'Fueron 36 horas de pánico'

Francisco se preparaba para dar un tema sobre matemáticas ante sus compañeros cuando de pronto todo se volvió oscuro.

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La mañana del 19 de septiembre de 1985, un terremoto de 8.1 grados Richter dejó miles de muertos en la Ciudad de México. (teatroojo.mx)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- "Sentí un fuerte golpe sobre la cabeza cuando me levanté para dar un tema sobre matemáticas; después, todo era oscuro y escuchaba lamentos. Cuando me sacaron de entre los escombros habían transcurrido 36 largas horas… mi escuela, el Conalep, se había derrumbado totalmente”.

Francisco desempolva viejos recuerdos de aquel fatídico día, el 19 de septiembre de 1985, cuando tenía 20 años y era alumno de ese centro educativo, ubicado entre las calles de Iturbide y Humboldt, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, que sucumbió al terremoto de 8.1 grados en escala de Richter.

Minutos antes de las 07:19 horas "acababa de desmontar guardia -trabajaba en la policía bancaria- me dirigía a la escuela, entré a clases, estábamos ahí, iniciando, me tocaba dar un tema acerca de matemáticas, lo recuerdo muy bien”.

Así, vía telefónica desde el condado de Corona, California, Estados Unidos, donde radica desde hace 10 años, Francisco platica con Notimex sobre cada instante de ese día que para algunos de sus compañeros fue el último. Murieron ahí, debajo de las losas derrumbadas, con sus sueños, anhelos y deseos de estudiar para ser alguien en la vida.

Ese día, "cuando recuperé el sentido, porque no escuché más ruido ni nada, fue pasando el tiempo, los minutos, segundos, no sé que fue, sentí algo que me aprisionaba, sentía algo blando por mis lados, empecé a escuchar voces poco a poco".

Me apodaban El Poli, porque se habían dado cuenta que era policía y pensaban que estaba encubierto, pero no, realmente era estudiante, "las compañeras que estaban junto a mí, me pedían apoyo y decían, háblales por tu radio, no sabemos qué pasó", comenta Francisco, quien trabaja actualmente en el vecino país del norte como "preparador" de alimentos en un restaurante.

No sabíamos que había sido un temblor. "Empezamos a ver que no nos podíamos mover y empezaron a entrar en pánico algunas compañeras, yo pensaba que se nos había caído el techo encima, luego empecé a mover algo y vi que era un brazo, lo quite, dije ¡Dios mío! ¿qué es esto?, después agarré a alguien de los cabellos y lo quite, trataba de controlarme…"

Tras lo ocurrido, Francisco Ramos Zarate decidió pertenecer al grupo de rescate "Topos BR-19"

Fueron 36 horas eternas, el pánico, hambre y sed empezaron a invadir a los sobrevivientes, quienes luchaban por entender que tan grave había sido lo ocurrido en su escuela que no los dejaba salir ni permitía la entrada de nadie para rescatarlos.

Transcurría el tiempo, "tomé el mando, empiezo a pasar lista de mis compañeros, el primero que me contestó fue el profesor, después María Antonieta, luego Elianey, luego más al fondo Abel, que fue el que tardó más tiempo atrapado".

Otras personas "de plano no contestaron", fueron 18, recuerda, los que alcancé a contar.

A los compañeros que podía tocar con una mano, porque la otra la tenía aprisionada por los escombros, "les decía no se duerman, no los dejaba dormir, los pellizcaba".

Los minutos implacables avanzaron, la sed los invadía, "empezaron a morir", y otros entraron en pánico.

Perdida la noción del tiempo, "no se oía absolutamente ni un ruido", cuenta que debajo de sus piernas comenzó a sentir algo que se alzaba y bajaba "estaban entrando en descomposición los cuerpos.

"Quería rascar para ver si podía salir, pero no rascaba ni un centímetro, porque aparte de que no se miraba nada ni oía nada, ya no podíamos respirar".

Francisco no dejó dormir a tres compañeros que estaban cerca de él, ni tampoco a la persona que estaba debajo de sus pies, "tenía las piernas mutiladas, ella me decía, recuerdo su nombre, Graciela, no siento mis piernas, yo le decía solo están dormidas".

Disuelto el tiempo y muchas horas después, "comenzamos a oír un ruido, empecé a sentir un frío, como un airecito, dije ya está entrando aire, pero no sé de dónde, de repente siento más cerca de mí una manguera que soplaba algo, la jale y la pase a un compañero de apellido Manchena, escuche el ruido del oxígeno, se despidió, perdió el conocimiento y murió.

"Nos quitaron la manguera", pero más tarde, cuánto tiempo después, no supo, escuchó un ruido que "golpeaba y golpeaba y empezamos a oír un tubo que entraba y alguien intento meterse con una lámpara, que alumbraba el lugar, y nos dijo: no se preocupen, ya los vamos a rescatar (...) y así fue, él junto con dos compañeras fueron sacados del lugar.

Tras lo ocurrido, Francisco Ramos Zarate decidió pertenecer al grupo de rescate "Topos BR-19", tiene tres hijos que junto con su madre viven en la ciudad de México, y en Estados Unidos, además de su trabajo formal como "preparador de alimentos", pertenece a un grupo de radio-aficionados para apoyar con la comunicación cuando hay alguna emergencia en México u otro país.

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