Aventura en la Ruta Puuc

Hace unas semanas fui comisionado para inspeccionar la ampliación de la vía a la Ruta...

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Hace unas semanas fui comisionado para inspeccionar la ampliación de la vía a la Ruta Puuc. Parece que antes de finalizar el año se van a ampliar los primeros 3 km de esa carretera que entronca con la federal 261 de Mérida a Campeche vía Chenes. A la altura del km 105 entronca la estatal que va a Sayil, Xlapak y Labnah y las Grutas de Loltún. La caminata para verificar la presencia de vestigios mayas me trajo a la memoria cuando hacía esos recorridos con mi abuelo Nicolás Huchim; él trabajó en Kabah, Sayil y Labnah. Hace 45 años, con apremio esperábamos que finalizara el ciclo escolar y planeábamos las vacaciones con mi abuelo. En ese entonces no existía la carretera, solamente había un camino por donde esporádicamente transitaba algún vehículo de cazadores, algún camión de madereros o el Jeep de don Héctor Arana, en el que trasladaba a algún turista osado para una aventura en la selva yucateca.

Nuestro itinerario con el abuelo Nicolás era abordar el autobús en Muna a las 7:00 a.m. La ruta era de Mérida a Campeche. En el Km. 105, bajábamos y antes de iniciar el recorrido nos cambiábamos de ropa porque en la época de lluvia el camino estaba enlodado e infestado de garrapatas. Iniciábamos la caminata rumbo a Sayil, pero la parte más crítica del trayecto era atravesar el Rancho Ka’uil, donde había que pasar cerca del ganado y no faltaba un toro bravo que nos correteara y nos hacía subir a los árboles. Después de dejar el rancho y de haber caminado 6 km, llegábamos a Sayil; el encargado, don Samuel, saludaba a mi abuelo, quien le entregaba algún encargo del pueblo.

Tomábamos un descanso y don Nicolás daba noticias del trabajo y del pueblo; mi abuela Alicia Medina nos preparaba algo de comer o tomar antes de continuar el recorrido hacia Xlapak. Entre el monte veíamos pavos de monte y otras aves, venados y jabalíes. Al llegar a Xlapak nos esperaba el encargado, don Isauro Tuyub; allí descansábamos y continuábamos nuestra caminata de 5 km hasta llegar a nuestro destino, Labnah, donde nos quedábamos dos o tres semanas, y acompañaba a mi abuelo a chapear los monumentos y trabajar su milpa.

Cuando llegaban turistas se rompía lo cotidiano. Mi abuelo los apuntaba en una libreta de registro de vistas, una columna de piedra era la oficina de mi abuelo. Hoy se conservan la casa arruinada y la batea de mi abuela frente al palacio de Sayil y en Labnah.

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