Libran de una red de trata a 56 niños indígenas

Los menores eran utilizados para pedir dinero en las calles de Oaxaca.

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Tras un operativo, 56 niños tzotziles fueron rescatados de una red de trata que los obligaba a pedir dinero en las calles de Oaxaca. (Cuartoscuro)
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Agencia
OAXACA.- Todos los días, desde que comenzó la primavera de este año, eran así para 56 niños tzotziles atrapados en Santa María Atzompa, Oaxaca: antes de que el sol iluminara esa casa vieja donde vivían, un grupo de entre 10 y 15 adultos entraba a las habitaciones y los despertaba con gritos, groserías y, a veces con patadas que hacían vibrar los catres donde dormitaban.

Aquel sonido era como escuchar los engranes de una máquina que se preparaba para el trabajo de cada día. Solo que no era trabajo, sino esclavitud. Los 56 niños, y siete adultos, eran las piezas de una red de trata de personas dedicadas a la mendicidad forzada, que ya fue desarticulada y cuyos principales cómplices ahora esperan un juicio que podría tenerlos hasta 60 años en prisión, informaron las autoridades oaxaqueñas este fin de semana, publica huffingtonpost.com.mx.

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Con las calles aún oscuras y los niños apenas despiertos, los 10 o 15 presuntos tratantes repartían las instrucciones del día: los más grandes, de unos 15 años, harían malabares en las calles con unas pelotas desinfladas, otros actuarían como payasos en los cruceros o tocarían algún instrumento; los más chicos, de seis a ocho años, venderían chicles y otros dulces. Los más pequeños, apenas bebés, acompañarían a otras mujeres capturadas que debían pedir dinero a los automovilistas.

Era importante impedir que las niñas y niños se bañaran. Ni peinarlos. Mucho menos darles ropa limpia o de su talla. La lástima era parte del negocio y había que provocarla.

Los adultos metían a los niños en varios automóviles que viajaban cinco kilómetros hasta la capital del estado, dentro y alrededor de la colonia Reforma, donde los avecindados más adinerados y turistas suelen hacer sus compras. Ahí, desde las siete de la mañana, comenzaba puntual la "repartición" de niños en cada esquina o corredor transitado.

 Bajo amenazas de matar a sus hermanos o a sus papás, los tratantes sujetaban una correa invisible de dominio sobre los niños indígenas

A esa hora comenzaba el ritual diario de la mendicidad. Bajo amenazas de matar a sus hermanos o a sus papás, los tratantes sujetaban una correa invisible de dominio sobre los niños indígenas, quienes trabajaban aunque el sol quemara y la lluvia los enfermara. Tenían prohibido usar el dinero recolectado para comer; si querían alimentarse, debían pedir comida a los automovilistas.

Mientras tanto, los presuntos tratantes desayunaban en los restaurantes cercanos, bebían cerveza en los billares, descansaban en alguna cantina en busca de mujeres. Y cuando tenían "tiempo libre", conducían sus autos por las esquinas donde estaban los niños para vigilarlos.

A las 8 de la noche, ya con la oscuridad campeando, los presuntos tratantes los recogían. De nuevo, niños, mujeres y adultos eran introducidos a varios vehículos que hacían fila hasta la casa hacinada de Santa María Atzompa, donde entregaban la totalidad del dinero obtenido. Su pago, les decían sus captores, era una cena raquítica, un catre sucio y un techo sobre habitaciones abarrotadas y malolientes.

Parecía algo ‘normal’

La operación de esa red de trata de personas inició desde marzo de este año. En un estado como Oaxaca donde 102 mil niños trabajan para ayudar con el gasto familiar, su presencia en las calles fue vista por meses como algo normal. Excepto para alguien, quien en julio alertó vía telefónica a la Fiscalía General del Estado de Oaxaca que algo extraño sucedía con esos niños tzotziles, quienes eran llevados y recogidos puntuales por automóviles conducidos por hombres de actitud sospechosa.

La investigación tomó meses, narró un agente dentro del caso al HuffPost México, quien pidió el anonimato para no poner en riesgo su trabajo. Según este agente, detectives vestidos de civil que forman parte de la Agencia Estatal de Investigaciones y decenas de policías municipales hicieron largas jornadas de vigilancia. Cada movimiento, cada automóvil, cada placa y cada niño era registrado y volcado en gruesos cuadernillos que dieron peso al caso. Cuando, por fin, la investigación lucía sólida, la fiscalía llevó sus evidencias a un juez para que le otorgaran una orden de cateo. Y le fue aprobada.

A principios de este mes, el operativo largamente organizado finalmente se puso en marcha. Ocurrió en la mañana para impedir que los 56 niños indígenas trabajaran como esclavos un día más. Un grupo de agentes reventó la casa de Santa María Atzompa, ubicada en la calle Privada de Belén, y encontró a 56 menores de edad y siete adultos capturados por 11 presuntos tratantes. Había evidentes muestras de maltrato, desnutrición, tratos humillantes y hacinamiento.

Según la Fiscalía General del Estado de Oaxaca, que dio a conocer el caso este fin de semana, los presuntos tratantes ahora esperan su juicio con traductores, si lo necesitan, para defenderse. Las víctimas adultas tendrán apoyos para regresar a sus comunidades de origen, si así lo desean.

Y los niños rescatados de esta red de trata de personas ahora se encuentran bajo el resguardo del DIF Estatal, tratando de encontrar el modo de recuperar la infancia que perdieron en las calles... a la vista de todos.

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