchachos.

—¡Quítate de allí, pin... protagonista! —le gritaron.

—¡Tú cubres al represor, pen...! —lo secundaron otros.

—¡Yo no cubro a nadie, pen...! —se defendió Bravo.

—¡Pin... lamegüe...! —gritó otro.

—¡Ya, reformista!

—¡Tenemos que parar las cosas; a ver, pásense cerca de los pu...! —retó Bravo.

—¡Revisionista!

—¡Pendejo, vean mi historial del 68! Estamos encapsulados, sí, y me decían que soy revisionista. Que vean los idiotas, son unos infiltrados! ¡Yo les digo que den la cara!

Y seguían las piedras.

Entró al quite Rodrigo Romero, de 17 años, estudiante de Bachilleres, quien se ofreció de mediador, pero le fue igual y recibió todo tipo de agresiones verbales.

Entre la bola, muy sonriente, andaba Uriel, aquel estudiante de la UACM que quedó tuerto desde aquel 1 de diciembre pasado.

Y fue cuando los granaderos avanzaron sobre el Zócalo. Una mujer les reclamaba y ellos reculaban. “¡Hijos de pu...!”, les decía, pero el jefe de los granaderos les ordenaba: “¡Avancen, avancen, avancen!”

En esos momentos, ya cerca de las ocho de la noche, sabían que unos encapuchados tenían como rehén a dos de sus hombres, vestidos de civiles, y los querían intercambiar con un supuesto apresado.

Y comenzaron los piquetes policíacos a encapsular a otros grupos, quienes se replegaban contra los campamentos de los maestros, hacia allá iban los granaderos. Entonces se armó la redada en pleno Zócalo, donde varios que era apresados se decían “representante de los medios”.

—¡Soy reportero, soy reportero!

—¡De qué medio! —le gritaron.

—¡Reportero independiente!

Mientras tanto, lo metían a la patrulla P8925, y el joven alcanzó a decir su Twitter: @Nicovs.

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