La aventura de una mexicana en Rusia

Mayela Marcos se enamoró del país en una breve visita que realizó, por lo que tomó la determinación de regresar para quedarse.

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La mexicana Mayela Marcos realiza giras internacionales con el Ballet Imperial Ruso. La imagen cumple funciones estrictamente referenciales. (Russian Ballet Touring Pty Ltd)
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Agencias
MOSCÚ, Rusia.- Si ser inmigrante es una aventura, serlo en Rusia es una aventura doble. Son miles los latinoamericanos que viven en ese lejano país, el más grande del mundo.

La agencia RT ofrece conocer de primera mano las experiencias y opiniones de algunas de estas personas que al cruzar el océano descubrieron una nueva tierra. 

Una de estas personas que no tuvieron miedo a descubrir un nuevo mundo es la mexicana Mayela Marcos, bailarina de 'ballet' clásico, graduada del Bolshói. 

Mayela explica por qué eligió Rusia para su destino. "Porque Rusia es la cuna del 'ballet'. Y la escuela del Bolshói consideró que es de las mejores del mundo".

"La primera vez que yo vine a Rusia fue por una invitación a un curso de verano con el Ballet Nacional de Rusia y de verdad me quedé enamorada de tan maravilloso país, lleno de cultura de magia, arquitectura. Todo, me encantaba todo. Tan enamorada quedé del teatro del Bolshói que cuando fui a ver un espectáculo (por cierto, uno de mis 'ballets' favoritos, 'Don Quijote' con Svetlana Zajárova) quedé más enamorada aún y me dije a mí misma: 'Mayela, tienes que regresar y bailar en este teatro' comenta. 

"Fue así cuando tres años después en noviembre del 2009 al finalizar mis estudios en el INBA regreso a Moscú a estudiar en la escuela del Bolshói realizando uno de mis sueños y también tuve la oportunidad de bailar en ese maravilloso teatro junto a maravillosos y talentosos artistas del Bolshói", cuenta la bailarina.

Mayela Marcos actualmente trabaja en el Ballet Imperial de Rusia, fundado por Maya Plesetskaya y Guediminas Taranda, y estudia un máster en pedagogía de danza clásica en el Bolshói. En este contexto, confesó que encontrar trabajo "fue muy difícil pero no imposible". La bailarina de ballet clásico tiene giras alrededor del mundo.

Además del clima, al que es difícil acostumbrarse, para Mayela fue interesante también "aprender la cultura rusa en todos los aspectos en tanto cómo es la gente que no sonríe, y que quede claro que no sonríen no porque no sean felices, créanme, lo son, simplemente son gente fuerte", enfatiza.

Por otra parte, "les debo confesar que amo la cocina rusa", dijo Mariela, y prosiguió: "en especial la 'grechka' (trigo sarraceno) y el jugo 'mors' (bebida a base de bayas), de hecho siempre que voy de vacaciones a México llevo mis kilos de 'grechka'".

Fe, esperanza y resignación

"A lo mejor Rusia me eligió a mí", señala Omar Godinez, el destacado pintor cubano. Los inmigrantes como Omar lo han apostado todo por un sueño. Él era joven cuando decidió a viajar a Rusia para estudiar pintura. Fue hace más de tres décadas, en la época soviética.

"Estando trabajando en la Brigada de Instructores de Arte XX Aniversario, en Matanzas, Cuba, llegó la propuesta de beca, que se me hizo, previa selección para estudiar artes gráficas en la Unión Soviética. Yo accedí y de esa manera, en el año 1979, un colega mío y yo llegamos de Cuba a estudiar en el Instituto de Arte de Moscú V. I. Súrikov", dijo.

Durante los estudios en la capital rusa, Godinez se casó con una joven rusa y pronto regresó a Cuba a trabajar "para devolver lo invertido en mí" y en 1994 volvió a Rusia.

"Tengo dos impresiones, la de la Unión Soviética y la de Rusia. La primera me acogió con los brazos abiertos, solidaridad, política pro Cuba, a la segunda tuve que abrirle los brazos poco a poco, no era fácil al principio", confiesa.

"Un aspecto muy positivo es que en Rusia ha sido reconocida y valorada mi obra y mi condición de artista cubano. Asimismo, he sido admitido en diferentes organizaciones nacionales e internacionales del arte, el periodismo y el humorismo gráfico, que reúnen a profesionales de estas esferas", afirma Godinez.

"Además he hecho curaduría nacional e internacional y he participado como jurado en diferentes eventos. A su vez, he aportado mi grano de arena y contribuido como pedagogo a la formación de varios profesionales que se han encaminado en el arte, el cine, la moda y el diseño. De hecho, Rusia se ha convertido para mí, por circunstancias del destino, en un punto de embarque para difundir mi obra por varios lugares del mundo", señala el pintor cubano.

¿Qué hago acá?

"Siempre quise tener una experiencia así y ya viví algo similar en Francia. Pero la cultura rusa en particular siempre me atrajo. Un día a mi novio le surgió una posibilidad laboral en Moscú y no lo dudamos. Me gustan mucho los idiomas y de repente tenía ante mí el desafío de aprender la segunda lengua más difícil del mundo. ¿Cómo rechazar la oferta?", nos cuenta la argentina María Rosario Tizeira Del Campillo, que llegó a Rusia a inicios de este año.

"El primer contacto 'marciano' fue cuando se abrieron las puertas del aeropuerto y sentí hasta los huesos el doloroso frío de -20 grados. Yo venía de Córdoba, Argentina y pasé de un verano de 35 grados a un suave invierno de -20. El termómetro me cambio 50 grados de la noche a la mañana y recuerdo que desconsolada me pregunté a mí misma: "¿Que hago acá?", recuerda María Rosario.

"Desde el momento en que llegué, me llamó la atención la seriedad con la que la gente camina por las calles. En el metro, las miradas parecen dirigirse hacia puntos fijos. Esto no condice con la amabilidad que demuestran a la hora de comunicarse. También están los que pierden la paciencia rápido por verse frustrados al igual que yo de no poder entablar una conversación. Cada vez que esto me sucede, pienso que los límites de mi lengua son los límites de mi mundo y eso me incentiva a continuar aprendiendo. Me acuerdo que viajaba en metro una mañana y un señor me preguntó si me sentía bien. Con su seriedad y su aparente frivolidad, un desconocido se preocupó por mi semblante. Me enterneció. Y creo que así como es el invierno de frío y devastador, con su primavera cálida y resplandeciente, así son ellos por dentro", señala.

"Otra cosa que me encanta de Rusia es la caballerosidad con la que te tratan los hombres. Me encanta también verlos desfilar con ramos de flores gigantes llevándolos orgullosos para sus mujeres, como si fuera una muestra de virilidad, algo que en muchos países ya no significa lo mismo".

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