La venta de niñas, común en poblaciones indígenas

Luego de más de seis años, la justicia llegó para la pequeña oaxaqueña, cuando por fin reaprehendieron a quienes la mantuvieron cautiva.

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En Juchitán, Oaxaca, así como en otras regiones donde hay gran población indígena, la venta de niñas es común. Imagen de contexto. (mexicampo.com.mx)
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Rosi Orozco/Milenio
MÉXICO, D.F.- Una vez más, la ex diputada federal y presidenta de Comisión Unidos Vs. Trata, Rosi Orozco, relata una de miles de historias de trata de personas que existen en México. En esta ocasión, la de Alicia, una joven oaxaqueña que fue vendida tres veces antes de cumplir los 14 años.

Alicia no sabe su fecha de cumpleaños, tampoco sabe leer ni escribir. Nació cerca de Juchitán, Oaxaca. Habla zapoteco y, con cierta dificultad, español. Pese a todo lo que ha sufrido, en su voz hay inocencia y ternura.

La conocí en un refugio cuando ella tenía 14 años. Estaba desnutrida y deprimida; no quería vivir. Le prometimos justicia y desde entonces la hemos acompañado. Por ello, durante los últimos seis años, hemos buscado que las autoridades hagan su trabajo y parece que por fin lo hemos conseguido. Hace unos meses Alicia recibió la noticia de la aprehensión de Margarita Jiménez López, la mujer que la esclavizó por más de dos años.

En Juchitán, Oaxaca, así como en otras regiones donde hay gran población indígena, la venta de niñas es común. Por desgracia, la condición indígena ha estado ligada durante mucho tiempo a la marginación económica y social. Víctimas de la pobreza y la discriminación, los indígenas son uno de los grupos más vulnerables a la trata de personas.

Miles de niñas indígenas son forzadas a la servidumbre. Son vendidas por sus padres en sus pueblos y trasladadas a las ciudades para hacer el trabajo doméstico en casas de las que no se les permite salir. En algunos casos, estas niñas no solo no reciben un sueldo ni una buena alimentación, sino que además son golpeadas, torturadas, amenazadas y a veces abusadas sexualmente. Alicia fue víctima de ese infierno.

Cuando tenía ocho años, su padre murió. Su madre le dijo entonces la verdad, ellos no eran su familia y ahora debía volver con sus padres reales. La habían comprado cuando era apenas una bebé pues sus padres verdaderos eran muy humildes. Alicia se mudó con su familia de sangre, pero la violencia de esa casa la hacía salir a la calle.

Conoció al dueño de un bar quien, sin pedirle su consentimiento, la compró por 20 mil pesos a sus padres. Alicia reclamó, pero nadie la escuchó. Tuvo que mudarse con él. Ese hombre abusó sexualmente de ella, la obligó a consumir drogas y la prostituyó en su bar a pesar de que era una niña. Tres años vivió Alicia de este modo.

Alicia le pidió ayuda a una tía suya que trabajaba en el bar. Embarazada, volvió a casa de sus padres. La cuidaron mientras duró el embarazo. Poco después, el padre de Alicia conoció a Margarita Jiménez López mientras ésta promovía el voto para un partido en Juchitán.

Alicia comenzó a trabajar para ella; en esta primera etapa, dice la joven, la lideresa política era muy amable. "Incluso me daba dinero para la leche de mi niño", recuerda. Sin embargo, las cosas cambiaron radicalmente cuando solicitó a los padres de Alicia llevársela a la Ciudad de México.

Durante años, algunas personas con poder, riquezas o influencias se han considerado intocables, han creído que tienen derecho a dañar a los demás

Alicia supo que la mujer había entregado dinero a sus padres, pero le dijeron que era para los cuidados del bebé. Más tarde supo de voz de su victimaria que en realidad ese dinero era el precio por el que la habían comprado.

La pesadilla comenzó en un departamento cuya ubicación Alicia no recuerda. Allí, Margarita y su hija Tatiana la convirtieron en su esclava. La aislaron, no podía salir de la casa ni hablar con sus padres. La insultaban y golpeaban a capricho. "Comía un día sí y un día no, solo arroz y frijoles", narra Alicia, quien en ese entonces no tenía ni 14 años. Pero había algo más terrible que la joven debía callar: Jorge, el hijo de la señora Margarita, abusaba sexualmente de ella. Él la amenazó diciendo que si le decía a alguien, la mataría a ella y a su familia.

En completa soledad, Alicia soportó este infierno. Después, debido a problemas con los vecinos que se quejaban del consumo de droga de Margarita y su hija, se mudaron a un departamento en Huixquilucan, Estado de México. Allí las cosas no mejoraron.

Alicia relata que los vecinos se daban cuenta de su situación, pero no intentaban ayudarla. Los guardias de seguridad incluso sabían que no debía salir. En una ocasión buscó apoyo de los guardias, pero éstos la encerraron en una habitación hasta que llegó la señora Margarita.

"Se siente feo cuando te pegan, es feo cuando te violan, no es justo, duele el corazón y la panza", nos dijo con la sensibilidad que la caracteriza.

Alicia no se rindió. Un día escondió los audífonos de Tatiana, pues sabía que ella llamaría para pedírselos. En efecto, poco después de salir de la casa, Tatiana llamó. La hija de la lideresa esperó en su coche a Alicia fuera del edificio y se marchó pronto sin cerciorarse de que la niña volviera al departamento. En ese momento había cambio de guardia, así que tampoco los vigilantes se fijaron en la niña.

Ya libre, Alicia descubrió que no tenía adónde ir, no sabía leer ni escribir, apenas hablaba español, nunca había caminado por una ciudad... Buscó a uno de los guardias, el único que había mostrado preocupación por ella antes. Él aceptó ayudarla y se encargó de trasladarla a un lugar donde estuviera más segura. Después, la llevó a denunciar, aunque sabía que Margarita era una mujer con influencias, aparentemente intocable.

Días después, Alicia fue canalizada a uno de los refugios especializados en víctimas de trata de personas, donde varias personas le prometimos no rendirnos hasta lograr justicia. En junio de este año, después de seis años, la lideresa política y su hija fueron aprehendidas en Juchitán, Oaxaca. Salieron libres.

Tuvieron que pasar cinco meses más para que, gracias al compromiso de los actuales gobiernos del Estado de México y Oaxaca, fueran detenidas de nuevo. Esta vez, además se consiguió la captura de su hijo Jorge García.

Estas noticias dan esperanza a Alicia y también a cada uno de nosotros. Durante años, algunas personas con poder, riquezas o influencias se han considerado intocables, han creído que tienen derecho a dañar a los demás, han pensado que pueden comprar siempre su impunidad. Esos tiempos han terminado. El caso de Alicia evidencia que hoy existen gobiernos, como el de Eruviel Ávila y el de Gabino Cué, comprometidos a erradicar la esclavitud, sin importar quién deba comparecer ante la justicia.

Esperamos que el futuro gobierno de Colima también tenga la voluntad de acabar con la trata de personas, de ahí la importancia de los acuerdos que la Comisión Unidos contra la Trata y cuatro de los seis candidatos a la gubernatura de Colima firmamos el 15 de diciembre. Invitamos únicamente a aquellos candidatos cuya trayectoria ética no está en duda, que no han sido acusados de estar vinculados con este crimen y que nunca han apoyado reformas a la Ley general contra la trata en contra de las víctimas y en favor de los delincuentes.

Exigimos a los partidos no permitir que entre sus militantes se encuentren personas que cometen este delito o que estén coludidas con redes de trata. No es una cuestión de partidos, sino de individuos. En todos los partidos encontramos gente comprometida y gente lamentablemente corrompida. Por eso, a todos los que acudirán a las urnas el siguiente año les pedimos que no vendan su voto y que elijan a los funcionarios que se merecen: hombres y mujeres que valoran a cada ser humano.

Querido lector, el año de Alicia termina lleno de esperanza. Ahora ella está segura, su corazón y su "panza" dolerán cada vez menos.

***

Si sabes de una víctima de trata de personas, denuncia al 018005533000 o en unidoshacemosladiferencia.com.

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