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¿Será verdad que la principal limitante para el acceso al libro es su precio? En la antigua Roma, la leyenda de los Libros Sibilinos nos ilustra cómo su alto precio podía incluso ser una amenaza para los pueblos al no poder acceder a las profecías que en ellos se encontraban y que marcaban la diferencia entre el triunfo o la derrota de todo un imperio.

La leyenda cuenta que las sibilas eran profetisas asociadas al culto de Apolo, quienes vivían en zonas volcánicas, consideradas como puertas del infierno. Una de ellas, la Sibila de Cumea, fue elegida por Apolo para convertirse en su amante a cambio de cumplirle el deseo que quisiera.

Ella le pidió que le diera tantos años de vida como granos de arena cupieran en su puño, pero pasado el tiempo ella ya no accedió a corresponder a sus amores y él recordó que había olvidado pedirle que su cuerpo no envejeciera, así que la Sibila viviría por muchísimos años, pero con el cuerpo envejecido; sus últimos años los pasó decrépita y encerrada en una jaula pronunciado las palabras “Quiero morir, quiero morir”. Su arriesgado atrevimiento también la sitúa como el personaje que desafía al último de los reyes de Roma, Tarquinio el Soberbio, a quien le ofrece en venta, por trescientas monedas de oro, los nueve rollos o volúmenes proféticos conocidos como los Libros Sibilinos, los cuales rechaza aquél tajantemente, entonces la Sibila quema tres de ellos y vuelve a ofrecerle los seis volúmenes por el mismo precio; Tarquinio se niega nuevamente y ella quema otros tres más; finalmente, motivado más por la curiosidad que por el valor de aquellos libros, el rey decide comprarle por el precio inicial los tres tomos restantes.

Esta curiosa leyenda tal vez nos haga pensar en el valor del libro más allá de su precio, el que le otorga el mismo lector. En México la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro (2008) que establece el precio único, es letra muerta, porque los libros se rigen por la ley de la oferta y la demanda, aunque su valor como producto cultural se lo otorgamos los lectores. Regalar un libro, pese a su precio, siempre lleva implícita la forma de demostrarle a alguien nuestro aprecio o amistad; recibir un libro de regalo es tener presente a alguien cada vez que lees y lo sostienes con tus manos. El obsequio de la lectura y el impacto de las palabras tienen un valor incalculable; “la palabra leída se guarda dentro del cuerpo como un ser activo que nos sostiene en los momentos de alto desaliento o en la experiencia límite que es el simple diario vivir” (Mariana Bernárdez).

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