El que no trabaja, se rechaza como persona: Arzobispo a panaderos

Monseñor Gustavo Rodríguez oficia una misa en la Catedral en el marco de la fiesta patronal del Cristo de las Ampollas.

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El Arzobispo de Yucatán ofició una misa al gremio de panaderos y convivió con ellos en la Catedral de Mérida. (SIPSE)
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William Sierra/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- El trabajo no es un castigo de Dios, al contrario, dignifica, pues es parte importante de la naturaleza del hombre, expresó el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en su homilía durante la misa oficiada este jueves poco antes del mediodía en la Catedral, por el gremio de los Panaderos, en el marco de la fiesta patronal del Cristo de las Ampollas.

Ante decenas de fieles e integrantes de ese gremio, que después de la ceremonia eucarística salió y dio paso a la entrada de los ferrocarrileros, Monseñor admitió que cuando llegó a Yucatán hace poco más de un año le sorprendió gratamente de que aún se sigan promoviendo en todo el estado estas bonitas tradiciones, que tienen sentido religioso.

También se refirió a la importancia del trabajo, pues el que no lo hace se rechaza como persona.

“Es necesario trabajar, lo necesitamos para llegar a plenitud como seres humanos, es una bendición de Dios”, añadió.

En ese sentido, señaló que el trabajo se debe ver como algo dignificante, hay que cargar esa cruz con amor, como un medio de redención, así como lo hizo Jesucristo.

“Hay que llevar la cruz del trabajo todos los días con alegría. Trabajar nos permite crecer como personas, ayudamos a la sociedad, a nuestras familias a nosotros mismos, es algo maravilloso y de lo que debemos dar gracias a Dios”, enfatizó.

En un momento de la ceremonia, decenas de integrantes del gremio de panaderos, ataviadas ellas con el colorido y elegante terno, y ellos de impecable blanco, procedieron a ofrecer su ofrenda, una amplia variedad de panes llevados en canastas, e incluso en un pequeño “globo”, cargado por uno de tantos niños que participaron en la procesión.

Al concluir la misas y después de que los integrantes del gremio de panaderos, recorrieron en círculo el interior del templo, abrieron paso para la entrada de los agremiados de Ferrocarrileros, y pasaron a repartir panes a los feligreses.

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