Tiene 10 años y toca 10 instrumentos musicales

Caínn Cruz, de Oaxaca, ha estado en escenarios ante miles de personas en 'palomazos' con Lila Downs, El Gran Silencio y Haragán.

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El pequeño Caínn acepta que quiere ser un rockero famoso. (Milenio)
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Juan Pablo Becerra-Acosta/Milenio
MÉXICO, D.F.- Se llama Caínn Cruz. Nació en Oaxaca. Tiene diez años. Desde los cuatro toca diez instrumentos musicales, entre éstos, bajo, batería, piano, melódica, jarana, tololoche, aunque lo suyo es la guitarra.

Quiere ser rockero. De hecho ya lo es, y para ello ha adoptado el nombre artístico de Caínn. Se ha aventado palomazos con Lila Downs, El Gran Silencio y Haragán.

Vida rápida la suya: pasó de cantar en familia rolas de Pink Floyd, de vestirse de mariachi en el zócalo de Oaxaca, de andar sin camiseta en Puerto Escondido o Mazunte interpretando “La Malagueña”, a pisar escenarios ante miles de personas, como lo hizo el viernes pasado en la delegación Iztacalco, durante un festival de la izquierda.

Calza botas hasta la rodilla, usa pantalones entubados de colores fosforescentes, tiene la melena por debajo de los hombros, y cuando se desplaza junto a músicos veteranos en los escenarios pareciera un adulto pequeño, un enanito con el control absoluto de sus emociones y nervios.

Pero debajo de las grandes tarimas es sólo un niño, un escuincle que juega Candy Crush en un teléfono móvil y que denota timidez ante las preguntas. Aun así, aunque duda y se cohíbe, cuenta cómo empezó todo, narra por qué decidió solo llegar por ahora hasta quinto de primaria y meterse a rocanrolear…

—Pues porque es muy bonito, es muy hermoso, es… ¡Es todo! Fue cosa que me gustó, que me salió del alma, salió del corazón. 

Cuando estaba chiquito empecé a tocar (simula tocar guitarra) y me gustó mucho. Mi papá me ponía música y yo empezaba a guitarrear…

Sonríe el admirador de Caifanes. Su ídolo guitarrista —cuenta— es Steve Vai, músico gringo que tocó con Frank Zappa. Y su vocalista preferido es… Juan Gabriel. Ante la sorpresa del reportero, justifica: “Es que canta con ponche y sentimiento que se transmite…”

—¿Te prende la música, de verdad?

—Sí.

—¿A poco no sientes nervios allá arriba?

—No. Nada. ¡En serio!... — se carcajea.

Brincotea, canta, raspa la guitarra, si no le gusta un sonido en pleno concierto desconecta el instrumento y le pone otro cable, azuza a la gente, a la banda pesada que se le entrega.

Su padre, Marco Antonio Cruz, de 37 años, quien fuera parte de una banda llamada Mandrágora allá en Oaxaca, y que se lo acaba de traer a vivir al Distrito Federal, cuenta cómo fue el inicio:

“Cumpliendo cuatro años noté que empezaba a cantar canciones solo, sin pista, sin nada. Un día agarré una guitarra, me puse a tocar “Lamento boliviano” de Enanitos Verdes, le di una vuelta a la canción, Caínn entra, pero entra a tiempo, entra cuadrado, afinado, en ningún momento le dije entra aquí o cuádrate, y eso fue lo que me encantó, que no le di ni una clase.”

Caínn actualmente toma clases de ópera y ya interpreta bien no sólo canciones de rock sino de pop, blues y huapango, tiene la intención de seguir estudiando en un sistema abierto al menos hasta la prepa. Así lo hace cada día durante dos horas. El padre jura que no permitirá que su hijo abandone los estudios por más tentación monetaria que él mismo, el papá, pueda tener.

—Porque luego los papás, mucha lana y poco estudio… —se le comenta. No le gusta el punto, pero lo acepta.

—No, nada que ver, eso no va a pasar. A mí me gustaría que tuviera hasta una carrera. Si llega la fama o no llega, eso no me quita el sueño.

—Pero si a eso están dedicados…

—Bueno, de alguna manera sí, nos dedicamos a eso, pues, al show.

Caínn acepta que quiere ser famoso y sonríe con mirada brillante al decirlo. La madre del chavo (que según el padre está “fascinada” con la vida musical de su hijo) vive en Oaxaca. Está encargada de un negocio de venta y renta de videojuegos, lo cual le proporciona el sostén a la familia.

Al principio tenían unos ahorros ya que el padre del niño vivió en Estados Unidos, en Los Ángeles, donde tenía un carrito de hot-dogs, aunque también vendía ropa, juguetes y sombrillas. 

Por lo pronto, cuando el niño se sube al escenario cambia todo: de verdad, parece un roquero profesional… pero diminuto.

Genio quiere ser inventor

Por otro lado, Luis Roberto Ramírez, el niño genio originario de Zamora, Michoacán, quien aspira a estudiar física cuántica en la Universidad de Harvard, aseguró que quiere emigrar a Estados Unidos no solo para cumplir sus sueños profesionales, sino también para regresar a México después de haber conocido la tecnología de punta y patentar un invento que tiene en mente, del cual, dijo, no revelará ningún detalle por el momento.

En una conferencia de prensa, luego de visitar al gobernador de Michoacán, Jesús Reyna, y acompañado de sus padres, abuelos así como su hermano, el pequeño de 11 años aclaró que aún no cuenta con una inscripción en Harvard, pero la universidad norteamericana ya puso los ojos en él, a raíz de que se difundió la noticia sobre sus aspiraciones profesionales.

“Estoy seguro que tengo el potencial y la capacidad, me propuse estudiar en Harvard, y creo que si uno se propone metas las tiene que lograr”, recalcó.

Roberto Ramírez, padre del menor, mencionó que desde la semana anterior inició el contacto con la Secretaría de Relaciones Exteriores para “buscar cuál será la mejor alternativa para Luis Roberto”.

En tanto se cubren los requisitos, el niño mencionó que si en el primer intento no logra ingresar a Harvard buscará otra institución que tuviera el mismo nivel y rigor académico, aunque descartó una institución mexicana debido a que no existe una especializada en física cuántica. (Francisco García Davish/Morelia)

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