Venden su cuerpo para cambiar de 'smartphone'

Jóvenes en edad escolar acuden a un parque en Ciudad Valles a ofrecer servicios sexuales.

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Se inician en el mundo de la prostitución desde los 14 ó 15 años. (Archivo/SIPSE)
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Imelda Torres/Milenio
SAN LUIS POTOSÍ.- Se confunden entre otras jovencitas que acuden a pasear al parque Luis Donaldo Colosio, en Ciudad Valles, pero ellas no van con sus novios y tampoco de paseo.

Esperan que un hombre deseoso les ofrezca los 200 pesos o si es posible más. Las condiciones económicas de sus padres no les permitían presumir nada a sus amigas, así que, por separado, coincidieron en llegar a la plaza principal de la ciudad e iniciarse en el mundo de la prostitución.

Lo hacen para comprarse ropa de moda, zapatos y traer un buen celular, aunque apenas tienen 14 y 15 años.

Al menos son tres. Del populoso sector de La Pimienta y una del ejido La Hincada, desde hace algunos domingos llegan a la plaza principal del segundo municipio más importante de San Luis Potosí.

Renuente a hablar, una de ellas niega la actividad, pero luego responde que lo hace porque tiene “necesidad”.

Luci tiene nueve años en el oficio y dice que las detectó desde hace tres domingos. “Una se me pegó y la aconsejé, le pregunté por qué anda en esto y me dijo que es para comprarse buena ropa, para el saldo de su teléfono y para renovarlo cada que puede. Quiere el más sofisticado, pues aunque sus compañeros de secundaria también son de clase baja, traen los smartphone último modelo".

Le dije que “se separara de mí porque puede meterme en un problema al ser menor”, relató.

La plaza principal desde hace algunos años ya forma parte de la zona de tolerancia en que se ha convertido La Bajadita, donde pululan cantinas, moteles, depósitos de cerveza y casas de huéspedes. Y esto a solo unos pasos de la presidencia municipal.

En los últimos años ha reducido el menú de los clientes, pues de ser más de una docena, ahora son menos de cinco de ésas que por años ofrecían sus cuerpos en la plaza.

Pero Luci dice que es porque algunas se encuentran en cantinas o en las calles, donde la actividad es más peligrosa.

“Aquí nos dan de 150 a 200 pesos, y vienen jóvenes, pero son más los adultos y adultos mayores los que nos buscan. Yo prefiero a los viejitos porque ellos sí pagan. Los chavos a veces nos golpean y hasta nos han robado”.

Menciona que la crisis también les ha afectado, pues ahora solo en quincena o cuando los mayores cobran sus pensiones es cuando tienen seguro el trabajo.

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