Y sí, renacía "el primer priista de la nación"

Las “fuerzas vivas”, alrededor de 15 mil eufóricos, vivieron una fiesta al ver a su presidente priista de vuelta al poder.

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Peña Nieto durante la 21 Asamblea Ordinaria del PRI. (Notimex/Archivo)
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Juan Pablo Becerra Acosta/MILENIO
MÉXICO, D.F.- Aun priista de los antiguos, a Mariano Palacios Alcocer, expresidente nacional del PRI dos veces y exgobernador de Querétaro, se le pregunta:

—¿Ya tienen otra vez a su “primer priista de la nación”?

Reía y no dudaba…

—¡Claro! Claro que sí…

A una priista de tiempos intermedios, a la senadora Cristina Díaz, exsecretaria general de su partido, se le cuestiona lo mismo. Esbozaba una sonrisa discreta y también asentía…

—Así es, él marca nuestro liderazgo.

A un jovencito veinteañero, de los que se hacen llamar “ectivistas”, esos seguidores de Enrique Peña Nieto que estaban tan activos en las redes sociales durante la campaña, y que como tantos otros chavos este domingo portaba una cartulinita en la que se leía #yosoyelPRI, festejaba la frase antigua que nunca había escuchado:

—¡A güevo! ¡El Presidente es nuestro primer priista, cómo no!

Alrededor de 15 mil alegres priistas se habían concentrado en el Centro Banamex para la clausura de su 21 Asamblea Ordinaria. La gran mayoría —“las fuerzas vivas” del priismo— fue transportada en 320 autobuses que se estacionaron a la vista de todos… en el óvalo del Hipódromo de las Américas.

El Presidente ingresó al lugar, a un gigantesco salón, a las 11:12 de la mañana. Y para sorpresa de no pocos, tuvo una regresión a sus tiempos de campaña: dedicó 34 minutos, hasta la 11:46, para sumergirse entre la muchedumbre, para realizar un paseíllo que era acompañado por un jingle similar a los que se repetían hasta la saciedad durante sus épocas de proselitismo.

Grandes pantallas exhibían el rostro del hombre del momento: estaba exultante. En medio de una valla metálica iba de lado a lado y se dejaba apapachar por sus fans, tal como lo hacía en abril, en mayo, en junio. Los priistas lo abrazaban, las damas lo besaban, todos querían una foto, y sí, decenas lo lograron: el priista posaba una y otra vez para los teléfonos móviles y para las pequeñas camaritas. Los efectivos del Estado Mayor sufrían: sus rostros estaban tensísimos por tanta cercanía: el Presidente se ponía de espaldas contra las vallas reiteradamente para posar con sus seguidores.

Pero a él no le importaba. El primer priista y los suyos estaban de fiesta. Así lo diría minutos más tarde durante su discurso:

“El priismo está de fiesta, como aquella noche”. Como aquella noche, la del 1 de julio, cuando ganó las elecciones. Por eso, emulando sus momentos de rockstar político, recuperaba el festejo: el festejo que implica que él y sus priistas están de nuevo en Palacio Nacional, tal como mencionaría más tarde, al leer sus telepromters.

Pero el Peña tenía más razones para la algarabía: su partido había aprobado durante la mañana modificar sus documentos básicos al gusto y a la orden de él. En lo sucesivo, podrá enviar iniciativas de ley que permitan cobrar el IVA en alimentos y medicinas, y también conceder inversiones privadas en el sector petrolero.

Y por si eso no bastara, este domingo… presidió la asamblea del PRI. ¿Por qué? Porque el PRI, su PRI, también lo nombró consejero político nacional y miembro de la Comisión Política Permanente. Es decir, la élite de quienes mandan en el partido.

Así que ahí estaba él, el consejero, el comisionado, el presidente de la asamblea, el presidente del país. El primer priista de la nación. A él lo llenaban de elogios. Y le otorgaban frases disciplinadas. La secretaria general del partido, la ex gobernadora de Yucatán Ivonne Ortega, con voz firme, soltaba que Peña Nieto es… “El Presidente contundente que México necesitaba”.

Luego agregaba que los priistas son institucionales y que, por lo tanto, “arroparemos sin titubear al Presidente”.

Soldados priistas del Presidente. Como César Camacho, el líder nacional, que tomaba el micrófono para hablar “del dulce sabor de la victoria” que llevan en la boca, y se dirigía a quien se tenía que dirigir.

—Enrique Peña Nieto, presidente priista de México…

Su Presidente, a quien Camacho calificaba de “arrojado”:

—Porque sabe… ¡sabe cuándo hay que aplicar toda la fuerza del Estado!

Ovación. Ovación del todo PRI (gobernadores, legisladores, alcaldes, viejos, jóvenes, todos estaban ahí). Y su Presidente les respondería en su discurso con ese tono, con ese énfasis que tanto les gusta:

—¡En México no hay intereses intocables! Tomaré las decisiones que el país necesite…

Ovación de nuevo. Tan de fiesta ellos, con su primer priista de la nación de vuelta al poder.
Renacido…

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