Reportaje: 'No se necesita nada, más que tener hambre'

A diario, voluntarios del Comedor Vicentino, en la Ciudad de México, reparten entre 200 y 300 comidas a adultos mayores, desempleados y familias sin recursos.

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Los niños se muestran agradecidos por los alimentos. (Facebook/Comedor Vicentino A.C.)
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Eugenia Jiménez/Milenio
MÉXICO, D.F..- Desde 1847 los menesterosos se dan cita en la Plaza de la Concepción número 20, donde se ubica el Comedor Vicentino, pero en los últimos años la población aumentó para atender a personas de la tercera edad, desempleados y familias a las que sus salarios no les alcanzan para comer.

Los lunes, miércoles, jueves y sábado, en punto de las 12 horas, se abren las puertas del comedor, donde se les ofrece sopa, guisado, tortillas, pan y agua de sabor. De postre, un dulce. El domingo por las noches también hay alimentos.

De carácter “fuerte” y voz potente, el religioso vicentino Carlos Marcelino Cárdenas, responsable del comedor desde 2001, se coloca en la entrada para recibir los boletos y estar al pendiente de que coloquen la basura en su lugar y correctamente.

Ordena: “Hermano, los desperdicios en el bote chico y el plato boca abajo; se separa la cuchara”. Y a la salida les recuerda: “Nadie se queda en la plaza, se me van”. Los asistentes agradecen la comida y preguntan cuándo habrá más y si les van a regalar ropa y zapatos en los próximas días.

El religioso, quien en un principio sería enviado a Mozambique en misión, dice que cuando se le ordenó hacerse cargo del comedor se sorprendió de que siguiera funcionando. “Le dije a mi superior ‘aún mantienen a esa bola de güevones y haraganes’, pero cuando uno recibe una orden solo agachamos la cabeza y decimos ‘sí, padre’.”

Actualmente no le importa si son malolientes o si les “apesta” la boca, porque deambulan en las calles, “necesitan amor y desde antes de nacer no se les quería”.

Reconoció que en los últimos meses se ha incrementado la presencia de desempleados y de familias enteras porque el salario que ganan no les alcanza para comer: “Ustedes lo pueden ver, viene gente bien vestida, pero sin recursos, porque ha perdido su trabajo, llegan padres con sus hijos y a nadie se le puede negar la comida”.

De los alimentos que se obsequian, dijo, una parte es proporcionada por el Gobierno del Distrito Federal y otra por los vicentinos. También tenemos un convenio con instituciones, como el Banco de Alimentos.

Cárdenas comenta que en las noches van a la zona de la Merced, por el Metro Candelaria, y a Reforma, para repartir comida a la gente que tiene hambre y está desprotegida en esta temporada de frío: “Caldo de pollo, pero no crean que con una pieza, no, con el pollo desmenuzado, con verduras, un pan y a veces yogur”.

"Viene gente bien vestida, pero sin recursos, porque ha perdido su trabajo"

Para ingresar al comedor, explicó, “no se necesita nada, más que tener hambre”; tampoco los orientamos para que dejen las drogas, solo si ellos lo piden los canalizamos primero con el padre Valentín, que está “a la vuelta”, y si quieren, a instituciones.

“Pero realmente son pocos los que quieren salir; este año tan solo tres se acercaron, pero todavía no estamos seguros de que se reintegren a su casa. Desgraciadamente entran, engordan y después vuelven a la calle, necesitan ayuda psicológica.”

Es “una desgracia que a los drogadictos no los acepte la sociedad, les duele más ver a un leproso o a un tuberculoso que a los que buscan refugio en el alcohol o la droga”, cuenta.

Por eso al salir, confió el sacerdote, se les recomienda que no se queden en la plaza: “A petición de los vecinos se los pedimos, porque algunos se quejan de que se mean, se cagan y hacen desfiguros, pero eso no es cierto, quien lo hace es la gente bien vestida. Pero no queremos tener dificultades, además evitamos pleitos, porque ellos son como diferentes tribus, los de Reforma, los de Tepito y a veces se encuentran y olvídate”.

Las voluntarias que reciben los agradecimientos por los alimentos que distribuyen ven a los que asisten “desorientados y con falta de amor”. Carmelita, mujer menuda de más de 60 años, quien tiene más de 30 como voluntaria, comentó: “Hemos pasado por situaciones muy difíciles, hubo un tiempo en que no teníamos mucho apoyo y me salía a buscar alimentos en donde encontrara, incluso si supieran de dónde los sacaba, no se imaginan. Siempre se trabaja con mucha limpieza y nunca
se nos han enfermado”.

“Con algunos que son constantes platicamos y conocemos sus historias, otros no quieren hablar. Pero los fines de año algunos se desaparecen y regresan después, creemos que van a sus casas y se vuelven a salir”. Todos los días se reparten entre 200 y 300 comidas, y la única satisfacción
es que “nos den las gracias”.

El sacerdote Cárdenas invita a conocer la labor que realizan a través de la página www.comedorvicentino. com, y para quienes deseen hacer donaciones, el número de cuenta es 402954189 en el banco HSBC.

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