Nunca es tarde para aprender: estudia robótica a los 76 años

Leonardo Castro afirma que “la intención es no estar desocupado y tratar de ignorar menos cosas”.

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(Agencia Reforma)
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Ciudad de México.- Nunca es tarde para aprender y el ejemplo es Leonardo Castro Castro.

A sus 76 años, el vecino de la Colonia Santa Úrsula, en la Alcaldía Coyoacán, toma clases de robótica y computación en un Punto de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (Pilares) que recientemente abrió sus puertas cerca de su domicilio.

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En su juventud, recuerda, le gustaba mucho la aerodinámica y el modelismo. En hacer avioncitos ocupaba su tiempo y, aunque quiso, nunca supo cómo hacer que volaran.

"Con el tiempo me di cuenta que hay dones, entonces dije 'no, eso está más fácil', por eso me llamó la atención la robótica", narró.

Hace unos meses sus nietos le regalaron una laptop.

"Me quedaba yo viéndola porque no tenía ni idea de cómo funcionaba.

"Preguntando aquí, preguntando allá me di cuenta que aquí (en el Pilares) daban clases de computación y corriendo vine", contó.

Para su sorpresa, al llegar a este espacio se enteró que también daban clases de robótica y sin dudarlo se inscribió a ambas actividades que toma los miércoles y viernes.

"La intención es no estar desocupado y tratar de ignorar menos cosas", afirmó Leonardo.

"Con mis nietos casi casi estamos echando competencias porque ellos ya nacen con un chip y, pues yo ya me estaba quedando atrás, ahora medio puedo discutir con ellos de computación y de robótica".

Desde hace cinco meses, Leonardo acude puntualmente a sus clases que ya han dado sus primeros frutos: ya aprendió cómo usar la computadora que le obsequiaron y en su clase de robótica ya está armando su tercer carrito.

De la mano de su profesor, Juan Pablo Salinas, el septuagenario ya hizo dos vehículos que bien asemejan los que recorren las calles de la CDMX recolectando la basura.

"Es un tipo de carrito de basura y todo lo armé con mucha paciencia para que pueda funcionar.

"Me tomó como un mes y mucha paciencia", compartió.

Ahora, trabaja en un tercer modelo, el cual será dirigido por resistencias ópticas. Es decir, en la dirección en la que detecte luz es hacia donde se desplazará.

Él solito construye cada uno de los circuitos y aunque su vista ya no es tan clara como hace unos años, de cuando en cuando se levanta de su lugar y se acerca a la ventana para, con la luz natural, poder ver a detalle si hizo alguna conexión errónea.

"Podemos demostrarles que se puede, que aún con los años se pueden hacer las cosas", sostiene.

Las habilidades que ha aprendido con sus clases de robótica, subraya, también le han ayudado en su trabajo diario.

El hombre se dedica a restaurar imágenes, ya sean religiosas o artísticas, además de que repara todo lo que se puede romper en el hogar: jarrones, estatuas y demás figuras.

Cuando concluya con sus cursos, dice, seguirá yendo al PILAR para tomar algunas otras clases, por ejemplo, plomería.

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